The winning entry has been announced in this pair.There were 123 entries submitted in this pair during the submission phase, 7 of which were selected by peers to advance to the finals round. The winning entry was determined based on finals round voting by peers.Competition in this pair is now closed. |
¿Quién arrojó aquel primer tomate crucial que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá se tratara de una protesta antifranquista o de un carnaval que se salió de madre. Según la versión más popular, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de gigantescos muñecos de papel maché) de 1945, algunos lugareños buscaban escenificar una riña para hacerse notar. Como resultó que por ahí había un carro de verduras, comenzaron a arrojarse tomates maduros. Los que pasaban casualmente por allí se unieron a la fiesta, que acabó convirtiéndose en una multitudinaria batalla de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomates, pero ello no impidió que continuaran las peleas a tomatazos ni el nacimiento de una nueva tradición. Las autoridades, temerosas de una escalada sin control, promulgaron, suavizaron y luego reinstauraron una serie de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951 enviaron a prisión a los vecinos que desafiaron la ley, hasta que el clamor popular logró su liberación. La provocación más famosa y descarada al veto de los tomates ocurrió en 1957, cuando los partidarios de la fiesta escenificaron el funeral del tomate, con féretro y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno de la localidad resolvió mostrarse tolerante, estableció algunas normas y abrazó la extravagante tradición. Aunque el protagonismo es de los tomates, la contienda final viene precedida de una semana de festividades. Es la celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y san Luis Bertrán, a la alegre manera española, con procesiones, música y fuegos artificiales. Para reunir fuerzas antes de la refriega inminente, la víspera de la batalla se sirve una paella épica, una exhibición del icónico plato valenciano elaborado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día esta desenfrenada fiesta está en cierta medida regulada. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad de tomates incomibles especialmente para la ocasión. Los actos comienzan a las diez de la mañana con una competición en la que los participantes pugnan por apoderarse del jamón que cuelga de lo alto de un palo untado de grasa. Algunos espectadores riegan con mangueras a los escaladores, mientras en las calles se canta y se baila. Cuando las campanas de la iglesia dan las doce, entran en el pueblo los camiones repletos de tomates y los cánticos de “¡To-ma-te, to-ma-te!” van in crescendo. Con el disparo de un cañón de agua empieza entonces el acontecimiento principal. Es la luz verde para aplastar los tomates y lanzarlos contra los demás participantes en una guerra sin cuartel. Lanzamientos parabólicos, disparos a quemarropa o tiros a media distancia: sea cual sea la técnica empleada, cuando todo haya acabado no pareceremos (ni seremos) los mismos. Casi una hora después, los combatientes, empapados en salsa de tomate, seguirán luchando en las calles inundadas de una pasta blanduzca en la que sería difícil encontrar algo parecido a un tomate. Un segundo cañonazo marca el final de la batalla. | Entry #18326 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain Winner
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¿Quién arrojó aquel primer tomate clave que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se les fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de títeres gigantescos hechos en papel maché), los lugareños tenían intenciones de armar una revuelta para llamar la atención. Se toparon con un carro de verduras que estaba cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados y la escena se magnificó hasta convertirse en una enorme aglomeración de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que compensar económicamente a los vendedores, pero eso no los detuvo a la hora de reincidir en más peleas de tomates ni a dar nacimiento a una nueva tradición. Temerosos de un alzamiento rebelde, las autoridades promulgaron, flexibilizaron y restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los habitantes que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta popular exigió su liberación. La desfachatez más famosa para oponerse a la prohibición a la guerra de tomates fue en 1957, cuando los querellantes montaron un funeral falso de tomates, con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió enfrentarse a las dificultades, estableció algunas reglas y aceptó la alocada tradición. Aunque los tomates se roban el principal protagonismo, una semana de actividades antecede al momento decisivo. Se trata de las fiestas patronales de los santos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales a la alegre manera española. Con el fin de juntar fuerzas para la pelea inminente, en la víspera de la batalla se sirve una paella épica que consta de un icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival desbocado tiene algo de orden. Los organizadores hasta se han atrevido a cultivar una variedad especial de tomates incomibles solo para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 a. m., cuando los participantes compiten para alcanzar un jamón colocado en la punta de un poste engrasado. Los espectadores riegan con agua a los atrevidos competidores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, los camiones llenos de tomates entran al pueblo, mientras los cánticos de «¡To-ma-te, t-o-ma-te!» alcanzan su pico. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Esa es la luz verde para estrujar y lanzar tomates, atacando sin piedad a los demás participantes. Lanzadores a distancia, asesinos a quemarropa y tiros a media distancia. Sea cual fuera tu técnica, cuando se haya terminado, habrás de verte (y de sentirte) bastante diferente. Casi una hora después, se deja jugar a los bombarderos empapados en tomate en un mar de salsa callejera resbaladiza donde poco menos que algo parecido a un tomate puede hallarse. Un segundo disparo de cañón anuncia el final de la batalla. | Entry #16438 — Discuss 0 — Variant: Latin American Finalist
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¿Quién lanzó aquel primigenio y profético tomate que inició la revolución de La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Puede que fuera una sublevación contra Franco o un festejo que se volvió incontrolable. A juzgar por la versión más generalizada de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de enormes muñecos fabricados con papel maché), unos lugareños planearon organizar una trifulca para llamar un poco la atención. Se toparon con una carreta de verduras que estaba por allí cerca y comenzaron a arrojar tomates maduros. Los inocentes espectadores allí presentes intervinieron y la escena se intensificó hasta convertirse en un descomunal rifirrafe de frutos al vuelo. Los instigadores tuvieron que compensar a los tomateros, pero eso no evitó que se repitieran nuevos combates con tomates… y que naciera una nueva tradición. Durante los años 50 las autoridades, temerosas de que la indisciplina se acentuara, promulgaron, suavizaron y posteriormente restituyeron una serie de interdicciones. En 1951, algunos vecinos que no acataron la ley fueron encarcelados, hasta que el clamor popular exigió su liberación. La osadía más famosa en contra de las prohibiciones de La Tomatina se produjo en 1957, cuando sus defensores celebraron un simulacro de entierro de un tomate con ataúd y cortejo fúnebre incluidos. A partir de 1957, la administración municipal decidió amoldarse a la situación, instaurar unas cuantas normas y aceptar la disparatada tradición. Pese a que los tomates son los protagonistas, la confrontación final está precedida de toda una semana de festejos. Son celebraciones en honor a los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, que incluyen procesiones, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. A fin de hacer acopio de fuerzas para la refriega inminente, en la víspera de la batalla se sirve una colosal paella, haciendo gala de un emblemático plato valenciano elaborado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad esta fiesta se celebra sin trabas, pero dentro de un orden. Los organizadores han llegado hasta el extremo de cultivar, exclusivamente para esta celebración anual, una variedad especial de tomates no aptos para el consumo. Los festejos comienzan sobre las diez de la mañana, con una competición en la que los participantes deben atrapar un jamón colocado en lo alto de una cucaña. Los espectadores mojan con mangueras de agua a los contendientes al tiempo que cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia repica a las doce del mediodía, unos camiones repletos de tomates entran en la ciudad, mientras los cánticos de «¡to-ma-te, to-ma-te!» alcanzan su máxima intensidad. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esta es la luz verde para aplastar y arrojar tomates en ataques generalizados contra los demás participantes. Hay quienes volean los tomates a largas distancias, quienes los disparan a bocajarro y quienes prefieren tirar ganchos de medio alcance. Sea cual sea la técnica que utilice, para cuando todo termine tendrá un aspecto (y se sentirá) radicalmente distinto. Aproximadamente una hora después, los bombarderos empapados de tomate pueden entregarse al juego en un océano de pastosa salsa callejera, en la cual ya es casi imposible encontrar algo parecido a un fruto entero. Con un segundo disparo del cañón se anuncia el final de la batalla. | Entry #16238 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain Finalist
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¿Quién arrojó ese primer y fatídico tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Posiblemente haya sido una rebelión contra el régimen de Franco, o una fiesta de carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes de papel mache), algunos residentes estaban buscando una manera de crear disturbios para llamar la atención. Por casualidad, encontraron un cajón con verduras cerca de allí y empezaron a lanzar tomates maduros. Algunos espectadores inocentes comenzaron a involucrarse hasta que la ocasión se transformó en una pelea de frutas voladoras de enormes proporciones. Los instigadores tuvieron que hacerse cargo de los daños que sufrieron los vendedores de tomate, pero eso no impidió que ocurrieran otras peleas con tomates, y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de que esta costumbre tomara un cariz de rebeldía, durante la década de 1950 las autoridades impusieron, flexibilizaron y luego volvieron a imponer una serie de prohibiciones. En 1951, los residentes que desafiaron la ley fueron enviados a prisión hasta que las protestas públicas lograron su liberación. La afronta más famosa a la prohibición de las peleas con tomates ocurrió en 1957, cuando un grupo de defensores de esta costumbre organizó a modo de burla un funeral para el tomate, que incluyó un ataúd y un cortejo fúnebre. Luego de 1957, el gobierno local decidió flexibilizar su postura, impuso algunas reglas y adoptó esta curiosa tradición. A pesar de que los tomates son el aspecto más importante, las festividades se extienden por una semana antes de llegar a la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol (la Virgen María y San Luis Beltrán) e incluye desfiles en las calles, música y fuegos artificiales en el tradicional estilo festivo de los españoles. Para acumular energía para el inminente enfrentamiento, en la víspera de la batalla se sirve una enorme paella, un tradicional plato de Valencia que incluye arroz, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad este festival de descontrol tiene cierta medida de orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable especialmente para este evento anual. Las festividades comienzan aproximadamente a las 10 de la mañana, cuando los participantes intentan trepar un poste resbaloso para alcanzar un jamón. Los espectadores tiran agua con mangueras a quienes intentan subir por el poste, a la vez que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca las doce, llegan al pueblo camiones cargados con tomates, en medio de cantos cada vez más fuertes que dicen "¡To-ma-te, to-ma-te!" Luego, el disparo de un cañón de agua marca el comienzo del evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en todas direcciones contra los demás participantes. Tiradores de larga distancia, asesinos a quemarropa y aquellos que prefieren tiros a media distancia intercambian sus proyectiles. Cualquiera sea la técnica, para cuando todo termina, uno se ve (y se siente) bastante diferente. Casi una hora después, puede verse a los participantes empapados en tomate jugar en un mar callejero de salsa blanda y resbalosa en el cual es casi imposible encontrar algo que se parezca a un tomate. Un segundo disparo del cañón de agua marca el final de la batalla. | Entry #20390 — Discuss 0 — Variant: Uruguayan Finalist
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¿Quién lanzó aquel primer tomate crucial que desencadenó la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Tal vez fuera una revuelta anti-franquista o un carnaval que se desmadró. Según la versión más extendida de la historia, durante las celebraciones de 1945 de Los Gigantes (un desfile de muñecos enormes de papel maché), algunos lugareños andaban buscando gresca para llamar la atención. Estos se toparon con un puesto de verduras que había por allí y comenzaron a lanzar tomates maduros. Algunos testigos inocentes acabaron involucrándose hasta que la escena, creciendo en intensidad, acabó por convertirse en una enorme melé de frutas volantes. Los instigadores tuvieron que pagar las pérdidas a los vendedores de tomates, pero ello no impidió que se produjeran más batallas de tomates de forma recurrente, naciendo así una nueva tradición. Temerosas de que el asunto creciera hasta volverse incontrolable, las autoridades fueron sucesivamente estableciendo, suavizando y reincorporando medidas prohibitivas durante la década de los cincuenta. En 1951, los vecinos que desobedecieron la ley fueron encarcelados hasta que las protestas populares exigieron su liberación. El más célebre desafío a las prohibiciones de los tomates se produjo en 1957, cuando un grupo de partidarios organizó una parodia de funeral para un tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió coger el toro por los cuernos y establecer una serie de normas para acoger la extravagante tradición. Aunque los tomates son la principal atracción, toda una semana de festejos conduce hasta el enfrentamiento final. Se celebran los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales en el más puro estilo festivo español. Para coger fuerzas de cara a la inminente reyerta, en la víspera de la batalla se sirve una paella popular, exhibiendo así un icono de la gastronomía valenciana con arroz, pescado, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este desmadrado festival se atiene a un cierto orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomate no comestible exclusivamente para el evento de cada año. Las fiestas arrancan hacia las 10 de la mañana con una carrera en la que los participantes compiten por coger un jamón sujeto al extremo superior de un poste engrasado. Los espectadores rocían con agua al tumulto de gente mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca las doce del mediodía, camiones abarrotados de tomates entran en el pueblo, mientras los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" van in crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el espectáculo principal da comienzo. Esta es la señal que indica que los participantes pueden comenzar a aplastar y a lanzarse tomates entre ellos en ataques a gran escala. Lanzamientos de larga distancia por las alturas, remates asesinos a bocajarro y tiros en gancho de medio alcance. Sea cual sea tu técnica, cuando el tiempo se agote, tu aspecto (y tus sensaciones) habrán cambiado bastante. Casi una hora más tarde, los guerreros empapados de tomate se quedan retozando en un mar de viscosa salsa callejera donde muy poco queda ya que se parezca a un tomate. Un segundo disparo del cañón señala el final de la batalla. | Entry #15880 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain Finalist
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¿Quién arrojó el primer fatídico tomate que inició la revolución de La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez fue durante una rebelión antifranquista, o en un carnaval que se salió de control. De acuerdo a la versión más popular de la historia, en 1945 durante el festival de Los Gigantes (un desfile de figuras gigantes hechas de papel maché), los habitantes querían representar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un carro de vegetales que se encontraba cerca, y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron en ello, hasta que la escena se convirtió en un tumulto masivo de frutas voladoras. Los incitadores tuvieron que pagarles a los vendedores de tomate, sin embargo eso no impidió que volvieran a ocurrir más luchas de tomate, naciendo así una nueva tradición. Temerosas de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron leyes, que luego relajaron; posteriormente, en los años 50 restauraron una serie de prohibiciones. En 1951 encarcelaron a los lugareños que desacataron la ley, y luego fueron liberados gracias a las protestas públicas. El descaro más famoso ante las prohibiciones del tomate tuvo lugar en 1957, cuando los defensores parodiaron un funeral de un tomate, incluidos la procesión y el ataúd. Después de 1957 el gobierno local decidió afrontar las circunstancias, así que estableció algunas reglas y abrazó la peculiar tradición. Aunque los tomates son el tema central, el enfrentamiento final se da después de una semana de festividades. Es una celebración de la Virgen María y San Luis Bertrán, los santos patrones de Buñol, que incluye desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, llena de júbilo, a la manera española. Para tomar fuerzas para la inminente trifulca, en vísperas de la batalla se sirve una épica paella, hecha con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva, resaltando un icónico platillo valenciano. En la actualidad este refrenado festival tiene un poco de orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates desabridos solo para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 a. m., momento en que los participantes concursan para alcanzar un jamón, colocado en la punta de un palo engrasado. Los espectadores riegan con agua a los revoltosos, mientras cantan y bailan en las calles. Al mediodía, cuando repican las campanas de la Iglesia, los camiones que están repletos de tomates entran al pueblo, entre tanto los gritos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" van aumentando gradualmente. A continuación comienza el evento principal con el disparo de un cañón de agua. Es la luz verde para lanzar y aplastar tomates en un ataque a gran escala contra los participantes. Artilleros de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiradores de corto alcance; no importa la técnica, al terminar uno se siente (y se ve) muy diferente. Casi una hora después, los artilleros remojados en tomate están jugando en un mar de salsa blanda por las calles, en donde no se puede ver ni un resquicio de tomate. Un segundo disparo del cañón señala el final de la batalla. | Entry #17920 — Discuss 0 — Variant: Not specified Finalist
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¿Quién pudo lanzar el primer y decisivo tomate que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Puede que fuera una rebelión antifranquista o un carnaval que se les fue de las manos. Según la versión más difundida de esta historia, durante la fiesta de Gigantes y Cabezudos de 1945 (una cabalgata de muñecos de cartón piedra), algunos lugareños buscaban montar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un carro de verduras en los alrededores y empezaron a arrojar tomates maduros. Los espectadores incautos se vieron metidos en el jaleo hasta que desembocó en una melé masiva de hortalizas voladoras. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomates, pero esto no impidió que se reprodujeran más luchas de tomates –y que naciera una nueva tradición. Temerosas de una escalada difícil de controlar, las autoridades aprobaron un par de leyes, se relajaron, y ya en los años 50 volvieron a instaurar una serie de prohibiciones. En 1951, se encarceló a unos lugareños que habían desafiado la ley, hasta que se exigió su liberación en protestas públicas. El reto más célebre a la prohibición del tomate tuvo lugar en 1957, cuando algunos partidarios de este celebraron una pantomima de funeral del tomate, que tenía como colofón un ataúd y un cortejo funerario. Después de 1957, el gobierno municipal decidió meterse en el ajo, estableció algunas reglas y aceptó esta extravagante tradición. Aunque los tomates acaparan todo el protagonismo, el momento decisivo y final viene precedido de una semana de festividades. Se trata de la conmemoración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con cabalgatas, música y fuegos artificiales, como manda la alegre tradición española. Para sacar fuerzas ante el inminente combate, se sirve una monumental paella la víspera, una exhibición del emblemático plato valenciano elaborado con arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Este festival sin trabas tiene hoy en día alguna regulación. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomate incomestible únicamente para esta ocasión anual. Las fiestas se inauguran alrededor de las diez de la mañana, momento en que los participantes hacen una carrera para ver quién agarra primero un jamón atado al extremo superior de un poste resbaladizo. Los espectadores rocían a los trepadores con agua mientras cantan y bailan en la calle. Cuando el reloj de la iglesia da las doce del mediodía, algunos camiones rebosantes de tomates entran en la ciudad, mientras van in crescendo los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!". Con los disparos de un cañón de agua, empieza la actividad principal. Es el pistoletazo de salida para aplastar y lanzar tomates en zafarrancho de combate contra los demás participantes. Sea cual sea la técnica –lanzadores de altura, atacantes a quemarropa, ganchos a media distancia-, cuando todo termina, uno tiene una pinta (y se siente) totalmente diferente. Casi una hora después, los lanzadores, calados de tomate y dejados a su propia suerte, se divierten en la calle, hecha un río de salsa resbaladiza, donde poco o nada se puede encontrar ya parecido a un tomate. El disparo de un segundo cañón avisa del final de la batalla. | Entry #15845 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain Finalist
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¿Quién lanzó ese primer fatídico tomate que inició la revolución de La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se les fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante la fiesta de Los Gigantes de 1945 (un desfile de colosales marionetas de papel maché), los lugareños estaban buscando el modo de liar una trifulca para llamar un poco la atención. Se toparon con un puesto de verduras en las inmediaciones y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Los inocentes testigos se vieron involucrados hasta que aquello fue adquiriendo las dimensiones de una gran batalla campal de fruta volando. Los instigadores tuvieron que reembolsar a los vendedores de tomates, pero eso no impidió que se volvieran a repetir las peleas de tomates, y que naciera una nueva tradición. Por temor a una escalada incontrolable, las autoridades actuaron con benevolencia, para después restablecer una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los vecinos que no acataron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor popular exigió su liberación. La más famosa de las afrentas a las prohibiciones del tomate tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios celebraron la parodia del entierro del tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió capear el temporal, estableció algunas reglas al respecto y aceptó la extravagante tradición. Si bien los tomates son el centro de atención, la batalla final está precedida por una semana de festejos. Es la celebración de los santos patronos de Buñol: la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles, música y fuegos artificiales con la típica algazara española. Para ir calentando motores ante la inminente batalla, la víspera de la contienda se sirve una monumental paella, escaparate para el emblemático plato Valenciano compuesto de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta libre de restricciones sigue un cierto tipo de pautas. Los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomates incomestibles exclusivamente para este acontecimiento anual. Los festejos dan comienzo en torno a las 10:00 am, cuando los participantes echan a correr para atrapar un jamón atado en lo alto del “palo jabón”. Mientras cantan y bailan por las calles, los asistentes sueltan manguerazos de agua a los trepadores. Cuando dan las 12 del mediodía en el campanario de la iglesia, entran en el pueblo camiones repletos de tomates, y mientras tanto, los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" van in crescendo. A continuación, y con el disparo de un cañón de agua, inicia el acto principal. Es la luz verde para lanzarse a la carga, espachurrando y tirando tomates contra el resto de participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiros de gancho de medio alcance. Sea cual sea la técnica, cuando todo acaba, te ves (y te sientes) muy distinto. Casi una hora más tarde, se deja a los terroristas empapados en tomate que jueguen en los ríos de salsa cenagosa, sin que quede nada que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #20336 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer fatídico tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista o un carnaval fuera de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el Festival de Los Gigantes (un desfile de títeres gigantes de cartón piedra) de 1945, los lugareños querían organizar una refriega para captar un poco de atención. Dieron con una carreta de vegetales que se encontraba cerca y empezaron a arrojar tomates maduros. Simples espectadores comenzaron a participar hasta que la escena se convirtió en una gran revuelta de frutas volando. Los instigadores tuvieron que indemnizar a los vendedores de tomates, pero ello no impidió la recurrencia de las peleas de tomates, ni el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una escalada revoltosa, las autoridades promulgaron, flexibilizaron y luego restablecieron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los habitantes que transgredieron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública exigió su liberación. El más famoso desacato a las prohibiciones del tomate ocurrió en 1957, cuando los partidarios celebraron un funeral de tomates simulado, con urna y procesión incluidas. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con las dificultades, estableció unas cuantas reglas y acogió la estrafalaria tradición. Aunque los tomates son el centro de atención, una semana de fiestas lleva a la confrontación decisiva. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. A fin de acumular fuerzas para la inminente reyerta, en la víspera de la batalla se sirve una gran paella, exhibiendo un icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este desenfadado festival tiene cierto orden. Los organizadores incluso han llegado a cultivar una variedad especial de tomates incomibles sólo para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de la 10 a.m. cuando los participantes hacen una carrera para agarrar un jamón colocado en la parte superior de un “palo jabón”. El público, con mangueras, echa agua a los competidores a la vez que canta y baila en las calles. Cuando la campana de la iglesia indica que es mediodía, camiones atestados de tomates entran al pueblo, mientras coros de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un punto máximo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y arrojar tomates en ataques por todos los frentes contra compañeros participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y lanzamientos tipo gancho de mediano alcance. Cualquiera que sea su técnica, cuando todo termine, usted lucirá (y se sentirá) bastante diferente. Casi una hora después, se deja que los guerrilleros llenos de tomate jueguen en un mar de blanda y húmeda salsa callejera con pocas posibilidades de encontrar algo similar a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la lucha. | Entry #15773 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer y profético tomate que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista o un desfile que se salió de control. La versión más popular de la historia cuenta que durante el festival de Los Gigantes en 1945 (un desfile de enormes muñecos hechos de papel maché), los lugareños buscaban una forma de llamar la atención, cuando se toparon con un carro de venta de verduras y empezaron a revolearse tomates maduros. Los espectadores, ingenuos, se sumaron, hasta que la situación se convirtió en una aglomeración masiva de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que pagar por los tomates, pero eso no evitó que ocurrieran más guerras similares y que con ellas naciera una nueva tradición. Las autoridades, temerosas de un avance de los rebeldes, promulgaron una serie de prohibiciones en los años cincuenta, que luego flexibilizaron y finalmente volvieron a implementar. En 1951, los locales que desafiaron la Ley fueron encarcelados, hasta que una protesta pública exigió su liberación. La burla más famosa a las prohibiciones a los tomates sucedió en 1957, cuando sus defensores simularon el funeral de un tomate, que contaba hasta con un ataúd y una procesión. Luego de ese año, el gobierno local decidió dar lugar a la voluntad del pueblo, puso algunas reglas y adoptó la extravagante tradición. Aunque el protagonismo es de los tomates, el momento cumbre es precedido por una semana de festividades. Es una celebración por los santos del patrono de Buñol, la virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, con la estampa de la alegría española. Para ganar fuerzas para la inminente revuelta, la noche previa a la batalla se sirve una paella épica, muestra del emblemático plato valenciano de arroz, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin límites cuenta con un cierto orden. Los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomates incomibles, exclusivamente para este evento anual. Los festejos comienzan alrededor de las diez de la mañana, cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón ubicado en la punta de un palo enjabonado. Los espectadores, manguera en mano, disparan agua a los contendientes, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da las doce, camiones llenos de tomates entran al pueblo, mientras crecen los gritos de ¡To-ma-te, to-ma-te! Entonces, el disparo de un cañón de agua da comienzo al evento principal. Ya hay luz verde para aplastar y lanzar tomates en impiadosos ataques contra los demás participantes. Tiradores de larga distancia, asesinos a quemarropa y lanzadores de ganchos de medio alcance: cualquiera sea tu técnica, para cuando termine la guerra vas a lucir (y a sentirte) un poco diferente. Una hora más tarde, los bombarderos, empapados de tomate, continúan jugando en un mar callejero de salsa, donde no queda un solo fruto entero. Un segundo disparo del cañón indica el final de la batalla. | Entry #16664 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó el primer tomate, el tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. A lo mejor fue cosa de una revuelta contra Franco, o de un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular, la historia data de 1945, cuando se celebraba el festival de Los gigantes, un desfile de marionetas de papel maché. Para llamar la atención, la gente buscaba alborotar. Al tropezarse con una carreta de vegetales, algunos espectadores empezaron a tirar tomates maduros. Otros se añadieron a los lanzamientos, y todo acabó en una trifulca de tomates que iban y venían. Los instigadores de la batalla tuvieron que pagar el tomate a los vendedores, lo que no fue obstáculo para que los encuentros a tomatazos se repitieran, y así naciera una nueva tradición. En los años cincuenta, temerosas de que las batallas a tomatazos escalaran hasta hacerse incontrolables, las autoridades establecieron, relajaron y luego volvieron a endurecer una serie de prohibiciones. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron apresados hasta que la opinión pública clamó por su liberación. El enfrentamiento más famoso contra las prohibiciones ocurrió en 1957, cuando los protestantes hicieron una parodia de funeral del tomate, con todo y urna y procesión. En adelante, el gobierno local decidió seguir la corriente, poner unas cuantas reglas y abrazar la extraña tradición. La batalla de los tomates es el gran evento, pero éste se prepara durante toda una semana de festividades. Es la fiesta de los patronos de Buñol, la Virgen María y San Luís Bertrand; hay desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, en un ambiente festivo a la manera española. Para cobrar fuerzas para el inminente combate, la víspera de la pelea se sirve una paella colosal; el famoso plato valenciano, a base de arroz, pescado, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, ya sin ataduras, este festival es medianamente ordenado, al punto de que los organizadores han cultivado una variedad insípida de tomates, sólo para usar en el evento. Las festividades arrancan hacia las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten por llegar a un jamón colocado en la punta de un palo ensebado. Los espectadores cantan y bailan por las calles, y al pasar echan agua con manguera a los escaladores. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, los camiones atiborrados de tomates entran al pueblo. Entonces los cantos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" van en crescendo. Con el disparo de un cañón de agua se da inicio al gran evento. Es la señal para que todos comiencen a aplastar y lanzar tomates unos a otros, en un combate de todos contra todos. Sea cual fuere su técnica: lanzamientos de larga distancia, disparos a quemarropa, o tiros de gancho a la media distancia, para cuando todo termine, usted se verá -y se sentirá- bien distinto. Cerca de una hora después, chorreando tomate, los bombarderos estarán jugando en un mar de salsa espesa que corre por la calle; es poco lo que pueda haber que aún recuerde a un tomate. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #18257 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién habrá sido el que arrojó ese profético primer tomate que inició la revolución de "La Tomatina"? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás se trató de una rebelión antifranquista o de un carnaval que se fue de las manos. De acuerdo con la versión más divulgada de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los habitantes de la localidad buscaban montar una pelea que atrajera un poco de atención. Se toparon con un carro verdulero en el camino y comenzaron a arrojar tomates maduros. Los espectadores inocentes se sumaron y la escena se intensificó al punto de convertirse en una impresionante contienda de frutas voladoras. Aquellos que instigaron el episodio tuvieron que reembolsar a los venderores de tomate, aunque eso no evitó que se reiteraran más peleas con tomates (ni el nacimiento de una nueva tradición). Por temor a una escalada de rebeldía, las autoridades decretaron, luego relajaron y después reinstauraron una serie de prohibiciones durante la década de los años cincuenta. En 1951 los residentes que desafiaban la ley eran encarcelados hasta que una protesta pública reclamaba su liberación. La insolencia más renombrada contra la prohibición de la verdura ocurrió en 1957, cuando los defensores simularon un funeral para el tomate completo con féretro y procesión. Después de 1957 el gobierno local decidió ser tolerante, establecer algunas reglas y aceptar la descabellada tradición. A pesar de que los tomates acaparan el centro de la escena, una semana de festejos conduce al momento decisivo. Se trata de una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales al estilo alegre de los españoles. Con el fin de aumentar fuerzas para la inminente riña, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, exhibiendo un icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este festival sin restricciones cuenta con cierto grado de orden. Los organizadores hasta llegaron a cultivar una variedad especial de tomates incomibles exclusivos para el evento anual. Los festejos arrancan cerca de las diez de la mañana., cuando los participantes corren para agarrar un jamón sujetado a la cresta de un palo engrasado. Los espectadores mojan con mangueras a los contendientes mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia anuncian el mediodía, ingresan al pueblo carros repletos de tomates, al tiempo que los coreos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Entonces, con el chorro de un cañon de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en un ataque sin cuartel contra todos los compañeros participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiradores de gancho de medio alcance. Cualquiera que sea la técnica que uno utilice, para cuando todo termina, uno se ve (y siente) muy distinto. Casi una hora después, a los terroristas empapados de tomate se les permite jugar en un mar de salsa callejera apelmasada, casi sin rastros de nada que se parezca a un tomate. Un segundo chorro del cañon señala el final de la batalla. | Entry #16091 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer trascendental tomate que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más extendida de la historia, durante la fiesta tradicional de Gigantes de 1945 (un desfile de figuras gigantes de papel maché), algunos lugareños comenzaron una trifulca para atraer un poco de atención. Se toparon con un puesto de verduras que había allí y comenzaron a tirarse tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados hasta que la escena se convirtió en una enorme batalla de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar los daños a los vendedores de tomates, pero aquello no impidió que se repitieran nuevas luchas con tomates ni que surgiera una nueva tradición. Temerosas de una escalada de desorden, las autoridades la sancionaron, se despreocuparon y posteriormente restablecieron una serie de prohibiciones en la década de los 50. En 1951, los lugareños que habían desacatado la ley fueron llevados presos hasta que el clamor popular exigió su liberación. El más famoso desafío a las prohibiciones del festejo se produjo en 1957 cuando sus partidarios celebraron un funeral completo por un tomate maduro, con ataúd y comitiva incluidos. Tras 1957, el gobierno local decidió poner al mal tiempo buena cara, estableció una serie de normas y adoptó la singular tradición. Aunque los tomates son el elemento más llamativo, el momento decisivo llega tras una semana de celebraciones. Se trata de la fiesta de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con procesiones, música y fuegos artificiales con el clima alegre que caracteriza a las celebraciones españolas. A fin de coger fuerzas para la inminente trifulca, una paella de dimensiones épicas se sirve la víspera de la batalla, exponiendo un plato emblemático de la cocina valenciana a base de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin limitaciones tiene una cierta medida del orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor destinada únicamente al evento anual. Las celebraciones comienzan alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes compiten por coger un jamón atado a un poste engrasado. Los espectadores riegan con mangueras a los luchadores mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, camiones repletos de tomates circulan por la cuidad, mientras la multitud corea "To-ma-te" in crescendo. Entonces, el chorro de un cañón de agua marca el comienzo del evento principal, dando luz verde al aplastamiento y lanzamiento de tomates en ataques devastadores a los demás participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos que disparan a quemarropa y medios ganchos. Cualquiera que sea tu técnica, cuando todo termine, tendrás un aspecto (y te sentirás) bastante distinto. Casi una hora después, se deja a los bombarderos, impregnados de tomate por todas partes, jugar en un mar de salsa pasada callejera que tiene ya poco de algo que se asemeje al tomate. Un segundo disparo anuncia que la batalla ha llegado a su fin. | Entry #19403 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién tiró ese funesto primer tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fuera una rebelión antifranquista, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el desfile de gigantes y cabezudos de 1945, los vecinos estaban intentando montar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un carrito de comida cercano y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena derivó en un gran tumulto de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomate, pero eso no evitó la aparición de más guerras de tomate... y el nacimiento de una nueva tradición. Temiendo un aumento de las rebeliones, las autoridades promulgaron, relajaron y reinstauraron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, unos vecinos que desacataron la ley fueron encarcelados hasta que las protestas públicas exigieron su liberación. La impertinencia más famosa contra las prohibiciones del tomate sucedió en 1957, cuando los defensores celebraron un funeral paródico del tomate, con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió amoldarse a la situación, establecer algunas normas y adoptar la absurda tradición. Aunque los tomates son la parte más importante, una semana de festejos conduce al momento decisivo. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales según el alegre estilo español. Para coger fuerzas para la inminente pelea, la víspera de la batalla se sirve una paella colosal: un emblemático plato valenciano de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Actualmente se toman ciertas medidas para este festival sin límites. Los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomates no comestibles únicamente para el evento anual. Los festejos comienzan sobre las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten para coger un jamón que se encuentra en lo alto de un palo engrasado. Los espectadores echan agua a los participantes mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da las 12, los camiones cargados de tomates entran en el pueblo, mientras los cánticos de “To-ma-te, to-ma-te” van in crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esta es la señal para machacar y lanzar tomates en ataques sin cuartel contra los demás participantes. Lanzadores de tomate a larga distancia, asesinos a quemarropa y lanzamientos de medio alcance. Sea cual sea tu técnica, cuando se acabe el tiempo tendrás un aspecto (y te sentirás) bastante diferente. Aproximadamente una hora después, los bombarderos empapados en tomate pueden jugar en un mar de blanda callejera que ya no tiene mucho parecido con un tomate. Un segundo cañonazo marca el final de la batalla. | Entry #15694 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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Nadie sabe, en realidad, de qué mano libre de pecado salió ese tomate que inició La Tomatina. Quizá haya sido una rebelión antifranquista o una feria que pasó a mayores. La versión más conocida de la historia cuenta que en 1945, durante uno de los tradicionales festivales de gigantes y cabezudos (una procesión de gigantescas figuras de papel maché), los vecinos organizaron una trifulca para llamar la atención. Los participantes echaron mano de un carro lleno de tomates maduros y comenzaron a lanzárselos. Algunos paseantes se involucraron y así estalló una gresca mayúscula en la que las coloradas frutas volaban. Los instigadores terminaron pagándoles a los verduleros, pero eso no impidió que el episodio se repitiera ni que una tradición naciera. Temerosas de que la situación se les saliera de las manos, las autoridades promulgaron, atenuaron y luego restituyeron una serie de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951, aquellos ciudadanos que se atrevieron a quebrantar esa ley resultaron arrestados hasta que el clamor de los vecinos exigió su liberación. El desafío más famoso a las prohibiciones tomatescas se presentó en 1957 con el funeral de un tomate en su ataúd, con todo y procesión. Después de 1957, el gobierno municipal cedió: fijó una serie de reglas y acogió una tradición rocambolesca. Los tomates siguen siendo los protagonistas, pero ahora las celebraciones duran una semana entera que conduce al clímax de la jugosa batalla. Los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, se visten de fiesta desopilante por las calles con música y fuegos artificiales, al mejor estilo español. La víspera del combate, los participantes recargan energías con una paella de dimensiones ciclópeas, con lo mejor del arroz, los mariscos, el aceite de oliva y el azafrán de Valencia. El frenesí del festival tiene ahora cierto sentido del orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar especialmente para el evento anual una variedad de tomates desabridos. Hacia las diez de la mañana, la fiesta comienza cuando un jamón fijado a la punta de un palo engrasado se convierte en trofeo de escaladores. El resto de los participantes canta y baila en las calles mientras rocía con manguera a los trepadores. Al mediodía, cuando tañen las campañas parroquiales, los camiones cargados de tomates hacen su aparición y el fragor de la multitud vitoreando al tomate retumba. El evento principal se inicia con el rugido de un petardo. Así se da rienda suelta al destrozo y al lanzamiento de tomates en ataques sin tregua contra los demás conmilitones. Las estrategias de ataque son incontables, como el voleo, las descargas a quemarropa y los tiros de gancho a media distancia. Para cuando todo termina, uno se ve (y se siente) muy distinto. Cerca de una hora después, los estertores del combate se mezclan con la salsa callejera que recubre a los combatientes y que de fruta ya no tiene nada. Un segundo petardo anuncia entonces el final de la batalla. | Entry #16891 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó ese primer fatídico tomate que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de la historia, en 1945 durante el festival de Los Gigantes (un desfile de enormes muñecos de papel maché), los lugareños buscaban armar una bronca para llamar la atención. Se toparon con una carreta de verduras y empezaron a arrojar tomates maduros. Espectadores desprevenidos se fueron involucrando hasta que la cosa se convirtió en una batalla campal de frutos voladores. Los revoltosos tuvieron que pagar a los vendedores, pero eso no impidió que las peleas con tomates se repitieran… ni que naciera una nueva tradición. Durante la década de 1950, temerosas de una escalada en las revueltas, las autoridades promulgaron, suavizaron y luego restituyeron una serie de prohibiciones. En 1951, los lugareños que desacataron la ley fueron encarcelados hasta que las protestas públicas lograron que los liberaran. El más famoso acto de desfachatez contra las prohibiciones tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios de las batallas simularon el entierro de un tomate con ataúd, procesión y todo. Después de 1957, las autoridades locales, cansadas de ir contra la corriente, establecieron unas cuantas normas y acogieron la extravagante tradición. Si bien los tomates son la atracción principal, una semana de festividades anticipa la gran batalla final. Se trata de una celebración en honor a la Virgen María y San Luis Bertrán, los santos patronos de Buñol, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales a la alegre usanza española. Con el fin de fortalecerse para la inminente refriega, en la víspera de la batalla se sirve una paella descomunal, toda una exhibición del emblemático plato valenciano de arroz con mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival desenfrenado tiene algo de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor solo para el evento anual. Las fiestas empiezan alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón amarrado a la punta de un palo engrasado. Mientras cantan y bailan en las calles, los espectadores mojan con mangueras a los competidores. Cuando la campana de la iglesia da las doce, camiones cargados de tomates entran al pueblo, al tiempo que el coro de “¡To-ma-te, to-ma-te!” alcanza su clímax. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y arrojar tomates en un ataque sin cuartel contra los compañeros de juerga. Cualquiera que sea su técnica, lanzamientos de larga distancia, tiros asesinos a quemarropa o ganchos de media distancia, para cuando todo haya terminado, usted se verá (y se sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate pueden jugar a sus anchas en un mar callejero de salsa viscosa, donde ya queda poco o nada que se parezca a un tomate. Un segundo cañonazo anuncia el fin de la batalla. | Entry #16249 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó aquel primer fatídico tomate que dio lugar a la revolución de La Tomatina? Nadie lo sabe realmente. Quizás fue una rebelión anti Franquista o un carnaval que se salió de control. La versión más popular de la historia señala que durante el festival de Los Gigantes en 1945 (un desfile de marionetas gigantes hechos de papel maché) los pobladores estaban viendo cómo tramar un pleito para llamar la atención. Sucedió que encontraron cerca una carreta de vegetales y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se fueron involucrando hasta que la escena se convirtió en un combate masivo de frutas volando por los aires. Los instigadores debieron compensar a los vendedores de tomate, lo cual no impidió que siguieran más pleitos de tomate, y ello diera lugar al nacimiento de una nueva tradición. Las autoridades temerosas de la intensificación de la violencia, promulgaron, flexibilizaron, y luego reincorporaron una serie de prohibiciones en la década de los 50. En 1951, los pobladores que desafiaron la ley fueron hechos prisioneros hasta que las protestas públicas exigieron su liberación. El más famoso descaro a las prohibiciones del tomate ocurrió en 1957 cuando sus proponentes celebraron un funeral simulado del tomate con todo ataúd y cortejo. Después de 1957, el gobierno local decidió poner al mal tiempo buena cara, puso en marcha algunas reglas y acogió la extravagante tradición. Si bien los tomates tienen un papel protagónico, una semana de festividades culmina con el enfrentamiento final. Se celebra a los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales en el alegre estilo español. A fin de acopiar fuerzas para la inevitable pelea, en la víspera de la batalla se sirve una paella épica que muestra un plato típico Valenciano a base de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Actualmente este festival sin restricciones posee cierto orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable solamente para el evento anual. Las festividades arrancan alrededor de las 10 de la mañana en el momento en que los participantes corren a agarrar un jamón colocado en la punta de un palo engrasado. Los espectadores mojan con mangueras a los trepadores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca las doce del medio día, camiones cargados de tomates circulan por el pueblo al tiempo que los cantos de «To-ma-te, to-ma-te!« llegan a un crescendo. Luego, al disparo de un cañón de agua, el evento principal da inicio, lo cual constituye luz verde para aplastar y lanzar tomates en un ataque a fondo contra los compañeros. Lanzadores de tomate a larga distancia, asesinos a quemarropa y ganchos de mediano alcance. Cualquiera que sea tu técnica, cuando todo termina, te verás (y sentirás) muy diferente. Casi una hora más tarde, los bombarderos empapados de tomate se quedan jugando en un mar de salsa callejera esponjosa con casi nada que se parezca a un tomate entero. Un segundo disparo del cañón señala el final de la batalla. | Entry #21737 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzaría aquel primer fatídico tomate que dio pie a la revolución de la Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Quizá fuera una sublevación antifranquista o acaso un carnaval descontrolado. Cuenta la versión más popular de la historia que, durante el festival de los Gigantes (un desfile de figuras de gran tamaño confeccionadas con papel maché) del año 1945, unos lugareños quisieron llamar la atención causando un altercado. Dio la casualidad de que había allí cerca un puesto de verdura y empezaron a lanzarse tomates maduros. Al involucrarse en la pelea los espectadores inocentes, la situación pasó a mayores hasta dar lugar a una enorme melé de fruta volante. Aunque los instigadores tuvieron que resarcir económicamente a los verduleros, no por ello dejaron de celebrarse las batallas de tomates: y de ahí surgió una nueva tradición. Por temor a que se intensificara la revuelta, las autoridades dictaron, paliaron y reinstauraron una serie de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951, se encarceló a aquellos habitantes que contravinieron la ley, hasta que se exigió su liberación por clamor público. La irreverencia más conocida hacia dichas prohibiciones tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios de la fiesta representaron un simulacro de entierro para el tomate, con féretro y cortejo fúnebre incluidos. Después de 1957, la autoridad municipal decidió resignarse, establecer unas cuantas normas y aceptar de buen grado la disparatada tradición. Aunque los tomates asumen el protagonismo, la batalla final no es más que el culmen de toda una semana de celebraciones. Se trata de una fiesta en honor a los santos patrones de Buñol —la Virgen de los Desamparados y San Luís Bertrán—, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, todo ello con el característico júbilo español. A fin de acopiar fuerzas para la inminente contienda, en la víspera de la batalla se sirve una colosal paella, haciendo gala del icónico plato valenciano compuesto de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, esta festividad desenfrenada goza de cierto grado de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates con mal sabor expresamente para este acontecimiento anual. Los festejos comienzan en torno a las diez de la mañana, hora a la que los participantes compiten por hacerse con un jamón colocado sobre un poste engrasado. Los espectadores rocían con mangueras de agua a quienes trepan por el poste, mientras se canta y se baila por las calles. Cuando la campana de la iglesia da el mediodía, llegan al pueblo los camiones cargados de tomates, entre gritos de "¡To-ma-te, to-ma-te!", que van alcanzado cada vez mayor intensidad. A continuación, con el disparo de un cañón de agua, da comienzo el acontecimiento principal. Se da así luz verde para empezar a aplastar y lanzar los tomates en una lucha sin cuartel contra los demás participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiradores de medio alcance con efecto. Independientemente de la técnica utilizada, uno concluye la batalla con un aspecto (y una sensación) muy distintos. Transcurrida casi una hora, a los artilleros, calados de tomate, se les deja juguetear a sus anchas en medio de un mar de salsa callejera pastosa en la que ya poco se asemeja a un tomate. Un segundo cañonazo marca el fin de la batalla. | Entry #21565 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó aquel portentoso primer tomate que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista, o un carnaval, que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de muñecones de papel maché), los lugareños buscaban escenificar una riña tumultuaria en busca de alguna atención. Se toparon con una carreta de verduras cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Algunos espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se convirtió en una masiva refriega de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomate, pero eso no impidió la repetición de más peleas a tomatazos —y el nacimiento de una nueva tradición—. Por temor a una escalada irrefrenable, las autoridades promulgaron, derogaron, y luego restablecieron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los vecinos que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor popular exigió su liberación. El más famoso desafuero a las prohibiciones de los tomates ocurrió en 1957, cuando los partidarios celebraron un simulacro de funeral del tomate que incluyó un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió avenirse con los festejos, estableció algunas reglas, y aceptó la descabellada tradición. Aunque los tomates son el principal atractivo, una semana de festividades anteceden al cierre final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al alegre modo español. Para acumular fuerzas para la inminente contienda, en la víspera de la batalla se sirve una épica paella, que exhibe el emblemático manjar valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este irrestricto festival tiene cierto grado de orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable únicamente para el evento anual. Las festividades arrancan a las 10 a.m. cuando los participantes compiten por alcanzar un trozo de jamón sujeto encima de un palo ensebado. Los espectadores bañan a manguera con agua a los escaladores a la vez que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia repica mediodía, los camiones repletos de tomates entran en la ciudad, mientras los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un punto culminante. Después, con el disparo de un cañón de agua, comienza el suceso principal. Esa es la luz verde para exprimir y lanzar tomates en batalla campal contra el resto de los participantes. Lanzadores de tomates a distancia, asesinos a quemarropa, y tiros en gancho de mediano alcance. Independientemente de tu técnica, cuando todo termine, te verás (y te sentirás) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos embadurnados de tomate pueden jugar en un mar de salsa callejera blandita donde queda poco por encontrar que parezca un tomate. Un segundo cañonazo marca el final de la batalla. | Entry #18523 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó el primer tomate crucial que dio inicio a la revolución denominada La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión contra Franco o un carnaval que se descontroló. De acuerdo con la versión más popular de la historia, en el festival Los Gigantes de 1945, un desfile de marionetas gigantes de papel maché, los vecinos de la zona quisieron armar un alboroto para llamar la atención. Encontraron un carro con vegetales y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se unieron a la revuelta y la escena se convirtió en una pelea masiva de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que pagarles los tomates a los vendedores, pero eso no impidió que se volvieran a producir peleas con tomates; así, nació una nueva tradición. En los años cincuenta, las autoridades, con miedo de que los conflictos de los rebeldes se intensificaran, decretaron, flexibilizaron y luego restituyeron una serie de prohibiciones. En 1951, aquellos que desafiaron a la ley fueron encarcelados, hasta que se produjeron fuertes protestas de la gente, que pidieron su liberación. La insolencia más famosa de las prohibiciones de tomates se produjo en 1957, cuando los defensores simularon un funeral de tomates, que incluyó un ataúd y una procesión. Luego de 1957, el gobierno local decidió flexibilizarse, propuso algunas reglas y adoptó la descabellada tradición. Aunque los tomates son los protagonistas del suceso, la semana de festividades termina con un enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, que incluye desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, con un alegre estilo español. Para juntar fuerzas para el alboroto inminente, en la víspera de la batalla se sirve una paella épica, que presenta un icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este festival sin restricciones sigue cierto orden. Los organizadores incluso cultivan una variedad especial de tomates de mal gusto solo para el evento anual. Las festividades arrancan a las diez de la mañana, cuando los participantes compiten por capturar un jamón colocado en la punta de un palo engrasado. Los espectadores manguerean a los alborotadores mientras estos cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca el mediodía, llegan camiones llenos de tomates al pueblo, acompañados por un canto que iba en aumento: "¡To-ma-te, to-ma-te!". Entonces, el disparo del cañón de agua da inicio al evento principal. Esa es la luz verde para lanzar y aplastar tomates en ataques generalizados entre los participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y encestadores de media distancia. Cualquiera sea su técnica, para cuando finalice, se verá (y sentirá) bastante distinto. Aproximadamente una hora después, los bombarderos empapados de tomate pueden jugar en un mar de salsa callejera resbaladiza, sin rastros visibles de algo parecido a un tomate. Un segundo disparo de cañón indica el fin de la batalla. | Entry #15679 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese fatídico primer tomate que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizá se tratara de una rebelión antifranquista o de un carnaval que se salió de madre. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante la fiesta de gigantes y cabezudos (un desfile de marionetas gigantes de cartón piedra) de 1945, algunos del pueblo buscaban montar una trifulca para llamar un poco la atención. Se toparon con un carro de verduras que había por allí cerca y comenzaron a arrojar tomates maduros, y los espectadores inocentes se fueron involucrando hasta que el incidente se convirtió en una enorme refriega de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no impidió la recurrencia de más batallas de tomates: había nacido una nueva tradición. Ante el temor de una escalada incontrolable, las autoridades promulgaron, suavizaron y más tarde reinstauraron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, algunos habitantes que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que las protestas generalizadas exigieron su liberación. La más famosa insolencia en contra de las prohibiciones tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios de la fiesta simularon un funeral del tomate, ataúd y cortejo fúnebre incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió dejar de nadar contracorriente, estableció algunas reglas y abrazó la alocada tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festejos precede al enfrentamiento final: son las fiestas de los patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles, música y fuegos artificiales, a la alegre manera española. Para reunir fuerzas de cara a la inminente reyerta, la víspera de la batalla se sirve una paella épica, ese emblemático plato valenciano con arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta desenfrenada posee un cierto grado de orden, y los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable solo para este evento anual. Los festejos arrancan sobre las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten para hacerse con un jamón situado en lo alto de una cucaña. Los espectadores riegan con agua a los que trepan, al tiempo que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca las doce del mediodía, los camiones repletos de tomates entran en la ciudad, mientras los cánticos de "¡to-ma-te, to-ma-te!" alcanzan su clímax. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal: es la luz verde para despachurrar y arrojar tomates, en una guerra sin cuartel contra el resto de participantes. Lanzadores de tomates bombeados de largo alcance, asesinos a quemarropa, ganchos de media distancia... sea cual sea tu técnica, cuando todo acabe tu aspecto (y sensaciones) serán muy diferentes. Después de casi una hora, los empapados lanzadores se hallan retozando en un cenagal de salsa callejera donde queda poco que se parezca a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #15872 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién arrojó el trascendental primer tomate que inició la revolución de La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Quizá se tratara de una rebelión antifranquista o de una verbena que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante la fiesta de Los Gigantes de 1945 (un desfile con grandes muñecos de cartón piedra), algunos lugareños intentaban armar bronca para llamar la atención, cuando se toparon con un puesto de hortalizas cercano y empezaron a lanzar tomates maduros. Algunos espectadores inocentes se sumaron a la fiesta hasta que la escena acabó en una auténtica batalla campal con tan peculiar munición. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores, pero eso no impidió que se repitieran más contiendas tomateras y naciera así una nueva tradición. Temiendo que el caos fuera a mayores, las autoridades promulgaron, suavizaron y finalmente reinstauraron una serie de prohibiciones durante los años cincuenta. En 1951, se arrestó a algunos lugareños que se atrevieron a desafiar la ley, hasta que estos fueron puestos en libertad por el clamor popular. El más famoso desplante a las prohibiciones tuvo lugar en 1957, cuando partidarios de la fiesta se mofaron preparando un estrambótico funeral tomatero, con procesión fúnebre y féretro incluidos. Tras ese año, las autoridades locales decidieron dar marcha atrás, establecer algunas normas y abrazar esta loca tradición. Aunque los tomates son los grandes protagonistas, la batalla final viene precedida por una semana de celebraciones. Son las fiestas en honor de los patrones de Buñol (la Virgen María y san Luis Bertrán), que incluyen desfiles, música y fuegos artificiales, todo con la típica alegría española. Para acumular energías de cara al inminente enfrentamiento, la víspera de la batalla se sirve una épica paella, ese icónico plato valenciano cocinado con arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, esta desenfrenada fiesta se desarrolla con cierto orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates desabridos destinada exclusivamente para este acontecimiento anual. Las celebraciones arrancan sobre las diez de la mañana, cuando los participantes se esfuerzan por ser los primeros en hacerse con un jamón colocado en lo alto de una cucaña. Los espectadores bañan a los participantes con mangueras mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia señala el mediodía, los camiones cargados de tomates entran en la ciudad, al tiempo que los cánticos de «to, ma, te… to, ma, te…» alcanzan su punto álgido. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, se da inicio al festejo principal. Esa es la señal para empezar a estrujar tomates y arrojarlos implacablemente contra el resto de los participantes. Artilleros tomateros de largo alcance, ejecutores a bocajarro y lanzadores de gancho a media distancia. Poco importa la técnica: para cuando todo haya acabado, su aspecto (y estado de ánimo) serán muy diferentes. Casi una hora después, los lanzadores, cubiertos de pulpa, se quedan retozando en un mar de tomate triturado, sin apenas nada que recuerde a este fruto a la vista. Una segunda salva marca el final de la batalla. | Entry #21374 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién habrá arrojado aquel fatídico primer tomate que dio origen a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá empezó en una revuelta antifranquista o en una feria que se salió de madre. Según la versión más popular, durante una comparsa de gigantes y cabezones (un desfile de muñecos gigantes de cartonpiedra), un grupo de aldeanos con ganas de pelear y llamar la atención se toparon con un carro de verduras y empezaron a arrojar tomates maduros. Los que pasaban por el lugar se fueron sumando hasta que la escena se convirtió en un multitudinario zafarrancho de verduras voladoras. Los instigadores no tuvieron otra alternativa que pagar lo que debían a los comerciantes de tomates, pero eso no impidió el regreso de las luchas de tomates, ni el comienzo de una nueva tradición. Por temor a que aumentara el desorden, las autoridades promulgaron, suavizaron y, finalmente, reestablecieron una serie de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951, los lugareños que resistieron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública instó a su liberación. La más famosa de las confrontaciones fue en 1957, cuando los adeptos simularon un velorio para el tomate, con ataúd, procesión fúnebre y todo. Después de 1957, el gobierno local decidió amoldarse, sentó algunas reglas generales y, en definitiva, abrazó la disparatada tradición. Aunque los tomates son el plato fuerte, esta es una semana plena de celebraciones que concluyen con la confrontación final. Se trata de la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, con fuegos artificiales, música y desfiles callejeros desbordantes del tradicional júbilo español. Para armarse de energía para la inminente refriega, en su víspera, se sirve una colosal paella, el plato valenciano por excelencia, hecho con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, esta desenfrenada celebración ha tomado un cariz más sosegado. Los organizadores hasta se tomaron la molestia de cultivar una variedad de tomate no comestible, exclusivamente para La Tomatina de cada año. Los festejos arrancan a las 10 de la mañana, cuando los participantes se lanzan a la captura de un jamón que está atado en lo alto de un palo ensebado. Los espectadores empapan a los trepadores a chorro de manguera mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da las 12 del mediodía, empiezan a llegar a la ciudad los camiones repletos de tomates, en tanto se oye el cántico de “to-ma-te, to-ma-te” repetido hasta el paroxismo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua que anuncia el inicio de los principales eventos, se da luz verde al aplastado y lanzamiento de tomates y a una lucha sin cuartel de todos contra todos. Francotiradores, asesinos a quemarropa y tiradores de ganchos de media distancia. Cualquiera sea la técnica, para cuando todo acaba, uno termina en un estado físico (y emocional) muy diferente. Casi una hora más tarde, los atacantes, empapados en tomate, siguen jugando en un mar blando y suave de salsa urbana con casi nada que se parezca remotamente a un tomate. Un segundo disparo de cañón anuncia el fin de la batalla. | Entry #16202 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer tomate cuya transcendencia dio origen al revolucionario festival de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez se trató de una rebelión antifranquista o de un festival fuera de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de los Gigantes y Cabezudos (un desfile de marionetas gigantes de papel maché) en 1945, unos lugareños buscaban pelea para llamar la atención. Por casualidad, encontraron cerca un puesto ambulante de verduras y empezaron a arrojar tomates a los demás. El público, libre de culpa en un principio, empezó a involucrarse en el incidente hasta que se desató una batalla campal de tomates. Los responsables del revuelo debieron resarcir a los vendedores ambulantes de los daños causados, pero ello no impidió que se repitieran la batallas de tomates y que surgiera una nueva tradición. En los años 50, temerosas de que la situación se les fuera de las manos, las autoridades implementaron una serie de prohibiciones, luego las dejaron sin efecto y más tarde las volvieron a instaurar. En 1951, los lugareños que se rebelaban contra las medidas prohibitivas iban a prisión, hasta que el pueblo se alzaba para exigir su liberación. La protesta más memorable contra la prohibición de la guerra de tomates ocurrió en 1957, cuando un grupo de defensores montó un funeral ficticio, ataúd y procesión incluidos, para decir adiós a los tomates. A partir de 1957, las autoridades municipales se dieron por vencidas, establecieron algunas normas y terminaron por adoptar la peculiar tradición. Aunque los tomates dominan la escena durante el festival, varias celebraciones se desarrollan durante toda una semana que culmina con la esperada guerra de tomates. El festival coincide con la fiesta de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, que se festeja con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al estilo festivo de los españoles. En vísperas de la batalla inminente y para juntar fuerzas, se sirve una extraordinaria paella, un plato valenciano típico elaborado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este catártico festival goza de cierto orden. Hasta se cultiva una variedad de tomates cuyo sabor los hace inadecuados para el consumo, por lo que se utilizan exclusivamente para esta fiesta anual. Las celebraciones comienzan a las 10 a.m, cuando los participantes corren hacia un poste de madera enjabonado para atrapar un trozo de jamón colocado en la punta. El público tira agua a los intrépidos que consiguen trepar al poste, mientras cantan y bailan en la calle. Cuando las campanas de la iglesia anuncian el mediodía, camiones cargados de tomates entran en la ciudad, y comienza a oírse el clamor de la gente: "¡tomates, tomates!" Luego, un cañonazo de agua da inicio a la celebración principal. Es la luz verde para salir al ataque, aplastando tomates y lanzándolos contra los otros participantes. Tiro libre o de gancho, estilo francotirador. No importa la técnica; cuando la batalla acabe, lucirás (y te sentirás) muy diferente. Al cabo de una hora aproximadamente, los participantes quedan empapados y juegan a revolcarse en las calles inundadas de un mar de salsa, sin un solo tomate sano que aventar. Otro cañonazo de agua anuncia el fin de la batalla. | Entry #17225 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó aquel primer tomate que tan grandes consecuencias ha tenido y marcó el inicio de la revolución de La Tomatina? Lo cierto es que no se sabe. Quizás se trató de una manifestación de la disidencia antifranquista o fue, a lo mejor, una fiesta popular *que se salió de madre. Según la versión más aceptada, durante la fiesta de Los Gigantes (un desfile con gigantescos monigotes de papel maché) de 1945, unos vecinos de la localidad buscaban cómo armar una trifulca que atrajera la atención sobre sí. En eso, toparon con un cercano puesto de vegetales y se dieron a arrojar tomates maduros. Los que hasta entonces fueran inocentes espectadores pasaron a convertirse en participantes, y la situación se transformó en una refriega a gran escala en la que los frutos volaban por los aires. Los incitadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomates, pero eso no puso fin a la reiteración de las peleas a tomatazos –y al nacimiento de una nueva tradición. Por miedo a una escalada incontrolable, en la década de los cincuenta las autoridades promulgaron, después relajaron y, posteriormente, reinstauraron una serie de prohibiciones al respecto. En 1951, unos lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor popular exigió su liberación. La más famosa y descocada acción contra las prohibiciones antitomatazos tuvo lugar en 1957, cuando se realizó una farsa de entierro del tomate que incluyó féretro y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió adaptarse a las circunstancias, establecer unas pocas reglas y abrazar la descabellada tradición. Si bien los tomates son las estrellas del espectáculo, a la actividad final le precede toda una semana de festividades que se celebran en honor de los santos patronos de Buñol -la Virgen María y San Luis Beltrán- y constan de desfiles, pasacalles y fuegos artificiales al más jubiloso estilo español. Para que se haga acopio de energías para la inminente gresca, la víspera de la batalla se sirve una paella de proporciones épicas que constituye todo un despliegue del icónico plato valenciano elaborado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, en este desenfrenado festival impera un cierto orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates de sabor no grato destinados, exclusivamente, a este acontecimiento anual. La fiesta comienza alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes se lanzan, a todo correr, hacia el palo engrasado para agarrar el jamón sujeto a su punta. Los espectadores, mientras cantan y bailan en las calles, empapan a aquellos valiéndose de mangueras. Cuando la campana de la iglesia da las doce del día, entran al pueblo los camiones repletos de tomates y el clamor de “¡Tomate, tomate!” llega a su culmen. Es entonces cuando, con el disparo de un cañón de agua, comienza el acontecimiento central. Esa es la señal para que se comience a aplastar y lanzar tomates en un ataque sin cuartel a los demás participantes. Hay quienes prefieren los lanzamientos en parábola a gran distancia, están los asesinos a quemarropa, y hay también quienes practican el tiro de gancho de mediano alcance. Independientemente de cuál sea la técnica empleada, cuando todo termina uno se ve (y se siente) bien diferente. Aproximadamente una hora después, se deja a disposición de los ensopados "granaderos" el mar de pastosa salsa en que se ha convertido la calle en la que, prácticamente, no queda ni sombra de nada que pueda parecer un tomate. Un segundo disparo de cañón de agua marca el final de la batalla. *No cabe utilizar en la traducción el vocablo “Carnaval” puesto que en España, y en todos los países de habla hispana, el carnaval precede a la Cuaresma, en tanto que la Tomatina se celebra, y se ha celebrado siempre, en agosto. Evidentemente, en la versión inglesa se ha utilizado con la acepción de “A festival or revel: winter carnival.” (tomado de thefreedictionary.com” | Entry #15923 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel profético primer tomate que inició la revolución de la Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Puede que fuera un gesto de rebeldía contra Franco, o quizá un carnaval que se salió de madre. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché) del año 1945, los vecinos estaban ansiosos por iniciar una pelea para llamar la atención. Se encontraron un carrito de verduras cercano y comenzaron a arrojar tomates maduros. Los inocentes testigos de la escena se sumaron a la acción, hasta que se desató una descomunal batalla con frutas maduras volando por doquier. Los instigadores tuvieron que pagar a los comerciantes de verduras, pero eso no impidió que la lucha con tomates se volviera a repetir —surgiendo así una nueva tradición. Temerosas de que la situación se descontrolara, las autoridades inicialmente decretaron, posteriormente suavizaron y finalmente reinstauraron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los vecinos que incumplieron estas leyes fueron encarcelados hasta que el pueblo, indignado, exigió su puesta en libertad. El más famoso desafío a las prohibiciones contra la Tomatina tuvo lugar en 1957, cuando varios partidarios de la celebración simularon un funeral del tomate, con ataúd y procesión incluidos. Tras 1957, el gobierno local asumió las críticas, definió varias normas y dio luz verde a esta extravagante tradición. Aunque los tomates son los principales protagonistas, toda una semana de celebraciones sirve de preámbulo al enfrentamiento final. Son las fiestas en honor a los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán; no faltan desfiles en las calles, música y fuegos artificiales, al más puro y jocoso estilo español. Para acumular fuerzas antes de la batalla final, la víspera se sirve una espectacular paella —una emblemática receta valenciana elaborada con arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, esta desinhibida celebración cuenta con cierto orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomate no comestible exclusivamente para el acontecimiento anual. La fiesta comienza alrededor de las diez de la mañana, momento en que los concursantes se lanzan a por un jamón sujeto en lo alto de un mástil engrasado. Los espectadores los empapan lanzándoles agua mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia repica las doce del mediodía, camiones cargados de tomates entran en el pueblo mientras crece el rugido de la gente que corea «¡To-ma-te! ¡To-ma-te!». En ese momento, un cañón de agua señala el comienzo del evento. Es la señal para empezar a aplastar los tomates y lanzarlos sin compasión a los demás participantes. Hay quien bombardea con ellos a lo lejos, otros los disparan a quemarropa, y hasta algunos los tiran con efecto a media distancia. Sea cual sea tu técnica, cuando todo termine no tendrás el mismo aspecto ni te sentirás igual que antes. Casi una hora más tarde, los luchadores empapados de tomate pueden jugar en un viscoso mar de salsa en plena calle, en la que no ha quedado un tomate entero. Un segundo disparo del cañón de agua indica el final de la batalla. | Entry #20129 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién habrá lanzado el primer y predestinado tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie sabría decirlo. Puede que se haya tratado de una rebelión antifranquista, o de un carnaval que se haya salido de control. Si nos fiamos de la versión más conocida de la historia, durante el festival de Los Gigantes (una procesión de gigantescas figuras de papel maché) en 1945, algunos concurrentes tenían la intención de provocar una altercación para llamar la atención. De casualidad, dieron con un carromato de verduras en las cercanías y empezaron a arrojar tomates maduros. Inocentes espectadores se vieron involucrados hasta que la escena se convirtió en un tumulto masivo de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que reparar los gastos ocasionados a los tomateros, lo cual no impidió que se volvieran a producir más peleas de tomates, dando así nacimiento a una nueva tradición. Temiendo que las cosas se tornasen caóticas, las autoridades decidieron intervenir al decretar, suspender y ultimadamente restablecer una serie de prohibiciones en los años 1950. En 1951, aquellos que desafiaron la ley fueron a parar a la cárcel hasta que la opinión pública se indignó y reclamó que fuesen puestos en libertad. El ejemplo más conocido de desobediencia a la prohibición de los tomates ocurrió en 1957 cuando los partidarios del concepto organizaron un simulacro de funeral de tomate, completo con ataúd y cortejo fúnebre. Después de 1957, el gobierno local decidió seguirle el son a la canción al instaurar ciertas normas y terminó por aceptar la idea de la descabellada tradición con brazos abiertos. No obstante que los tomates sean la atracción principal, durante la semana que antecede el encuentro tienen lugar festividades en preparación de la confrontación final. Se trata de la celebración de los santos patronos de Buñol, la virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales en verdadera y jovial tradición española. Para reservar fuerzas para la inevitable contienda, la víspera de la batalla se sirve una monumental paella, haciendo alarde del icónico platillo valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este desenfrenado festival ha sido templado con una medida de orden. Los organizadores han incluso llegado a cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable reservada para este evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes se enfrentan en una carrera para alcanzar un jamón en lo alto de un poste untado de grasa. Los espectadores pueden mojar a los temerarios con una manguera al tiempo que se baila y se canta en las calles. Al repicar las campanas de la iglesia al mediodía, camiones abarrotados de tomates hacen su entrada en el pueblo mientras se entonan cantos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" in crescendo. A continuación, el disparo de un cañón de agua da inicio al evento principal. Esa es la señal de arranque para aplastar y lanzar tomates en una guerra sin cuartel en contra de los demás participantes. Tomates catapultados a larga distancia, asesinos a quemarropa o tiros de gancho de alcance medio; independientemente de tu técnica de predilección, una vez todo haya acabado, te verás (y te sentirás) muy, pero muy diferente. Al cabo de una hora, más o menos, la escuadra de bombardeo de tomates completamente empapada tendrá a su disposición un mar de salsa grumosa en las calles para divertirse, sin que algo que se asemeje a un tomate quede a la vista. Un segundo cañonazo indica que ha terminado la batalla | Entry #21680 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién arrojó aquel primer tomate fatídico que originó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fue alguien en una rebelión contra Franco o cuando alguna feria se volvió incontrolable. De acuerdo a la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes hechas de papel maché), gente del pueblo quería llamar la atención por medio de una pelea amañada y al toparse con un puesto de verduras que estaba cerca empezaron a lanzar tomates maduros. Con la participación de espectadores inocentes, el espectáculo se hizo mayor, convirtiéndose en una refriega monumental con frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomate, pero eso no impidió que volvieran a ocurrir más peleas con tomates, y así nació una nueva tradición. Temiendo que escalara la irreverencia, las autoridades promulgaron, sensibilizaron y luego reinstauraron una serie de prohibiciones en los años 50. Así, en 1951, se encarceló a la gente del pueblo que desafiaba la ley hasta que la protesta pública demandó que se les liberara. La afronta más famosa ante las prohibiciones de la batalla de tomates ocurrió en 1957, cuando los protestantes realizaron el simulacro del funeral de un tomate con todo y féretro más cortejo fúnebre. Después de 1957 el gobierno regional decidió “cargar con el muerto”, estableció unas cuantas reglas y acogió la descabellada tradición. Aunque los tomates son el centro de atención, es la semana de festividades la que conduce al momento definitivo. Se honra a los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales al gozoso estilo español, y en la víspera de la pelea se sirve la épica paella, plato ostentoso e icónico de Valencia compuesto de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva, a fin de ir fortaleciéndose para la inminente batalla. En la actualidad, este festival desenfrenado tiene cierto grado de orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates desabridos solo para este espectáculo anual. Las festividades empiezan a eso de las 10:00 a.m., cuando los participantes compiten para echar mano de un jamón colocado en la cima de un poste engrasado. Los espectadores mojan a los revoltosos con mangueras mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca el mediodía, camiones abarrotados de tomates entran al pueblo, a la vez que los cánticos de “to-ma-te, to-ma-te” se dan in crescendo. El espectáculo principal empieza luego, cuando el disparo de un cañonazo de agua da luz verde para atacar con todo, aplastando y lanzando tomates a los otros participantes. No importa la técnica -lanzamientos voleados de tomate a larga distancia, disparos a quemarropa o tiros en curva de medio alcance-, para cuando todo termina, uno luce (y se siente) bastante distinto, y casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate se quedan jugando en un mar de salsa fofa elaborada en la calle, donde muy poco de lo que se encuentra se parece a un tomate. Un segundo cañonazo marca el fin de la batalla. | Entry #18083 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer desafortunado tomate que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez fue una insurrección antifranquista o un festejo callejero fuera de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los gigantes de 1945 (un desfile de monigotes gigantes de papel maché), los lugareños esperaban armar una reyerta para llamar la atención. Dieron de casualidad con una carreta de verduras y comenzaron a tirarse tomates maduros. Algunos espectadores inocentes se involucraron hasta que la riña se convirtió en un alboroto de grandes proporciones de frutas como proyectiles. Los alborotadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, aunque esto no impidió que volvieran a ocurrir otras peleas con tomates. . . y el inicio de una nueva tradición. Temerosos de que se recrudecieran los disturbios, las autoridades promulgaron, flexibilizaron y volvieron a imponer una serie de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951, los lugareños que atentaron contra la ley fueron encarcelados hasta que una protesta popular exigió su excarcelación. El más famoso desacato a las prohibiciones del tomate ocurrió en 1957 cuando los proponentes celebraron un simulacro de funeral del tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno municipal decidió volverse más tolerante, estableció algunas normas y asimiló la excéntrica tradición. Si bien los tomates adquieren protagonismo, una semana de festejos culmina con el enfrentamiento final. Se trata de las fiestas de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. Para acumular energías ante la riña inminente, se sirve una paella de proporciones gigantescas la víspera de la contienda, destacando un emblemático plato valenciano compuesto de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este desinhibido festival tiene cierta medida de orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates desabridos solamente para el encuentro anual. Las celebraciones se inician alrededor de las diez de la mañana cuando los participantes compiten por arrebatar un jamón que ha sido colocado en la parte superior de una cucaña. Los espectadores riegan con una manguera a los competidores al mismo tiempo que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, camiones repletos de tomates entran al pueblo, al mismo tiempo que los coros de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Luego, con un disparo de un cañón de agua se da inicio a la atracción principal. Esto indica que se ha dado autorización para triturar y tirar tomates en ataques desenfrenados contra los otros participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de mediano alcance. Independientemente de cuál sea su técnica, cuando todo termine, usted se verá (y se sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate quedan abandonados para jugar en medio de un mar de salsa pastosa callejera en la que es imposible encontrar casi nada que se parezca a un tomate. Un segundo disparo de cañón indica el fin de la contienda. | Entry #19873 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese transcendental primer tomate que comenzó la revolución de la Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez fue una protesta contra la dictadura de Franco o una fiesta fuera de control. Según cuenta la versión más popularizada, en 1945, durante la celebración del desfile de Gigantes y Cabezudos (un desfile de marionetas gigantes hechas de papel maché), unos jóvenes que pasaban el rato en la plaza del pueblo decidieron organizar una trifulca para llamar la atención. Los jóvenes pasaron por un puesto de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros a la gente. Los desprevenidos espectadores se vieron involucrados en lo que terminó siendo una batalla campal de tomates volantes. Los instigadores tuvieron que pagar al vendedor por los tomates, pero esto no impidió que al año siguiente la guerra de tomates se repitiera. Y así nació una nueva tradición. Durante la década de los 50, las autoridades locales, temerosas de una escalada rebelde promulgaron una serie de prohibiciones que más tarde relajaron y, posteriormente, volvieron a reimplantar. En 1951, los habitantes de la zona que desafiaron la prohibición fueron encarcelados hasta que el clamor popular reclamó su liberación. La mayor impertinencia contra la prohibición de la Tomatina tuvo lugar en 1957, cuando sus defensores celebraron el funeral del tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, las autoridades decidieron aceptar la situación estableciendo una serie de normas y dando la bienvenida a la extravagante tradición. Si bien los tomates tienen un papel protagónico, la Tomatina forma parte de las celebraciones de los patronos de Buñol, San Luis Bertrán y la Virgen de los Desamparados. Las fiestas se celebran al típico estilo español con una semana de desfiles callejeros, música y fuegos artificiales. Para aumentar las fuerzas de cara a la inminente lucha, la víspera de la batalla se sirve el plato valenciano por antonomasia: una épica paella. Actualmente, aunque sigue siendo una fiesta sin restricciones tiene un cierto orden. Los organizadores hasta han llegado a cultivar una variedad de tomate no comestible especialmente para la ocasión. Las celebraciones comienzan a eso de las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten en agarrar un jamón sujeto en lo alto de un palo engrasado. Los espectadores se divierten tirando agua a los competidores mientras cantan y bailan por las calles. Cuando a medio día suenan las campanas de la iglesia, camiones llenos de tomates entran en el pueblo mientras la intensidad de los cánticos va en aumento: ¡To-ma-te!, ¡To-ma-te! Entonces, con el disparo de un cañón de agua comienza el evento principal. Esa es la señal para atacar sin cuartel y lanzar tomates contra los otros participantes. No importa la técnica que uses, tiros de larga distancia, a quema ropa o ganchos a media distancia, cuando todo termine te sentirás (y verás) muy diferente. Casi una hora después, combatientes empapados en tomate chapotean por las calles convertidas en un pastoso mar de salsa sin que se encuentre un tomate por ninguna parte. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #18352 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién habrá sido el primero en arrojar ese tomate fatal que marcaría el comienzo de la revolución de La Tomatina? Nadie lo sabe. ¿Habrá sido quizá una muestra de rebelión antifranquista o algún carnaval fuera de control? Si nos dejamos llevar por la versión más popular de la historia lo que sucedió fue que en el año 1945, durante el festival de los Gigantes y Cabezudos (desfile de marionetas gigantescas realizadas en papel maché) algunos lugareños decidieron representar una reyerta para llamar la atención. Un capricho del destino quiso que un carro con vegetales se encontrara en ese preciso lugar entonces los lugareños comenzaron a arrojarse tomates. Los espectadores, inadvertidos de que esto era parte de la representación, decidieron sumarse a la batalla hasta que la escena se volvió un masivo alboroto de fruta voladora. aun cuando los instigadores fueron obligados a resarcir a los vendedores de tomates, esto no impidió la recurrencia de sucesivas contiendas a ‘tomatazos' – y el nacimiento de una nueva tradición. En la década de 1950 las autoridades, temerosas ante la posibilidad de que se produjera algún desborde, promulgaron una serie de prohibiciones que luego suavizaron, para volver a instaurarlas más tarde. Al año siguiente, en 1951, los residentes del lugar que se atrevieron a desafiar la ley fueron encarcelados y puestos en libertad posteriormente ante el clamor popular. La reacción más osada por la prohibición de ‘la tomatina’ se produjo en 1957 cuando sus defensores realizaron un entierro del tomate donde no faltó el ataúd ni la procesión. Luego de esto, el gobierno local decidió flexibilizarse un poco, aunque unas pocas normas continuaron vigentes se decidió a abrazar la extraña tradición popular. A pesar de que los tomates ocupan el centro de la escena, la confrontación final es precedida por una semana de festividades en la cual se celebra al santo patrono de Buñol, a la Virgen María y a San Luis Bertrand, y donde no faltan los desfiles callejeros, la música y los fuegos artificiales muy de acuerdo con la tan alegre tradición española. La noche previa a la batalla se sirve una paella de proporciones épicas, este plato por demás representativo de la comida valenciana compuesto de arroz, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva, ayuda a prepararse para la batalla que ya es inminente. Hoy en día, este festival que no sabe de restricciones goza de cierto orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates sin sabor que se utiliza únicamente durante el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes corren para alcanzar un jamón que se encuentra en el extremo de un poste engrasado, y los espectadores arrojan agua a los alborotadores que cantan y danzan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el medio día, se produce el ingreso a la ciudad de camiones repletos de tomates y el canto de ‘to-ma-te, to-ma-te’ va in crescendo. Es en este preciso instante cuando el disparo de un cañón de agua anuncia el comienzo del evento principal; esta es la luz verde para comenzar a estrujar y lanzar tomates en un ataque de todos contra todos. No importa cuál sea la técnica empleada: bolea alta, asesino a mansalva o gancho de media distancia, para el momento en que todo termina te verás (y te sentirás) ‘distinto’. Luego de casi una hora, los bombarderos ahora empapados en tomate juegan en un mar de salsa donde es difícil hallar algo que se asemeje a un tomate entero. Y es en este momento cuando un segundo disparo de cañón marcará el fin de la batalla. | Entry #18383 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó aquel primer profético tomate que diera inicio a la revolución de La Tomatina?, en realidad, nadie lo sabe. Tal vez se trató de alguna forma popular de rebelión antifranquista, o de alguna feria ambulante que se salió de control. La versión más popular de la historia cuenta que, en 1945, durante el festival de los Gigantes y Cabezudos (un desfile de muñecos gigantes elaborados en papel maché), los lugareños buscaban organizar una reyerta para llamar la atención. Estas personas se encontraban protestando cerca de un carro de verduras e inesperadamente comenzaron a arrojar tomates maduros. Los transeúntes inocentes de lo que estaba ocurriendo se fueron sumando a la refriega hasta que la escena se convirtió confusamente en una riña tumultuaria de hortalizas volando por los aires. Y aun cuando los instigadores debían pagar luego a los vendedores por los tomates arrojados, eso no fue impedimento para que esta colorida guerra de tomates se repitiera de forma sucesiva, marcando con ello, el nacimiento de una nueva tradición. En la década de los 50, las autoridades, temerosas de una escalada sin control, promulgaron, relajaron y posteriormente restituyeron una serie de prohibiciones a la singular refriega. En 1951, los lugareños que desobedecían tal prohibición fueron encarcelados hasta que el clamor popular obligó a las autoridades a liberarlos. En 1957, se produjo la osadía más famosa contra la prohibición de la guerra del tomate, cuando sus defensores realizaron un gran simulacro de funeral del tomate con ataúd y procesión incluida. Más tarde, ese mismo año, el gobierno local decidió lidiar con las dificultades de esta peculiar fiesta, para lo cual estableció unas pocas reglas, adoptando así esta original tradición. Aunque los tomates constituyen la atracción principal de una semana de festividades que culmina con el combate final, se trata en realidad de la celebración de los santos patronos de Buñol: la Virgen María y San Luis Bertrand, que se festeja con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales enmarcados en alegres tradiciones españolas. Para fortalecer la fuerza en el combate, se sirve una colosal paella en la víspera de la batalla, ofreciendo el característico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival “libre de reglas” cuenta con algunas medidas de orden. Los organizadores han llegado incluso hasta cultivar una variedad especial de tomates no agradables para el consumo, solo para llevar a cabo este importante evento anual. Las festividades inician alrededor de las 10 de la mañana, cuando los participantes corren para alcanzar un jamón colgado en la punta de un poste jabonoso. Los alegres espectadores rocían a los escaladores con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia repica en la tarde, unos camiones repletos de tomates entran en el pueblo, a los gritos eufóricos de "TO-MA-TE, TO-MA-TE!" que van in crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, se da inicio al evento principal. Es la luz verde para comenzar a estrujar y arrojar tomates en un ataque de todos contra todos. Tiros de tomate de larga distancia, tiros a quemarropa y tiros de media distancia. No importa cuál sea tu técnica, para el momento en que termine, lucirás (¡y te sentirás!) muy diferente. Cerca de una hora después, los bombarderos empapados en tomate continúan jugando en un inmenso mar de salsa derramada en la calle intentando encontrar aún algún tomate. Entonces, un segundo disparo cañón indica el final de la batalla. | Entry #18944 — Discuss 0 — Variant: Venezuelan
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¿Quién dio el profético lanzamiento de aquel primer tomate que inició La Tomatina? La verdad nadie la sabe. Quizás, una rebelión antifranquista, o algún carnaval que se fue de las manos. La versión más popular de la historia cuenta que, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de figuras gigantes de papel maché) los habitantes de la zona buscaban montar una pelea para llamar la atención. Se encontraron con un carro lleno de verduras y comenzaron a arrojar tomates maduros. Espectadores inocentes se sumaron a la acción hasta que la escena se volvió un descontrol de frutas volando en el aire. Los incitadores tuvieron que pagar el daño causado a los vendedores de tomates, pero esto no detuvo la recurrencia de las peleas ni el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un nuevo (y más intenso) ataque de rebeldía, las autoridades promulgaron, cedieron y luego volvieron a promulgar varias leyes de prohibición durante la década de 1950. En 1951, los habitantes que desafiaron las leyes fueron encarcelados hasta que una protesta pública ordenó la liberación. La protesta más absurda contra la prohibición tuvo lugar en 1957, cuando los jóvenes partidarios celebraron el funeral de un tomate dentro de su ataúd y marcharon en su nombre. Luego de 1957, el gobierno del lugar decidió ceder al enfrentamiento y, estableciendo una serie de reglas, aceptó la insólita tradición. Aunque los protagonistas principales son los tomates, estos son sólo la culminación de una semana entera de celebraciones. La celebración venera a los santos patronos de Buñol (la Virgen María y San Luis Bertrán) en una serie de desfiles donde reina la música y los fuegos artificiales al alegre modo español. Para aumentar tu fuerza, previo a la batalla se sirven épicos platos de paella, un típico plato Valenciano compuesto por arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este liberal festejo sigue un protocolo. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomates no adecuados para el consumo, para utilizarlos en el evento anual. Los festejos comienzan alrededor de las 10 a.m., cuando los participantes compiten para agarrar un jamón en lo alto de un poste engrasado. Mientras tanto, los espectadores bailan y cantan en las calles, mojándose unos a otros con mangueras. Cuando la campana de la iglesia marca el mediodía, los camiones cargados con tomates circulan hacia la ciudad, a la voz de un creciente canto que ansía "To-ma-te, to-ma-te". Luego, el disparo de un cañón de agua da inicio al evento principal. Los participantes están listos y habilitados para aplastar y lanzar tomates en todas direcciones contra los demás competidores. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa, lanzadores de media cancha. Sea cual sea tu estrategia, para el final de la batalla te verás (y sentirás) un poco diferente. Aproximadamente una hora después, a los bombarderos, cubiertos enteramente de tomate, se les permite jugar en los mares de salsa restante en las calles, donde ya ni un tomate quedó entero. Finalmente, un segundo cañonazo marca el fin de la batalla. | Entry #16951 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién aventó el primer y fatal tomate que inició la revolución de La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se salió de control. De acuerdo a la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de muñecos gigantes de papel maché), algunos lugareños querían escenificar una riña para llamar la atención. Pasaron junto a una carreta de vegetales y empezaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron hasta que la escena llegó a un masivo combate de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar el tomate a los vendedores, pero eso no detuvo las recurrentes peleas con tomates, y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de que esto se escalara sin control, las autoridades promulgaron, luego relajaron y finalmente volvieron a adoptar una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor de la gente exigió su liberación. La desfachatez más grande contra la prohibición de los tomates sucedió en 1957, cuando los partidarios realizaron todo un funeral de tomates en son de burla, con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió dar el brazo a torcer, estableció algunas reglas y acogió la excéntrica tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festividades da pie al espectáculo final. Es la celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles en las calles, música, fuegos artificiales con el festivo estilo español. Para tomar fuerzas para la inminente riña, el día anterior a la batalla se sirve una paella épica, luciendo el icónico platillo valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, este irrestricto festival tiene algo de orden. Los organizadores han ido tan lejos, que cultivan una variedad especial de tomates no comestibles solo para el evento anual. Las festividades inician alrededor de las 10 de la mañana, cuando los participantes corren para agarrar un jamón que está fijo en la parte superior de un palo encebado. Los espectadores avientan agua con mangueras a los revoltosos mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el medio día, los camiones cargados con tomates entran al pueblo y los cantos de "To-ma-te, to-ma-te" van en crescendo. Luego, el evento principal inicia con el disparo de un cañón de agua. Esa es la luz verde para que los participantes aplasten y lancen tomates en una batalla de todos contra todos. Lanzamientos elevados de largo alcance, tiros con precisión asesina y ganchos de medio alcance. Cualquiera que sea tu técnica, cuando se acaba el tiempo, te verás (y sentirás) bastante diferente. Cerca de una hora después, los bombarderos, empapados en tomate, pueden jugar en un mar resbaloso de salsa callejera, donde hay muy pocos residuos que asemejen un tomate. Un segundo cañonazo anuncia el final de la batalla. | Entry #19270 — Discuss 0 — Variant: Mexican
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¿Quién arrojó aquel fatídico primer tomate que inició la revolución de la Tomatina? La verdad es que nadie sabe. Tal vez fuera una rebelión en contra de Franco, tal vez un carnaval que se descontroló. La versión preferida de la historia cuenta que en 1945, durante la Fiesta de los Gigantes (un desfile de enormes muñecos de papel maché), unos lugareños querían llamar la atención y decidieron armar un escándalo. Encontraron a mano un carro de verduras y empezaron a arrojar tomates maduros; gente que pasaba y no tenía nada que ver se sumó, y se desató una batalla campal bajo una lluvia de tomates. Después los instigadores tuvieron que indemnizar a los verduleros, pero las guerras de tomatazos se repitieron y nació una tradición. En los años cincuenta, las autoridades (temerosas de que la cosa pasara a mayores) aprobaron primero, relajaron después y volvieron a instaurar al fin una serie de prohibiciones. En 1951, unos lugareños que desafiaron la interdicción terminaron en la cárcel, pero el clamor popular obligó a liberarlos. En 1957, los partidarios del festejo organizaron la más famosa tomadura de pelo a la prohibición, simulando el entierro de un tomate con ataúd y cortejo fúnebre incluidos. Así que después de 1957, el ayuntamiento local decidió seguir el juego, poner algunas normas y aceptar la alocada tradición. Aunque el tomate es el protagonista, el duelo final es el clímax de una semana de festejos en honor de los santos patronos de Buñol (la Virgen María y San Luis Bertrán), que incluye procesiones, música y fuegos artificiales, en un típico clima festivo español. Para preparar fuerzas para la batahola inminente, la noche anterior se sirve una monumental paella, el tradicional plato valenciano hecho con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, esta fiesta desenfrenada se sometió a cierto orden. A tal punto que los organizadores cultivan una variedad especial de tomates, no aptos para consumo, exclusivamente para la batalla anual. Los festejos arrancan alrededor de las diez de la mañana, con una competencia en la que los jugadores trepan un palo enjabonado para atrapar un jamón colgado en la punta, mientras los espectadores les echan agua con mangueras, en medio de cantos y bailes callejeros. Cuando la campana de la iglesia da las doce del mediodía, entran al pueblo camiones cargados de tomates, y comienza a oírse cada vez más alto el clamor: «¡To-ma-te, to-ma-te!». Entonces, desde un carro hidrante se lanza un chorro de agua que anuncia el comienzo del evento principal. Es la señal de largada para que los presentes comiencen a aplastar y arrojarse tomates en una guerra de todos contra todos sin cuartel. Tomatazos parabólicos de largo alcance, asesinatos a quemarropa, ganchos de media distancia... cualquiera sea la técnica elegida, el final es el mismo: uno se ve (y se siente) muy diferente. Aproximadamente una hora después, no queda un tomate sano y la calle está cubierta por un mar de salsa en el que los combatientes juegan y chapalean. Entonces un segundo chorro de agua anuncia el fin de la batalla. | Entry #21185 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el primer tomate que desató la revolución de la Tomatina? Realmente nadie lo sabe. Quizá fuese una revuelta contra Franco, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de títeres de papel maché), los lugareños quisieron fingir una trifulca para llamar la atención. Se encontraron un carrito de verduras que había cerca y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Los espectadores que no tenían nada que ver acabaron metidos en la reyerta y la escena derivó en una aglomeración masiva de hortalizas volando. Los instigadores del suceso tuvieron que compensar económicamente a los vendedores de tomates, pero eso no impidió que volviese a haber más peleas de tomates —y a nacer una nueva tradición. Temerosas de una escalada revoltosa, las autoridades decretaron, suavizaron y volvieron a decretar, una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los habitantes que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que hubo una protesta pública pidiendo su liberación. El descaro más famoso desafiando las prohibiciones de la Tomatina tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios de la fiesta realizaron la simulación de un funeral del tomate con ataúd y cortejo. Después de 1957, la administración municipal decidió gestionar la batalla, estableció algunas reglas y aceptó la alocada costumbre. Aunque los tomates están en el primer plano, hay una semana de fiestas previas a la contienda final. Estas fiestas, en honor a los santos patronos de Buñol –la Virgen de los Desamparados y San Luis Bertrán– incluyen desfiles, música y fuegos artificiales al estilo jovial español. Con la intención de ganar fuerzas para la pelea inminente, se sirve una colosal paella en la víspera de la batalla, presentando el plato estrella valenciano de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy este desenfrenado festival tiene un cierto orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor solo para este acontecimiento anual. La fiesta empieza sobre las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten por coger un jamón fijado en la parte superior de un poste grasiento. Los espectadores echan agua con una manguera a los que pelean en la batalla y mientras tanto se canta y se baila en la calle. Cuando la campana de la iglesia da el toque de mediodía, los camiones cargados de tomates entran en el pueblo y la gente empieza a corear más y más «¡to-ma-te, to-ma-te!». Entonces se inicia el evento principal con el disparo de un cañón de agua. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en una contienda suprema contra los demás participantes. Lanzamientos de tomates a larga distancia, disparos a bocajarro y tiros a media altura: sea cual sea tu técnica, para cuando haya acabado tendrás un aspecto (y te sentirás) bien diferente. Casi una hora más tarde, los bombardeos de tomates dejan paso a un mar de salsa en la calle, en la que es difícil encontrar algo parecido a un tomate. Un segundo disparo de cañón indica el fin de la batalla. | Entry #17276 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Cómo se inició la revolución de las Tomatinas? ¿Quién arrojó el primer venturoso tomate? A decir verdad, nadie lo sabe. Tal vez fue un acto de rebelión antifranquista, tal vez una festividad que se fue de las manos. La versión más aceptada remite al festival de 1945 de Los Gigantes, un desfile de gigantescos muñecos hechos de papel maché. Aparentemente, unos pobladores querían iniciar una pelea callejera para llamar la atención, y al encontrarse con un carro de venta de vegetales comenzaron a arrojarse tomates maduros. Muchos espectadores inocentes también se involucraron, hasta que la escena se convirtió en un gigantesco campo de batalla de frutos voladores. Aunque los vendedores de tomates reclamaron el pago a los instigadores, los combates continuaron… y nació una nueva tradición. En la década de 1950 y ante el temor de una escalada anárquica, las autoridades sucesivamente aplicaron, flexibilizaron y volvieron a aplicar una serie de prohibiciones a las Tomatinas. En 1951 los pobladores que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que el clamor popular exigió su liberación. Pero fue en 1957 cuando se produjo el desafío más sonado a la prohibición, ya que los defensores de los combates simularon un “funeral del tomate” que hasta incluía ataúd y procesión. A partir de entonces el gobierno local decidió tomar el toro por las astas: dejó en pie solo algunas reglas y adhirió de lleno a la extravagante tradición. Aunque los tomates ocupan el centro de la escena, las festividades que preceden al enfrentamiento final duran una semana completa. La Virgen María y San Luis Beltrán, los santos patrones de Buñol, son homenajeados en la más festiva tradición española con desfiles callejeros, música y fuegos de artificio. Una épica paella ─el típico plato valenciano con arroz, frutos de mar, azafrán y aceite de oliva─ se sirve justo antes de la batalla, para que todos enfrenten con fuerzas las escaramuzas que se vienen. En la actualidad, el descontrol que caracteriza al festival ha logrado alguna semblanza de orden. Los organizadores hasta han cultivado una variedad especial de tomates de sabor desagradable, solo para este festejo anual. Las celebraciones comienzan alrededor de las diez de la mañana, cuando los participantes corren a disputarse una pieza de jamón que cuelga de la parte más alta de un mástil engrasado. Los espectadores mojan con una manguera a todos los que trepan, mientras cantan y danzan por las calles. Cuando el tañido de la campana de la iglesia marca el mediodía, un grupo de camiones repletos de tomates ingresan al pueblo, mientras la cantinela de “¡To-ma-te! ¡To-ma-te!” se convierte en un clamor generalizado. A continuación se dispara un cañón de agua y comienza el festejo principal. El cañonazo da vía libre a ataques sin cuartel, en los que todos estrujan y lanzan tomates al resto de los participantes. Conviven quienes apuntan los tomates desde gran distancia, los asesinos a quemarropa y los lanzamientos con comba de mediano alcance. Sin importar la técnica que se utilice, para cuando la batalla termine todos se verán (y se sentirán) muy diferentes. Casi una hora después, los combatientes ya totalmente cubiertos de pulpa terminan revolcados en un mar de pastosa salsa callejera. Para ese entonces ya no quedará nada que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #17684 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó ese fatídico primer tomate que inició la revolución de La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Quizá fue un acto de rebelión contra Franco o un carnaval que se salió de las manos. De acuerdo con la versión más popular del suceso; en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de gigantescas marionetas de papel maché), algunos lugareños idearon escenificar una pelea para llamar la atención. Recurrieron a un carrito de verduras cercano y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Algunos inocentes espectadores se vieron involucrados, hasta que la escena se convirtió en una trifulca masiva con fruta voladora. Los provocadores tuvieron que pagarles el tomate a los vendedores, pero eso no impidió la recurrencia de más batallas con tomate – y el nacimiento de una nueva tradición. Temiendo una escalada de rebeldía, las autoridades decretaron, suspendieron y luego restablecieron, una serie de prohibiciones en la década de los cincuentas. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que el público protestó pidiendo su liberación. La más famosa insolencia contra las prohibiciones del tomate sucedió en 1957, cuando los partidarios llevaron a cabo la parodia completa de un funeral del tomate, con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió dejarse llevar por la corriente, establecer unas cuantas reglas y adherirse a la disparatada tradición. Aunque los tomates son la atracción principal, es una semana de festividades la que nos lleva hasta la confrontación final. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand; con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, al jubiloso estilo español. Con el fin de que adquieras fuerza para la inminente pelea, en la víspera de la batalla se sirve una épica paella, que es un icónico platillo valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, en cierta medida, esta desenfrenada fiesta lleva un orden. Los organizadores hasta cultivan una variedad especial de tomate de sabor desagradable, sólo para el evento anual. Las festividades arrancan alrededor de las 10 a.m., cuando los participantes compiten para arrancar un jamón colocado en la punta de un poste grasiento. Los espectadores usan mangueras para mojar con agua a los contendientes, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia suena indicando que es mediodía, camiones repletos de tomate entran al pueblo, mientras los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" van en aumento. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para triturar y lanzar tomates en el ataque total contra los compañeros participantes. Lanzador de tomate a larga distancia, asesino a quemarropa y tirador de ganchos de medio alcance. Cualquiera que sea tu técnica, al terminar te verás (y sentirás) muy diferente. Casi una hora después, a los bombarderos empapados de tomate se les permite jugar en un mar de callejera salsa machacada, en donde encontraremos poco que nos recuerde algo que parezca un tomate. Un segundo cañonazo marca el final de la batalla. | Entry #20554 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el primer fatídico tomate que inició la revolución de La Tomatina? A decir verdad, nadie lo sabe. Quizás se trató de una rebelión antifranquista, o de un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, en el año 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de muñecos de papel maché gigantes), los vecinos del lugar querían iniciar una pelea para llamar la atención. Se toparon con un puesto de verduras que estaba por allí y comenzaron a arrojar tomates maduros. Algunos observadores inocentes se unieron y la escena terminó siendo una guerra masiva de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que reembolsar el costo de los tomates a los vendedores, pero eso no evitó la repetición de más guerras de tomates... y el nacimiento de una nueva tradición. En los años 50, temerosos de que la situación escalara y se hiciera difícil de controlar, las autoridades dictaron, suspendieron y luego reinstauraron una serie de prohibiciones. En el año 1951, los vecinos que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que por medio de manifestaciones públicas se exigió su liberación. El acto más famoso que desafió las prohibiciones relacionadas con los tomates se produjo en 1957, cuando los que se oponían a ellas celebraron a modo de burla un funeral del tomate que hasta contó con un féretro y una procesión. Luego de 1957, el gobierno local decidió ir con la corriente, dictó algunas reglas y adoptó la descabellada tradición. A pesar de que los tomates son la figura principal, una semana de festividades precede a la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles, música y fuegos artificiales en las calles al alegre estilo español. Para juntar fuerzas para la inminente pelea, se sirve una colosal paella en la víspera de la batalla, haciendo gala de uno de los platos valencianos tradicionales preparado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este descontrolado festival tiene un cierto orden. Los organizadores han llegado hasta a cultivar una variedad de tomates especial de sabor desagradable solo para este acontecimiento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 a. m., cuando los participantes compiten por agarrar un jamón sujeto en lo alto de un palo engrasado. Los espectadores echan agua con mangueras sobre los competidores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da las 12 del mediodía, entran en la ciudad los camiones cargados de tomates, mientras el canto de "¡To-ma-te, to-ma-te!" va in crescendo. Entonces, el disparo de un cañón de agua marca el inicio de la atracción principal. Esa es la luz verde para comenzar a aplastar y lanzar tomates en un ataque general entre todos los participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa y ganchos de media distancia. Cualquiera sea su técnica, al finalizar la batalla lucirá (y se sentirá) completamente diferente. Aproximadamente una hora más tarde, bombarderos empapados de tomate juegan en un mar de salsa callejera resbaladiza, en donde no queda ya nada que se parezca a un tomate. Un segundo disparo de cañón marca el final de la batalla. | Entry #21224 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó el primer y providencial tomate que dio nacimiento a la revolución de La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Quizás era una revuelta antifranquista o un carnaval que se salió de madre. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de enormes figuras de papel maché) de 1945, algunos lugareños querían simular una pelea para llamar la atención. No muy lejos, se encontraron con un carro de hortalizas y empezaron a lanzar tomates maduros. Algunos espectadores que nada tenían que ver con ello se fueron uniendo a la batalla, en una escalada que convirtió la escena en un masivo pandemónium de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que indemnizar a los vendedores de tomates, pero ello no evitó que se repitieran las batallas de tomates, ni el nacimiento de una nueva tradición. La década de 1950 fue testigo de una sucesión de promulgaciones, dulcificaciones y restauraciones de la prohibición del evento por las autoridades, temerosas de una escalada descontrolada. En 1951, los lugareños que violaban la ley eran encarcelados hasta que el clamor popular exigía su liberación. El episodio más famoso de desafío a la prohibición de la batalla de tomates tuvo lugar en 1957, cuando los defensores del evento celebraron una parodia de funeral en la que no faltaba ni un ataúd ni una procesión. A partir de 1957, el gobierno local decidió dejar de remar contracorriente, estableció algunas normas e hizo suya esta absurda tradición. Aunque los tomates tengan un papel preponderante, es toda una semana de fiestas la que desemboca en la batalla final. Se trata de una celebración dedicada a los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con fuegos artificiales, música y desfiles por las calles, con la típica alegría española. Justo antes de la batalla, para recuperar fuerzas, se sirve una épica paella, perfecto ejemplo de la icónica receta valenciana compuesta de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, aunque liberado de trabas, este festival no está exento de organización. Sus responsables han llegado hasta el punto de cultivar una variedad incomible de tomates en exclusiva para este evento anual. Las fiestas arrancan cerca de las 10 de la mañana, con la prueba del "palo jabón", cuyos participantes deben alcanzar un jamón que corona un poste engrasado. Mientras cantan y bailan en la calle, los espectadores remojan con mangueras a los escaladores. Cuando el campanario de la iglesia da las doce, entran en la ciudad camiones llenos de tomates, acompañados del apogeo de los cánticos de "to-ma-te, to-ma-te". En ese momento, el disparo de un cañón de agua da inicio al acto principal. Es la señal que da luz verde al aplastamiento y lanzamiento de tomates en ataques sin cuartel contra los demás participantes: lanzamientos de tomates en parábolas de larga distancia, ataques asesinos a quemarropa y tiros con efecto a media distancia. Sea cual sea tu técnica, para cuando todo haya terminado estarás muy cambiado, por fuera y por dentro. Casi una hora después, a los bombarderos, empapados en tomate, solo les queda chapotear en un mar de salsa donde apenas se puede encontrar algo que recuerde a esta hortaliza. Un segundo disparo del cañón de agua señala el final de la batalla. | Entry #16337 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién arrojó aquel fatídico tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes en 1945 (desfile de títeres gigantes hechos a base de papel maché), la población local buscaba comenzar una pelea para llamar la atención. Ellos se toparon con una carreta con vegetales cercana y comenzaron a lanzar los tomates maduros. Inocentes espectadores se vieron involucrados hasta que la escena escaló hacia una refriega de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomate, pero eso no detuvo la recurrencia de más peleas de tomate y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades reaccionaron, se relajaron y luego reinstauraron una serie de controles durante los años 50. En 1951, la población local quienes desafiaron la ley fueron a prisión hasta que una protesta popular clamó por su libertad. El más famoso desacato a los controles de tomate ocurrió en 1957 cuando simpatizantes realizaron un funeral de fantasía que incluía un ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local aprendió a lidiar con la situación y definió algunas reglas, acogiendo la extraña tradición. A pesar de que los tomates tienen el papel protagónico, hay una semana de fiestas que culminan con la confrontación final. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y jubilosos fuegos artificiales a la manera española. Para desarrollar la fuerza necesaria para la inminente pelea, una paella de proporciones épicas es servida en la víspera de la batalla, exhibiendo un plato icónico valenciano a base de arroz, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin restricciones tiene una cierta dosis de orden. Los organizadores han ido tan lejos como cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para este evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes hacen carrera para agarrar un jamón que se encuentra fijo en el tope de un poste engrasado. Espectadores mojan con mangueras a los participantes mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia anuncian el mediodía, camiones llenos de tomates se concentran en el pueblo, mientas cantos de "To-ma-te, to-ma-te" alcanza el clímax. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Ese es el visto bueno para aplastar y arrojar tomates en una batalla sin cuartel en contra de otros participantes. Lanzadores de tomate de altura, asesinos a quemarropa y disparos de gancho de media distancia. Cualquiera sea su técnica, para cuando todo termine, usted se verá (y sentirá) totalmente diferente. Casi una hora después, los atacantes empapados con tomate juegan en un mar de salsa sin que haya ningún tomate completo. El disparo de un segundo cañón señaliza el final de la batalla. | Entry #16408 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó el trascendental primer tomate que inició la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista o un carnaval descontrolado. Según la versión más popular, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los lugareños querían iniciar una reyerta para llamar la atención. Encontraron cerca un carro de verduras y comenzaron a arrojar tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados hasta que la muchedumbre se desquició y se convirtió en una batalla campal de fruta voladora. Los provocadores debieron pagar a los vendedores de tomates pero eso no impidió que se repitieran las batallas de tomates y así nació una nueva tradición. Temerosos de una nueva escalada ingobernable, las autoridades promulgaron, suavizaron y restablecieron diversas prohibiciones durante la década de 1950. En 1951, los lugareños que se resistían a la ley fueron encarcelados hasta que el clamor popular exigió su liberación. La irreverencia más famosa contra las prohibiciones de tomates ocurrió en 1957 cuando sus partidarios celebraron una parodia de funeral de tomates que incluyó féretro y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió adaptarse a las circunstancias, sancionó una serie de normas y acogió la extravagante tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, hay una semana de festividades previas a la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al jubiloso estilo español. Para juntar fuerzas para la trifulca en gestación, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, exponiendo el icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival desacatado presenta alguna medida de orden. Los organizadores incluso han cultivado una variedad especial de tomates poco apetitosos expresamente para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las diez de la mañana cuando los participantes compiten para atrapar un jamón colocado encima de un palo enjabonado. Los espectadores mojan a los contendientes con agua mientras cantan y bailan en las calles. Con el tañido de las campanas al mediodía, camiones cargados de tomates llegan a la ciudad y entonces los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan su clímax. Y luego se dispara un cañón de agua y comienza el evento central. Esta es la luz verde para aplastar y arrojar tomates en todas direcciones contra los demás participantes. Lanzadores de tomates a gran distancia, asesinos a quemarropa y tiros de alcance medio. Sea cual sea su técnica, para cuando todo haya terminado, usted se verá (y se sentirá) bastante diferente. Casi una hora más tarde, los artilleros empapados en tomate permanecen jugando en un mar de pastosa salsa callejera donde poco queda parecido a un tomate. Un segundo disparo de cañón marca el final de la contienda. | Entry #16499 — Discuss 0 — Variant: Rioplatense
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¿Quién lanzó aquél primer tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Quizás haya sido una rebelión antifranquista, o un carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de esta historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los lugareños pretendían escenificar una reyerta para atraer un poco de atención. Encontraron en las cercanías un carro de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Se fueron sumando expectadores inocentes y el panorama fue creciendo hasta convertirse en una refriega masiva donde volaban las frutas. Los instigadores tuvieron pagar compensación a los vendedores de tomate, pero eso no impidió que se repitieran otras peleas con tomates – así como el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una oleada de insubordinación, las autoridades decretaron una serie de prohibiciones en los años 50, que se relajaron y luego se volvieron a promulgar. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública clamó por su liberación. El más famoso enfrentamiento a las prohibiciones de los tomates ocurrió en 1957, cuando los proponentes hicieron un funeral con tomates que tenía incluso un féretro y una procesión, todo en forma de sátira. Después de 1957, el gobierno decidió ser tolerante, así que implantó ciertas reglas y aceptó tal excéntrica tradición. Aunque los tomates ocupan el centro de la atención, el enfrentamiento ocurre luego de una semana de celebraciones. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, con desfiles en la calle, música y fuegos artificiales a la alegre usanza española. Para acumular energías para la inminente reyerta se sirve una colosal paella en vísperas de la batalla, presentando un plato valenciano icónico de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad este festival desenfrenado tiene una cierta medida de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor que se usan exclusivamente para este evento anual. Las celebraciones comienzan alrededor de las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón colocado en lo alto de un palo engrasado. Los espectadores echan agua con mangueras a los alborotadores mientras se canta y se baila en la calle. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, entran al pueblo los camiones cargados de tomates, mientras crecen los cánticos de "¡To-ma-te, To-ma-te!". El evento comienza, pues, cuando se dispara un cañón de agua. Esa es la luz verde para comenzar a aplastar tomates y lanzarlos en ataques generales entre todos participantes. Se bombean tomates a larga distancia, hay asesinos a quemarropa y otros que hacen tiros en gancho a media distancia. Sea cual fuere tu técnica, cuando todo termine lucirás – y te sentirás – muy diferente. Casi una hora después, lo que quedan son bombarderos empapados de tomate jugando en una pulposa salsa callejera en que se puede encontrar muy poco que se parezca a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #19013 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese fatídico primer tomate que comenzó la revolución? Lo cierto es que no se sabe: pudo haber una rebelión antifranquista o un carnaval que se les fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile con gigantes y cabezudos), algunos habitantes querían armar jaleo para llamar la atención. Se encontraron con un carro de vegetales que estaba por allí y empezaron a tirar tomates maduros. Los incautos espectadores se enzarzaron en la pelea y los ánimos comenzaron a subir de tal forma que la escena se convirtió en una auténtica batalla campal de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no impidió que se volvieran a organizar más batallas que dieron como fruto una nueva tradición. Por temor a que la situación escalase sin control, las autoridades promulgaron, suavizaron y más tarde reinstauraron una serie de prohibiciones en la década de los cincuenta. En 1951, los habitantes que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la indignación pública reclamó su puesta en libertad. La más famosa provocación en contra de las prohibiciones tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios de los tomates celebraron el funeral del tomate, con ataúd y procesión incluidos. A partir de 1957, el gobierno local decidió seguir la corriente, imponer unas cuantas normas, y abrazar esta estrambótica tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, antes del enfrentamiento final se celebra una semana de festividades en las que se honra a los santos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al más puro estilo español. Para acumular fuerzas de cara a la pelea, se sirve una épica paella la víspera de la batalla. Hoy en día, este desatado festival tiene un cierto orden. Los organizadores han llegado incluso al punto de cultivar una variedad especial de tomates, de sabor desagradable, para su uso exclusivo en este acontecimiento anual. Las festividades se inician en torno a las diez de la mañana, cuando los participantes compiten para ser los primeros en coger un jamón situado en la parte superior de un palo jabonoso. Los espectadores mojan a los participantes con mangueras mientras se canta y se baila en las calles. Cuando la campana de la iglesia da las doce, camiones llenos hasta los topes de tomates entran en el pueblo, mientras la gente corea «¡To-ma-te, to-ma-te!» cada vez más alto. En ese momento se dispara un cañón de agua y comienza el acontecimiento principal. Es la señal que abre la veda para aplastar y lanzar tomates en despiadados ataques contra el resto de participantes. Hay artilleros de larga distancia, asesinos que disparan a quemarropa y ganchos a media distancia. Casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate continúan jugando en un mullido mar de salsa callejera donde apenas queda nada que se parezca a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #16763 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién hubiese sido capaz de adivinar cuál sería el sino de aquel primer tomate que inició de revolución de La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Tal vez fuese un acto de revuelta antifranquista, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más conocida de la historia, fue durante una fiesta de Gigantes (un desfile de enormes figuras de cartón piedra) que unos habitantes de la localidad intentaron iniciar una bronca para atraer la atención. Alcanzaron un carro de verdura, y empezaron a arrojar tomates maduros. Algunos espectadores inocentes se involucraron en la disputa, y el resultado fue la escalada hasta una brutal batalla campal de fruta lanzada por los aires. Los instigadores tuvieron que pagar por los daños ocasionados a los marchantes de tomates, pero aquello no iba a impedir que se disputasen más combates a tomatazos de modo recurrente – y con ello el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una escalada incontrolada, las autoridades establecieron, atenuaron, y luego reinstauraron toda una serie de prohibiciones durante los años cincuenta. En 1951, aquellos que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que las protestas y la indignación públicas consiguieron su liberación. El acto más descarado de rebelión en contra de las prohibiciones relacionadas con el tomate tuvo lugar en 1957 cuando sus partidarios celebraron una parodia de funeral al tomate, completo con ataúd y procesión. Con posterioridad a 1957, el ayuntamiento decidió unirse a la causa, estableció unas cuantas normativas, y abrazó la estrafalaria tradición. Aunque ciertamente son los tomates quienes tienen el mayor protagonismo, es una semana de fiesta la que conduce al duelo final. Se trata de la celebración de los santos patrones de Buñol : La Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales, con la alegría propia de las fiestas en España. Para coger fuerzas para la inminente batalla, la víspera de la contienda se sirve una paella de proporciones épicas, haciendo honor al plato valenciano a base de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones se desarrolla no obstante con cierto orden. La organización se ocupa incluso de que se cultive una variedad especial de tomates con un sabor desagradable tan solo para este acontecimiento con carácter anual. La fiesta empieza a eso de las 10 de la mañana cuando los participantes en una cucaña salen corriendo para atrapar un jamón colocado sobre un poste embadurnado de grasa. Los espectadores los mojan a manguerazos mientras cantan y bailan por las calles. Cuando las campanas de la iglesia tocan mediodía, entran en el pueblo los camiones cargados de tomates, mientras los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Es entonces cuando, con la puesta en marcha de un cañón de agua, empieza el acto principal. Es la luz verde para chafar y tirar tomates atacando con fuego a discreción a los demás participantes, todos contra todos. Tomates lanzados con parábola a larga distancia, bocajarro de modo asesino, con tiros de gancho de media distancia, sea cual sea su técnica, parecerá (y se sentirá) diferente. Casi una hora después, lo que se han bombardeado a tomatazos, empapados de tomate, siguen jugando en la calle un charco de salsa blandurria en la que queda poco o nada que se parezca a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la contienda. | Entry #16295 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién arrojó ese primer tomate bendito, dando inicio a la revolución que hoy es La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás fue una revolución antifranquista o un carnaval que se descontroló. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de muñecos gigantes hechos en papel maché), los lugareños planeaban simular una pelea para atraer atención. De casualidad se toparon con un carro de vegetales cercano y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se fueron involucrando hasta que la escena escaló a una trifulca masiva de fruta voladora. Los instigadores fueron forzados a indemnizar a los vendedores de tomate, sin embargo eso no frenó la recurrencia de más batallas y el nacimiento de una nueva tradición. En la década del 50, temerosos de una revuelta intensificada, las autoridades pusieron en vigencia, suspendieron y luego reactivaron una serie de prohibiciones. En 1951, un grupo de lugareños desafió la ley y fueron arrestados hasta que el clamor popular exigió su liberación. La injuria más famosa a las prohibiciones sucedió en 1957 cuando un grupo de activistas llevó a cabo un funeral al tomate, una parodia con ataúd, procesión y todo. Luego de 1957, las autoridades locales decidieron que si no puedes contra ellos, únete; fijaron una serie de reglas y acogieron la desquiciada tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festividades antecede el gran evento. Es una celebración a los santos patronos de Buñol: la Virgen María y San Luis Bertrand; con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales, todo con el alegre estilo español. A fin de juntar fuerzas para la batalla inminente, la noche anterior se sirve una paella épica, típico plato Valenciano hecho de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, aún este desfachatado festival tiene cierto grado de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates incomibles que se producen exclusivamente para el evento anual. Las festividades comienzan a las 10 a.m. cuando los participantes compiten para agarrar un jamón que se halla sujeto a la punta de un palo engrasado. Los espectadores utilizan mangueras para arrojar agua a los competidores, mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia tañe al mediodía, camiones cargados de tomate entran al pueblo al son del cántico: “¡to-ma-te, to-ma-te!” que va in crescendo. Luego, con el disparo de agua de un vehículo antidisturbios, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar ataques de tomate en todas las direcciones contra los contrincantes. No importa cual sea tu técnica: lanzamiento a distancia, asesinato a quemarropa, gancho lateral medio; para cuando todo termina te verás (y sentirás) muy diferente. Casi una hora después, guerreros empapados en tomate aún se revuelcan en la salsa blandengue que queda en la calle, donde es casi imposible encontrar algo que se asemeje a un tomate. Un segundo disparo del vehículo antidisturbios señala el final de la batalla. | Entry #20638 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quien habrá lanzado ese bendito tomate que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión en contra de Franco o un carnaval que se desbordó. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes en 1945 (una parada de muñecos de gran tamaño hechos con paper maché), los habitantes del lugar querían escenificar una riña para atraer la atención. Dieron con un carro con verduras que se encontraba cerca y comenzaron a lanzar los tomates maduros que estaban en el. Los instigadores tuvieron que pagar los tomates a los verduleros pero eso no impidió la repetición de estas guerras de tomates dando así origen a una nueva tradición. Temiendo una escalada de protestas, las autoridades decretaron, derogaron y luego volvieron a decretar una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los habitantes del lugar que desafiaron la ley, fueron llevados a prisión hasta que las protestas públicas lograron su liberación. El desafío más famoso a la prohibición del tomate, tuvo lugar en 1957 cuando sus instigadores realizaron un simulacro de funeral de tomate completo, con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió abandonar la confrontación, estableció unas cuantas reglas y se plegó a la excéntrica tradición. Aunque los tomates siguieron siendo los protagonistas, la tradición deriva en una semana de festejos. Se celebra a los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Louis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en una manera muy española. Para colectar fuerzas para el enfrentamiento, se sirve una paella de proporciones en la víspera de la batalla, el plato símbolo de Valencia con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este caótico festival, se realiza con cierto orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomates no comestibles para este evento anual. La fiesta comienza alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes corren a tomar un jamón amarrado al punto más alto de un palo encebado. Los espectadores, premunidos de mangueras, mojan a los competidores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanadas de la iglesia anuncian el atardecer, ingresan a la ciudad los camiones cargados con tomates mientras los cantos "To-ma-te, to-ma-te!" aumentan en volumen. Luego, al dispararse un cañón de agua, comienza el evento. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates a todos quienes participan. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho a distancia mediana. Cualquiera sea la técnica empleada, al terminar uno se ve (y se siente) muy diferente. Casi una hora después, los lanzadores de tomates, quedan e las calles, sumidos en un mar de salsa blanda y nada que parezca un tomate a la vista. Un segundo cañonazo señala el fin de la batalla. | Entry #16325 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer tomate con que se inició la revolución de la Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizás fuera una suerte de rebelión antifranquista o acaso un carnaval que se desmadró. La versión más conocida nos cuenta que, durante el pasacalles de gigantes y cabezudos de las fiestas del año 45, algunos vecinos tenían ganas de montar bronca y llamar la atención. La casualidad quiso que dieran con una carreta de tomates que había por ahí y se pusieron a lanzar tomates maduros. Unas personas que andaban mirando se vieron involucradas y la diversión se convirtió una batalla campal de frutas que volaban por los aires. Los alborotadores tuvieron que pagarles los tomates a los vendedores, pero eso no impidió que se produjeran nuevas batallas de tomates. Y así surgió una nueva tradición. En la década del cincuenta, las autoridades, temerosas de que el asunto degenerara descontroladamente, impusieron una serie de prohibiciones cuyo cumplimiento fueron sucesivamente olvidando y restableciendo de nuevo. En 1951 se encarceló a los que desafiaban la prohibición, pero finalmente los tuvieron que soltar debido al clamor popular. La actuación de mayor desfachatez contra las prohibiciones tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios escenificaron un funeral del tomate, con ataúd y cortejo incluidos. Aunque los tomates son los protagonistas, la batalla final viene precedida de una semana entera de alegres festejos en honor a los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, con sus desfiles, actuaciones musicales y fuegos artificiales, como es de rigor en las fiestas de pueblo en España. La víspera, para coger fuerzas para la inminente confrontación, los participantes comparten una paella* popular gigante. Hoy en día, esta fiesta desenfrenada se desarrolla dentro de un cierto orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates no comestibles exclusivamente para este acontecimiento anual. La fiesta arranca a eso de las diez de la mañana, momento en el que los participantes se lanzan a una carrera para ver quién coge primero un jamón colgado de lo alto de un poste engrasado. Mientras, los espectadores, al tiempo que recorren las calles cantando y bailando mientras, van mojando a los trepadores con mangueras de agua. Cuando suenan las doce campanadas en la torre de la iglesia, van entrando en el pueblo unos camiones repletos de tomates, mientras los cánticos de “¡To-ma-te, to-ma-te!” van subiendo de tono. Después, con el primer chorro del cañón de agua, comienza la diversión principal. Es el pistoletazo de salida para que los participantes empiecen a estrellarse y lanzarse tomates entre sí, en una guerra sin cuartel de todos contra todos. Se practican lanzamientos a larga distancia, ataques a quemarropa y disparos en parábola a distancias medias. Pero sea cual sea la técnica empleada, cuando la batalla llegue a su fin, parecerá usted, y se sentirá, otra persona completamente diferente. Al cabo de una hora, estos artilleros, empapados de tomate, se quedan jugando en un pastoso lago de salsa roja en el que ya no hay casi nada que pudiera semejarse a un tomate. Finalmente, el cañón de agua efectúa un segundo disparo señalando el término de la contienda. * Plato típico de Valencia hecho con arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. | Entry #19531 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer fatídico tomate que dio inicio a la revolución de la Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. A lo mejor fue una rebelión contra Franco o simplemente un carnaval que se les fue de las manos. Según la versión mayormente aceptada, en 1945 durante el festival de Los Gigantes (un desfile de enormes figuras de papel maché), unos vecinos quisieron llamar la atención escenificando una pelea. Se tropezaron por casualidad con un puesto de verduras cercano y empezaron a lanzarse tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados y la escena degeneró hasta transformarse en una batalla campal con fruta volando por todas partes. Los iniciadores tuvieron que indemnizar a los comerciantes, pero eso no impidió que se siguieran organizando peleas de tomates, dando vida a una nueva tradición. El miedo a altercados incontrolables hizo que en los años 50 las autoridades impusieran una serie de prohibiciones que sucesivamente fueron relajadas y al final restablecidas. En 1951, los vecinos que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor popular llevó a su liberación. El mayor desafío a estas leyes ocurrió en 1957 cuando los promotores escenificaron el entierro de un tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió hacer de tripas corazón, así que aprobó unas pocas leyes a medida y acogió esa disparatada tradición. Aunque los protagonistas son los tomates, la confrontación final es precedida por una semana entera de fiestas. Son las celebraciones en honor a los patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con procesiones, música y fuegos artificiales, en línea con la tradición festiva española. Para hacer acopio de fuerzas para el inminente combate, la noche previa a la batalla se sirve una enorme paella, plato típico valenciano, preparado con arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este extravagante festival mantiene una cierta compostura. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad de tomates no comestibles específicamente para este acontecimiento anual. La fiesta empieza sobre las 10 de la mañana, cuando los participantes intentan alcanzar un jamón colgado de lo alto de un poste engrasado. Los espectadores mojan con agua a los trepadores mientras cantan y bailan por las calles. Cuando el campanario marca las doce, hacen su ingreso en la ciudad los camiones rebosantes de tomates, acompañados por el creciente estruendo de "To-ma-te, to-ma-te!". Entonces, suena la carcasa anunciando el principio del evento principal. Es la luz verde para empezar a aplastar y lanzar tomates en una guerra total contra los compañeros participantes. Largos lanzamientos en parábola, disparos a bocajarro o ganchos de medio alcance. Independientemente de la técnica que adoptéis, cuando todo acabe, tendréis un aspecto (y os sentiréis de manera) completamente diferente. Casi una hora más tarde, los tiradores empapados de tomate se quedan jugando en un mar de viscosa salsa callejera que ya no contiene nada que se parezca a un tomate. Una segunda carcasa anuncia el final de la batalla. | Entry #21877 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó ese primer fatídico tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se les escapó de las manos. La versión más popularmente aceptada de esta historia dice que en el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas de papel maché gigantes), los lugareños estaban viendo la forma de organizar una riña para atraer un poco de atención. Esta riña se armó en un carro de verduras cercano desde donde comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se involucraron de tal forma que la escena se convirtió en una refriega masiva de fruta volando. Los instigadores tuvieron que indemnizar a los proveedores de tomates, pero eso no impidió la recurrencia de más y más riñas de tomates dando así nacimiento a una nueva tradición. Temerosos de que se iniciara una escalada rebelde, las autoridades promulgaron, relajaron y luego reafirmaron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública exigió su liberación. El más famoso desafío a la prohibición del tomate ocurrió en 1957, cuando los partidarios celebraron un simulacro de funeral del tomate completo con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió acabar con los ataques a éste y establecer algunas reglas a cambio, abrazando así esta insólita tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana entera de festividades ocurre antes de llegar al enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en alegre estilo español. Para aumentar su fuerza para la inminente riña, una paella épica se sirve en la víspera de la batalla, mostrando un emblemático plato Valenciano que lleva arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene algún nivel de orden. Los organizadores han llegado tan lejos que ahora cultivan una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para el evento anual. Las festividades se inician alrededor de las 10 am cuando los participantes se lanzan en una carrera para atrapar un jamón sostenido encima de un palo encebado. Los espectadores mojan con agua de manguera a los transeúntes mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia señala el mediodía, camiones repletos de tomates ruedan por la ciudad, mientras que los cánticos de ":To-ma-te, to-ma-te!" van en crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para la triturar y lanzar tomates en ataque total contra el resto de los participantes. Hay lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiradores en dribleo de medio rango. Sea cual sea su técnica, al momento en que se acabe se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los lanzadores, empapados de tomate se quedan jugando en un mar callejero de salsa blanda donde se encontrará muy poco que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #16862 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez se trató de una rebelión antifranquista, o de un carnaval que se escapó de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes hechas de papel maché), los lugareños buscaban organizar una reyerta para llamar la atención. Ocurrió que se encontraban cerca a un carrito de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron hasta que la escena degeneró en un masivo combate cuerpo a cuerpo de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomate, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas de tomates — y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron, relajaron y luego reinstauraron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor público exigió su liberación. El más famoso descaro frente a las prohibiciones de peleas de tomates ocurrió en 1957, cuando sus defensores celebraron una parodia de un funeral completo del tomate, con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió ser tolerante, poner en marcha unas cuantas reglas y aceptar la excéntrica tradición. Aunque los tomates toman un papel central, es una semana de festividades la que conduce al enfrentamiento final. Se trata de una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con un despliegue de desfiles callejeros, música y fuegos artificiales a la alegre manera española. Para acumular fuerzas para la inminente pelea, se sirve una épica paella en la víspera de la batalla, presentando un emblemático plato Valenciano consistente en arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día este desinhibido festival tiene cierto grado de orden. Los organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates indigeribles para el evento anual. Las festividades se inician cerca de las 10 a. m. cuando los participantes corren para tomar un jamón fijado encima de un palo ensebado. Los espectadores bañan con agua a los revoltosos a medida que cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, camiones abarrotados con tomates ingresan a la ciudad, mientras que los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Luego, comienza el evento principal con el disparo de un cañón de agua. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en ataques generales contra otros participantes. Tomates propulsados desde una larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de mediano alcance. Cualquiera que sea su técnica, para cuando todo acabe, se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate son dejados para jugar en un mar de suave salsa callejera con poco que quede semejante a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #16273 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién fue el que lanzó el primer y emblemático tomate que dio inicio a la revolución de “La Tomatina”? La verdad es que nadie lo sabe. Pudo haberse tratado de una rebelión anti-franquista, o algún carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de la historia, durante el Festival de los Gigantes de 1945 (la parada de muñecos gigantes fabricados con papel “mâché”), algunas personas del lugar querían provocar una pelea para llamar la atención. A fin de lograrlo, pasaron por encima de una carreta llena de vegetales y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes observadores quedaron involucrados en la escena, que terminó convirtiéndose en una mescolanza de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que indemnizar a los vendedores, pero eso no impidió que se repitieran las batallas de tomates –y que surgiera una nueva tradición. Temerosos de otra escalada incontrolable, las autoridades sancionaron una ley, instauraron una serie de prohibiciones en los años 50 y con eso se tranquilizaron. En 1951, algunas personas del lugar que desafiaron la ley fueron arrestadas, pero se llevó a cabo una protesta para que las dejaran en libertad. El más famoso acto de desfachatez frente a aquella prohibición de tomates sucedió en 1957, cuando algunos oponentes parodiaron el funeral de un tomate, incluyendo la procesión y el féretro. Después de ese año, el gobierno local decidió entrar en la jugada, establecer sólo unas cuantas reglas y, finalmente, acogerse a la extravagante tradición. Aunque los tomates juegan un papel central, la semana de fiestas tiene como ulterior objetivo la gran celebración final: la de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, caracterizada por las procesiones, la música y los fuegos artificiales, al jovial estilo español. Y para obtener la energía necesaria para la inminente contienda, la víspera de la batalla se sirve una épica paella, el plato típico valenciano hecho de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este festival tan original ha adquirido un cierto orden. Los organizadores han llegado, incluso, a cultivar una variedad especial de tomates no comestibles, exclusivamente destinados a este evento anual. La festividad se inaugura oficialmente alrededor de las 10 de la mañana, hora en que los participantes compiten para alcanzar un jamón puesto en el extremo de una vara cubierta de grasa. Los espectadores mojan a los contrincantes con mangueras, mientras van cantando y bailando por las calles. Cuando las campanas de la Iglesia marcan el medio día, llegan a la ciudad camiones llenos de tomates, mientras va en crescendo el grito colectivo: “¡¡To-ma-te, to-ma-te!!”. El evento comienza poco después, con el lanzamiento de un cañón de agua. Es la señal de “luz verde” para empezar a machucar y tirar tomates en cualquier dirección, contra todos los demás participantes: lanzadores de larga distancia, asesinos de tiro al blanco y ganchos de medio campo… Sea cual sea la técnica que use, cuando se acabe el tiempo se verá (y se sentirá) muy diferente. Aproximadamente una hora más tarde, se les permite a los lanzadores empapados de tomate jugar y escurrirse en un mar de salsa sobre la calle, donde difícilmente podrán encontrar un tomate entero. Con un segundo lanzamiento de cañón se marca el final de la batalla. | Entry #17365 — Discuss 0 — Variant: Colombian
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¿Quién lanzó ese decisivo tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Seguramente fue una rebelión anti-franquista, o un festival que se salió de control. De acuerdo a la versión del cuento más popular, durante el Desfile de Gigantes (un desfile de títeres gigantes hechos de papel maché) en 1945, los habitantes del lugar planeaban una pelea para obtener algo de atención. Esto tuvo lugar cerca de un carro de vegetales y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Inocentes transeúntes se vieron involucrados hasta que la situación se intensificó a un mano a mano de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas de frutas ni el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de enfrentar una incontrolable escalada, las autoridades se promulgaron, flexibilizaron un poco y luego re-establecieron una serie de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951, los habitantes que desafiaron a la autoridad fueron encarcelados hasta que el clamor público logró su liberación. La más grande insolencia de las revueltas del tomate sucedió en 1957, cuando los defensores realizaron un funeral simulado del tomate con todo y urna y procesión. A partir de 1957, las autoridades locales decidieron enrolarse en las golpizas, establecieron unas cuantas leyes, y acogieron la descabellada tradición. A pesar de que los tomates son los protagonistas, una semana de festividades termina en el momento decisivo. La celebración de las fiestas de los santos patronales de Buñol, la virgen María y San Luis Bertran, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales a la manera entusiasta española. Para aumentar su fuerza ante la inminente pelea, una paella épica es servida en la víspera de la batalla, mostrando un plato valenciano icónico de arroz, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Hoy en día, este desenfrenado festival mantiene un orden en cierta medida. Los organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de incomibles tomates sólo para el evento anual. Las festividades inician alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes emprenden una carrera para agarrar un jamón que está fijo sobre un palo engrasado. Los espectadores rocían agua a los tomateros mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da las doce del mediodía, los camiones repletos de tomates llegan al pueblo, mientras cantos de ¡"To-ma-te, to-ma-te"! alcanza su punto culminante. Entonces, con el rociado de un cañón de agua, el evento principal comienza. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en los ataques sin cuartel hacia los compañeros participantes. Lanzadores de tomates, asesinos a quema ropa y tiros a medio alcance. No importa la técnica que emplees, para el momento en que acabe, lucirás (y te sentirás) totalmente diferente. Después de casi una hora se les permite a los lanzadores bañados en tomate jugar entre un mar de pasta de salsa en la calle, donde nada presenta semejanza a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el fin de la batalla. | Entry #17387 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el fatídico tomate que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, en 1945 durante el festival de Los Gigantes (un desfile de títeres gigantes de papel maché), los lugareños provocaron una pelea para conseguir un poco de atención. Pasaron por una carreta llena de vegetales y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se remontó a una batalla campal. Los provocadores tuvieron que reembolsar a los proveedores de tomate, pero eso no detuvo la repetición de las peleas y el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una escalada incontrolable, las autoridades promulgaron, rebajaron los controles, y, posteriormente reincorporaron una serie de prohibiciones en la década de los años 50. En 1951, los habitantes de la zona que desafiaban la ley fueron encarcelados hasta que el clamor público pidió su liberación. El más famoso desacato a las prohibiciones del tomate ocurrió en 1957, cuando los defensores realizaron un simulacro del funeral al tomate con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió continuar con el tema, y estableció unas cuantas reglas en su lugar, y adoptaron la pintoresca tradición. Aunque los tomates son el centro de la atención, una semana de festividades conducen al enfrentamiento final. Con festivales callejeros, música y fuegos artificiales a la usanza española, se festeja a los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán. A la hora de reponer fuerzas para la próxima pelea, una grandiosa paella se sirve en vísperas de la batalla, mostrando un emblemático plato de arroz valenciano de mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin impedimento tiene alguna medida de orden. Los organizadores han llegado hasta el punto de cultivar una variedad especial de tomate únicamente para el evento anual. Las fiestas inician alrededor de las 10 horas, cuando los participantes corren para apoderarse de un jamón fijado encima de un palo encebado. Los espectadores con la ayuda de mangueras lavan a los participantes con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el medio día, camiones cargados de tomates entran en la ciudad, mientras cantos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" se escuchan cada vez con mayor intensidad. Luego, con el disparo de un cañón de agua, el principal evento da inicio. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates a los compañeros participantes, en una lucha de todos contra todos. Lanzadores de larga distancia de tomates, asesinos a quemarropa y disparos de medio alcance. Cualquiera que sea su técnica, para el momento en que termina, se verán (y sentirán) muy diferente. Casi una hora más tarde, los lanzadores empapados de tomate se encuentran jugando en una playa de blanda salsa callejera con poco que haya quedado de un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #19288 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó aquel primer crucial tomate con el que se inició la Tomatina? Quizá la causa fue una revuelta antifranquista o una fiesta que se les fue de las manos, pero la realidad es que nadie lo sabe. De acuerdo con la versión más extendida de la historia, durante el desfile de gigantes y cabezudos de 1945, algunos vecinos que se habían propuesto armar jaleo para llamar la atención, se encontraron por casualidad con un puesto de verduras y empezaron a tirarse tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron envueltos en el altercado de tal manera que aquello se convirtió en una refriega masiva de fruta volando por todas partes. Los instigadores tuvieron que pagar por los tomates, pero eso no impidió que la lucha de tomates se repitiera... ni que comenzara una nueva tradición. Por miedo a que se intensificara de forma descontrolada, durante los 50, las autoridades decretaron, flexibilizaron y restablecieron una serie de prohibiciones. En 1951, los vecinos que se saltaban las prohibiciones eran encarcelados hasta que las protestas públicas hacían que fueran puestos en libertad. La insubordinación más famosa fue la de 1957, cuando los partidarios de la fiesta celebraron una pantomima de un funeral de un tomate, con procesión y ataúd incluidos. Después de 1957, las autoridades locales decidieron amoldarse a la situación, así que establecieron una serie de reglas y adoptaron la disparatada tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, hay una semana de festejos que lleva a esta confrontación final. Se celebran los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán. Hay desfiles por las calles, música y fuegos artificiales al jovial modo español. Para coger fuerzas para la inminente batalla, en vísperas de la misma, se sirve una impresionante paella, un emblemático plato de arroz valenciano con marisco, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad esta fiesta incontrolada tiene un cierto orden establecido. Los organizadores han llegado a cultivar una clase de tomates insípidos solo para este evento anual. Los festejos comienzan hacia las 10 de la mañana cuando los participantes echan a correr hacia un poste engrasado al que intentan subir para conseguir el jamón atado en lo alto del mismo. Los espectadores riegan mediante mangueras a los contendientes, que cantan y bailan por las calles. Cuando las campanas de la iglesia dan las doce del mediodía, camiones cargados de tomates entran en el pueblo, recibidos con gritos de “¡To – ma – te, to – ma – te!” que resuenan cada vez más fuerte. Y entonces, mediante el disparo de un cañón de agua, da comienzo el espectáculo, dando luz verde a que los participantes se aplasten y se lancen tomates unos contra otros mediante todo tipo de ataques. Los hay que lanzan voleas de larga distancia, asesinos a quemarropa, y otros que lanzan ganchos de medio alcance. Cualquiera que sea tu técnica, al final de la batalla, tendrás un aspecto (y te sentirás) diferente. Después de casi una hora, los bomberos, empapados en tomate, se quedan solos en un mar de salsa pastosa donde ya no queda ni rastro de nada parecido a un tomate. El disparo de un segundo cañón de agua da por finalizada la batalla. | Entry #20344 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó ese primer desdichado tomate que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante la fiesta de Los Gigantes en 1945 (un desfile de figuras gigantes de papel maché), los lugareños buscaban armar alboroto con el fin de llamar la atención. Pasaron por un puesto de verduras que se encontraba cerca y comenzaron a arrojar tomates maduros. Involucraron, en esto, a los inocentes espectadores hasta que la escena desencadenó en una gran melé de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomate, pero esto no evitó la recurrencia de más luchas –y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un creciente alboroto, las autoridades instauraron una serie de prohibiciones, se tranquilizaron y luego las restablecieron durante los años 50. En 1951, lugareños que desacataron la ley fueron detenidos hasta que, por medio de una protesta pública, fueron liberados. El desparpajo más conocido en protesta por las prohibiciones de las batallas de tomates tuvo lugar en 1957, cuando los defensores simularon el funeral de un tomate, incluso con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió amoldarse a la situación, fijó una serie de normas en su lugar y adoptó la absurda tradición. Aunque los protagonistas son los tomates, una semana de festividades precede al combate final. Es la fiesta de los santos patronos de la ciudad de Buñol, la Virgen María y St. Louis Bertrand, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. A fin de incrementar la fuerza para la inminente contienda, se sirve una épica paella en vísperas de la batalla, presentada mediante un emblemático plato de arroz valenciano, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este descontrolado festival cuenta con cierto tipo de medida de orden. Los organizadores han llegado, incluso, hasta a cultivar una variedad especial de tomates, cuyo sabor no resulta apetecible para el consumo, específicamente para el evento anual. Las festividades comienzan a las 10 a.m. cuando los participantes compiten para agarrar un jamón colocado en la parte superior de un palo enjabonado. Mientras cantan y bailan en las calles, los espectadores mojan con mangueras a los que trepan. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, camiones repletos de tomates llegan a la ciudad mientras el cántico de "To-ma-te, to-ma-te!" llega a su punto máximo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates al ataque directo contra los compañeros. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de media distancia. Sea cual fuere la técnica, al terminar van a verse (y sentirse) bastante distintos. Casi una hora después, los bombarderos empapados en tomate quedan jugando en un mar de inconsistente salsa callejera, sin casi poder encontrar algo que se asemeje a un tomate. Un segundo disparo del cañón indica el fin de la batalla. | Entry #20971 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó el primer y decisivo tomate que comenzó la revolución de la Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez fue la oposición antifranquista o un carnaval que se salió de control. Según la versión más popular del relato, en 1945 durante el Festival de los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los habitantes querían armar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un puesto de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Algunos inocentes espectadores se involucraron hasta que la trifulca se intensificó y se convirtió en una grandísima aglomeración de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagarles los tomates a los vendedores, pero eso no impidió que recurrieran más peleas de tomates ni que surgiera el nacimiento de una nueva tradición. Las autoridades, temiendo una intensificación fuera de control, promulgaron, suavizaron y posteriormente restablecieron una serie de prohibiciones en la década de los cincuenta. En 1951, a aquellos habitantes que desobedecieron la ley se les encarceló hasta que el público protestó y exigió su libertad. La oposición más descarada a las prohibiciones del tomate sucedió en 1957, cuando los partidarios organizaron un funeral simulado para el tomate con todo y ataúd y una procesión. Después de 1957, las autoridades de la localidad, decidieron darle al mal tiempo buena cara, establecer unas cuantas normas y aceptar la alocada tradición. Si bien los tomates son la atracción principal, una semana de festividades precede el enfrentamiento final. Se trata de una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen de Guadalupe y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales con la alegría que caracteriza a los españoles. Para darte fuerzas para la inminente trifulca, la noche antes de la batalla se sirve una gigantesca paella, icónico platillo valenciano preparado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este caótico festival tiene algo de orden. Los organizadores inclusive cultivan una variedad especial de tomates de mal sabor, especialmente para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las diez de la mañana, cuando los participantes compiten para coger un jamón colocado en la cima de un palo engrasado. Los espectadores les rosean agua con una manguera a los competidores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca al mediodía, los camiones repletos de tomates llegan a la localidad, mientras que los cantos de «¡To-ma-te, to-ma-te! » llegan al crescendo. El evento principal empieza con el lanzamiento de un cañonazo de agua. Es esto lo que da la luz verde para aplastar y lanzar tomates durante los incesantes ataques contra los otros participantes. Lanzadores de altura de tomates, asesinos a quema ropa y ganchos de medio alcance. Sea cual sea tu técnica, te verás (y te sentirás) bastante diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate juegan en un mar de salsa suave que corre por las calles, sin que quede nada parecido a un tomate. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #21265 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzaría aquel primer tomate tan significativo que dio inicio a la batalla de La Tomatina? Ciertamente muchos desconocen este dato. Probablemente se trataba de una rebelión antifranquista, o de un carnaval que se salió de control. De acuerdo a la versión más aceptada históricamente, en 1945 durante la fiesta de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes hechas de cartón piedra). Para llamar la atención, los lugareños querían armar una pelea. Empezaron a lanzar unos tomates maduros de un carro de verduras que se encontraba cerca de ahí. De repente los espectadores que pasaban por ahí se vieron envueltos en un masivo enfrentamiento con frutas que iban y venían. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no detuvo otras peleas con tomates y así el nacimiento de una nueva tradición. En los años 50 las autoridades temerosas de que se intensifiquen ese tipo de desordenes, promulgaron una serie de prohibiciones, pero luego se flexibilizaron y después nuevamente se las instauró. En 1951, se encarceló a aquellos lugareños que se opusieron a la ley, sin embargo, debido al clamor público fueron puestos en libertad. En 1957 aconteció una de las más descaradas ideas cuando los partidarios celebraron un fingido funeral del tomate con ataúd y procesión incluidos. Posterior a 1957, las autoridades locales decidieron adaptarse a los cambios, establecieron algunas normas y consintieron aquella descabellada tradición. Si bien los tomates son la principal atracción, una semana de festividades sirve de antesala para el enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán con desfiles en las calles, música, y fuegos artificiales con júbilo al puro estilo español. En la víspera de la batalla, se sirve una legendaria paella para recobrar las fuerzas ante aquel inevitable enfrentamiento, también se expone un emblemático plato de arroz de Valencia, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin restricciones tiene cierto grado de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates no aptos para el consumo humano que sirve únicamente para este evento anual. Las festividades se inician como a las 10 de la mañana con la competición de los participantes para atrapar un jamón que se encuentra en la parte superior de un poste engrasado. Los espectadores les riegan a los competidores con una manguera de agua junto con cantos y bailes en las calles. Al momento que la campana de la iglesia anuncia el medio día, los carros cargados de tomates llegan al pueblo, y a la vez se escucha al unísono "¡To-ma-te, to-ma-te!" hasta su punto máximo. Luego, se inicia el evento principal con el disparo de un cañón de agua que da luz verde para aplastar y lanzar tomates en un ataque en masa en contra de los demás participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa, disparos de media distancia. Cual sea la técnica que se prefiera utilizar, cuando todo esto termine, se tendrá una sensación diferente y de hecho una apariencia diferente. Después de casi una hora, se permite jugar a los bombarderos empapados en tomate dentro de un mar de salsa blanda por las calles con pocas esperanzas de encontrar un solo tomate. Un segundo cañón anuncia el final de la batalla. | Entry #21865 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quien lanzó el primer fatídico tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? En realidad nadie sabe. Tal vez fue una rebelión contra Franco o un carnaval que se salió de las manos. De acuerdo con la versión más popular del relato, durante el festival de los gigantes (un desfile de marionetas gigantes hechas de papier maché), los lugareños estaban tratando de orquestar una riña para llamar la atención. Se encontraron con una carreta de vegetales cercana y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los que presenciaron esto se involucraron hasta que esto escaló en un combate de fruta voladora. Los que instigaron esto tuvieron que pagarles a los vendedores de tomate pero esto no evitó peleas recurrentes de tomate – y el inicio de una nueva tradición. Temerosos de que esto se convirtiera en algo incontrolable, las autoridades promulgaron, eliminaron y luego reinstauraron una serie de prohibiciones en los años 1950. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta generalizada pidió que los liberaran. La ofensa más famosa de las prohibiciones de tomate ocurrió en 1957 cuando los que las proponían tuvieron un falso funeral que incluyo procesión y féretro. Después de 1957, el gobierno local decidió darle al mal tiempo buena cara, establecer algunas reglas, y adoptar la loca tradición. Aunque los tomates son el tema principal, una semana de festividades precede la pelea final. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música, y fuegos artificiales como muestra del júbilo Español. Para ganar fuerzas antes de la inevitable riña, una paella monumental se sirve la noche antes de la batalla, resaltando el icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, el festival sin restricciones tiene cierto orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad de tomates desagradables sólo para el evento anual. Las festividades comienzan a las 10:00 a.m. cuando los participantes corren para agarrar un jamón que está en el tope de un asta grasienta. Los espectadores riegan con una manguera a los participantes mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana toca las doce, camiones llenos de tomate entran al pueblo, mientras gritan « ¡to-ma-te, to-ma-te!» hasta llegar al punto culminante. Luego, con un cañonazo de agua, se da inicio al evento principal. Es luz verde para aplastar y lanzar tomates en ataques contra los contrincantes participantes. Los lanzadores a larga distancia, los asesinos a quemarropa, y los lanzadores de mediano alcance. Sin importar su técnica, cuando termine el tiempo establecido, usted se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los bombardeados empapados de tomate juegan en un mar de salsa callejera con muy pocos rastros de algo que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #22003 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer fatídico tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizás haya sido una rebelión anti-franquista o un carnaval que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché) de 1945, los pobladores estaban tratando de organizar una revuelta para llamar la atención. Se toparon con un carro de verduras en la cercanía y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se vieron involucrados hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagarle a los vendedores de tomate, pero eso no detuvo la recurrencia de más peleas de tomates —y el nacimiento de una nueva tradición. Temiendo una escalada revoltosa, las autoridades promulgaron, relajaron y restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50s. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública clamó por su liberación. La más famosa desfachatez hacia la prohibición de los tomates ocurrió en 1957, cuando los defensores realizaron un funeral falso para los tomates, con todo y ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió seguirles la corriente, establecer algunas reglas y aceptar la excéntrica tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festividades conduce a la batalla final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, con desfiles, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. Para agarrar fuerzas para la incipiente pelea, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, exhibiendo un emblemático platillo valenciano hecho de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin restricciones muestra un dejo de orden. Los organizadores han llegado al extremo de cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 a.m., cuando los participantes compiten por tratar de alcanzar un jamón montado en la punta de un palo encebado. Los espectadores bañan a manguerazos a los escaladores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca el mediodía, camiones rebosantes de tomates entran al pueblo, mientras los cantos de “¡To-ma-te, to-ma-te!” alcanzan un crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en ataque frontal contra el resto de los participantes. Tomates en arco de larga distancia, asesinos a quemarropa y disparos de gancho de media distancia; sea cual sea su técnica, para el final, se verá (y se sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados en tomate se quedan jugando en un mar de salsa callejera con poco que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #20513 — Discuss 0 — Variant: Mexican
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¿Quién arrojaría aquel fatídico tomate que habría de comenzar la revolución de la Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá se trataba de una manifestación antifranquista o de un carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de lo ocurrido, en 1945, durante el festival de los Gigantes (un desfile de figuras gigantes de papel maché), los lugareños pretendían simular un zafarrancho para llamar la atención. Casualmente se toparon con un carrito de verduras y comenzaron a arrojarse tomates maduros. Algunos espectadores inocentes se vieron involucrados, hasta que el escenario se tornó en una pelea a tomatazos masiva. Los incitadores tuvieron que pagarles los tomates a los vendedores, pero eso no evitó que se repitieran las batallas a tomatazos, ni que naciera una nueva tradición. Las autoridades, temerosas de que aumentara el desorden, promulgaron una serie de prohibiciones, que luego de quedar casi sin efecto, fueron restablecidas en los años cincuenta. En 1951, los habitantes que desafiaban la ley eran encarcelados hasta que el clamor público exigía su liberación. El más audaz y memorable desafío a las prohibiciones ocurrió en 1957, cuando los defensores de la costumbre de los tomatazos simularon un entierro, con ataúd y cortejo fúnebre, en honor a los tomates. A partir de ese año, el gobierno local decidió seguir la corriente: estableció ciertas reglas y acogió la descabellada tradición. En lo que respecta a la celebración, si bien los tomatazos son los protagonistas, les precede una semana de festividades que concluye con los enfrentamientos. Es una celebración para los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, que incluye desfiles callejeros, música, y fuegos artificiales a la alegre usanza española. Con la finalidad de agarrar fuerzas para la inminente trifulca, se sirve una paella de dimensiones épicas en la víspera de la batalla, ostentando el emblemático platillo valenciano hecho de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este desgobernado festival ha llegado a tener cierto orden. Los organizadores se han esmerado al punto de cosechar una variedad de tomates poco apetitosos solo para el evento anual. Las fiestas arrancan alrededor de las 10 a. m., cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón colocado en la punta de un poste engrasado. Los concurrentes empapan con mangueras a los competidores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando suenan las campanadas del mediodía en la iglesia, llegan al pueblo los camiones cargados de tomates, mientras la gente corea "¡To-ma-te, to-ma-te!" cada vez más fuerte. Luego, al disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza, dando la señal de inicio para aplastar y arrojar los tomates, en ataques mutuos sin tregua. Poco importa si tu técnica para arrojar tomates es la del tirador de lejos, la del asesino a quemarropa o la del que tira de pique a distancia media, para cuando todo termine, te verás —y te sentirás— muy diferente. Alrededor de una hora después, los combatientes, empapados de tomate, se quedan a jugar en la calle en medio de un mar de puré aguado, entre trozos de lo que otrora fueran tomates. El segundo disparo del cañón de agua señala el final de la contienda. | Entry #21275 — Discuss 0 — Variant: Mexican
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¿Quién arrojó ese primer y profético tomate que inició la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Quizás haya sido un rebelde antifranquista o un carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de títeres gigantes de papel maché), en 1945, los lugareños buscaban montar una pelea para llamar la atención. Casualmente pasaron por un carro de vegetales y comenzaron a arrojar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron hasta que la escena se convirtió en un agolpamiento masivo de frutas voladoras. Los incitadores tuvieron que pagarle los tomates a los vendedores, pero eso no detuvo la recurrencia en luchas de tomates; tampoco evitó que naciera una nueva tradición. Por temor a una escalada rebelde, las autoridades promulgaron, flexibilizaron y luego reincorporaron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública exigió que se los liberara. El más famoso descaro con las prohibiciones del tomate sucedió en 1957, cuando los defensores realizaron un funeral en parodia del tomate que finalizaba con un ataúd y una procesión. Luego de 1957, el gobierno local decidió tomar el toro por las astas, estableció algunas reglas y adoptó la extravagante tradición. Si bien los tomates son el protagonista principal, la semana de festejos anticipa el momento decisivo. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales en una manera alegremente española. Para armarse de valor para la inminente batalla, se sirve una épica paella la noche anterior, que sirve de presentación para el icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este festival sin trabas posee algunas medidas de orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomates desagradables exclusivamente para el evento anual. Los festejos comienzan alrededor de las 10:00, cuando los participantes compiten para agarrar un jamón que se encuentra en la punta de un caño engrasado. Los espectadores manguerean a los combatientes, mientras cantan y danzan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia dan las 12:00, entran camiones cargados con tomates a la ciudad, mientras los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en ataques con todo contra los participantes amigos. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de rango medio. Sea cual sea tu técnica, una vez que haya terminado, te verás (y sentirás) bastante distinto. Casi una hora después, los bombarderos empapados en tomate se encuentran en un acolchonado mar de salsa en las calles para jugar, con pocas posibilidades de encontrar algo siquiera parecido a un tomate. Un segundo disparo del cañón indica el fin de la batalla. | Entry #16733 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó ese funesto primer tomate, que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es, que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión contra Franco o un carnaval que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes, en 1945 (un desfile de muñecos gigantes hechos en papel maché), los lugareños estaban buscando montar una pelea para conseguir un poco de atención. Cayeron sobre un carro de verduras, allí cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se vieron involucrados, hasta que la escena se convirtió en un masivo tumulto de frutos volando. Los instigadores tuvieron que reembolsar a los vendedores de tomate, pero eso no detuvo la repetición de más encuentros con tomates y el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una escalada incontrolable, las autoridades promulgaron, distendieron y luego restablecieron, una serie de prohibiciones, en la década de 1950. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley, fueron encarcelados, hasta que el clamor público exigió su liberación. El más famoso desacato, contra las prohibiciones del tomate, ocurrió en 1957, cuando sus defensores realizaron un simulacro completo del funeral del tomate con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con los altercados, poner en marcha unas cuantas reglas y adoptó la extravagante tradición. Aunque los tomates son el centro de atención, una semana de festividades conduce a la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, a la alegre usanza española. Con el fin de reponer fuerzas para la inminente refriega, una épica paella es servida en vísperas de la batalla, exhibiendo un icónico plato de arroz Valenciano, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este descontrolado festival, tiene alguna medida de orden. Los organizadores han llegado hasta cultivar una variedad especial de tomates incomibles, para el evento anual. Las festividades se inician alrededor de las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten para atrapar un jamón atado arriba de un poste engrasado. Los espectadores mojan con mangueras a los participantes, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia suena al mediodía, camiones cargados de tomates, entran a la ciudad, mientras que los cánticos:"¡To-ma-te, To-ma-te!" alcanzan un crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal . Esta es la luz verde para aplastar y lanzar tomates, en un ataque sin cuartel, contra los demás participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho, a media distancia. Cualquiera que sea su técnica, cuando todo termine, usted se verá (y sentirá) muy diferente. Cerca de una hora después, a los lanza-bombas, empapados de tomate, se les deja jugar en un mar de blanda salsa callejera, a la cual poco parecido le queda con un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #16412 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer tomate que dio comienzo a la revolución de la Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá comenzó como una rebelión antifranquista o simplemente fue un carnaval que se salió de control. Según reza la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes y Cabezudos de 1945 (un desfile de muñecos gigantes hechos con papel maché), los locales querían armar camorra para atraer un poco de atención. Esto sucedió cerca de un carro de verduras y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados en la situación hasta que la escena terminó en una refriega de frutas voladoras. Los incitadores tuvieron que pagar a los vendedores por los tomates lanzados, aunque esto no puso un punto final a las repeticiones de las peleas con tomates, y tuvo, como consecuencia, el nacimiento de una tradición nueva. Con temor de que estos episodios se intensifiquen terminando en una revuelta, las autoridades decidieron aprobar, flexibilizar y luego reinstaurar una serie de prohibiciones en la década de los 50. En 1951, se encarcelaba a aquellos locales que desafiaban la ley y quedaban encerrados hasta que una protesta generalizada exigía su liberación. El acto de descaro más famoso a las prohibiciones de tomates sucedió en 1957 cuando los defensores organizaron una parodia completa del funeral del tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió hacerle frente a la situación y para ello estableció algunas normas a seguir y aceptó la descabellada tradición. Y aunque el tomate es siempre el protagonista, la tradición comprende una semana de festividades que preceden a la confrontación final. En sí es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, y se organizan desfiles en las calles, se escucha música y se tiran fuegos artificiales, todo en el tono de júbilo español. Para fortalecerse en preparación para la pelea, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla que exhibe un plato valenciano icónico a base de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, si bien este es un festival libre de restricciones ya se encuentra un poco regulado. Los organizadores se han hasta tomado el trabajo de cultivar una variedad especial de tomates incomibles solamente para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes corren para agarrar un jamón que se encuentra en la punta de un palo grasiento. Los espectadores manguerean a los escaladores desastrosos mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia suenan al mediodía, los camiones llenos con tomates llegan a la ciudad mientras la gente grita al son de "¡to-ma-te, to-ma-te!" alcanza su punto culminante. Luego, el evento principal comienza con el lanzamiento del cañón de agua. Esa es la luz verde para machacar y lanzar tomates con todo a todos los participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y disparadores a gancho de alcance medio. Sin importar la técnica, para cuando termine, te verás (y sentirás) bastante diferente. Aproximadamente una hora después, los bombarderos empapados en tomate se quedan jugando en una calle de salsa blanda con nada que se le asemeje a un tomate. Un segundo tiro de cañón significa que la batalla ha finalizado. | Entry #19987 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó aquel primer tomate desafortunado que empezó la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista o una procesión que se les fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el desfile de gigantes y cabezudos de 1945, algunos lugareños pretendían montar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un carro de verduras cercano y comenzaron a tirar tomates maduros. Los espectadores inocentes se vieron envueltos en una escena que se intensificó hasta convertirse en una refriega masiva de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar los tomates a los comerciantes, sin embargo, esto no frenó la repetición de más batallas de tomate ni el nacimiento de una nueva tradición. Las autoridades, temerosas de que esto se intensificase de forma descontrolada, promulgaron, simplificaron y restituyeron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los habitantes que desafiaron las leyes fueron encarcelados ante una protesta pública que clamaba por su liberación. El acto de atrevimiento más famoso contra las prohibiciones del tomate tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios llevaron a cabo el funeral completo de un tomate falso, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió encajar los golpes, establecer unas pocas normas y aceptar la estrambótica tradición. A pesar de que los tomates son el centro de atención, hay toda una semana de fiesta que precede al enfrentamiento final. Se trata de la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luís Bertrán, acompañada de procesiones, música y fuegos artificiales en un ambiente jovial. Con el fin de recobrar las fuerzas para la inminente reyerta, se sirve la mítica paella justo antes de la batalla, luciendo así el icónico plato valenciano de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene algunas medidas de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates no comestibles sólo para este acontecimiento anual. La fiesta arranca a las diez de la mañana, momento en que los participantes compiten para coger un jamón atado a lo alto de un poste cubierto de grasa. Los espectadores echan agua a los participantes mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia toca las 12 del mediodía, entran en la villa los camiones cargados de tomates al tiempo que los cánticos de « ¡To-ma-te! ¡To-ma-te! » van in crescendo. Después, con el disparo de una carcasa comienza la fiesta principal. Esto da luz verde para aplastar y lanzar tomates a diestro y siniestro contra los demás participantes. Hay tiradores de tomate de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de medio alcance. Da igual cuál sea tu técnica, cuando la batalla termine, parecerás (y te sentirás) bastante diferente. Casi una hora después, los tiradores empapados de tomate se quedan a jugar en un mar de caldo que poco se parece ya al tomate. Una segunda carcasa indica el final de la batalla. | Entry #17914 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién fue que arrojó el primer tomate trascendental que comenzó con la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie sabe. Quizá fue una rebelión antifranquista o el festejo mismo que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes en 1945, que es un desfile de muñecos gigantes de papel maché, los residentes querían montar una pelea para llamar la atención. Pasaron cerca de un carro de vegetales y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores ingenuos también se involucraron hasta que la escena se convirtió en una melé masiva de vegetales voladores. Los instigadores debieron compensar a los vendedores, pero eso no frenó la recurrencia de más guerras de tomates… ni el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una proliferación rebelde, las autoridades sancionaron, regularon y restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, encarcelaron a los residentes que violaron la ley hasta que la protesta popular solicitó su liberación. La insolencia más famosa en contra de las prohibiciones al tomate ocurrió en 1957 cuando los partidarios del festejo simularon el funeral completo del vegetal con un ataúd y una procesión. Luego de ese año, las autoridades locales decidieron tomar el toro por las astas, establecer las normas correspondientes y aceptar esta excéntrica tradición. Si bien los tomates son los protagonistas, una semana de festividades antecede al enfrentamiento final. Se celebra a los santos patronos de Buñol, la Virgen de los Desamparados y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, a la alegre moda española. Y con el fin de aumentar la fuerza para la lucha inminente, se sirve una paella épica en vísperas de la batalla, que demuestra el plato tradicional valenciano hecho con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy día, este festival sin restricciones presenta un cierto grado de orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomates incomibles solo para este evento anual. La fiesta arranca alrededor de las diez de la mañana cuando los participantes corren para alcanzar un jamón ubicado en la punta de un palo engrasado. El público arroja agua con una manguera a los que intentan trepar, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, unos camiones repletos de tomates ingresan al pueblo mientras los cánticos al ritmo de “to-ma-te, to-ma-te” van in crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para comenzar a machacar y lanzar tomates en total ataque contra las demás personas. Cualquiera sea la técnica que utilice el participante: lanzador de tomates de larga distancia, asesino a quemarropas o tirador de alcance medio, para cuando finalice el tiempo, se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados se quedan a jugar en un mar de salsa en las calles fangosas, con poco, semejantes a un tomate por recolectar. Un segundo disparo del cañón indica el fin de la batalla. | Entry #18292 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Tal vez fue una sublevación antifranquista o un festejo callejero que se salió de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché) unos lugareños estaban buscando simular un alboroto con el fin de llamar la atención. Cerca a donde estaban se tropezaron con un carrito de venta de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Varios espectadores incautos se involucraron al punto en que la escena se convirtió en un combate masivo cuerpo a cuerpo con fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores dueños del tomate, pero eso no impidió la ocurrencia de más peleas de tomate y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de que se tratara de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron leyes, se desenfrenaron y luego restablecieron una serie de prohibiciones en la década de los años 50. En 1951, algunos lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública exigió su liberación. La más famosa osadía a las prohibiciones al tomate ocurrió en 1957 cuando los proponentes de la fiesta celebraron un perfecto simulacro de funeral al tomate que incluía ataúd y procesión. Después de 1957 el gobierno local decidió ser más flexible, ajustó algunas reglas vigentes y aceptó la excéntrica tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, al término de una semana de festividades se llega a la batalla final. Se trata de una celebración dedicada a los santos patronos del pueblo de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, que incluye desfiles por las calles, música y fuegos artificiales al jovial estilo español. Con el fin de incrementar fuerzas para la inminente pelea, la víspera de la pelea se sirve una grandiosa paella mostrando el emblemático plato Valenciano de arroz, pescados y mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, a pesar de ser un festival sin restricciones, tiene cierta medida de orden. Los organizadores han ido tan lejos hasta el punto de cultivar, sólo para el evento anual, una variedad especial de tomates no comestibles. Las festividades inician alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes compiten para tomar un jamón colocado en la parte superior de un poste engrasado. Los espectadores riegan agua con mangueras a los jugadores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia señala el mediodía, camiones llenos con tomates ruedan por la ciudad, mientras los cantos de "To-ma-te, to-ma-te!" van en aumento. Luego, con el disparo de un cañón de agua, se da comienzo al evento principal. Esta es la luz verde para el aplastamiento y el lanzamiento de tomates en ataques generalizados contra los otros participantes. Lanzadores de tomate a larga distancia, asesinos a quemarropa y golpes de gancho de mediano alcance. Cualquiera que sea la técnica, al momento en que el juego termina, uno se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después los bombarderos, empapados en tomate, se quedan para jugar en un mar de burbujeante salsa callejera en la que algo muy poco parecido a un tomate, se podrá encontrar. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #20881 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el primer tomate profético que inició la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión contra Franco, o un carnaval que se salió de los carriles habituales. Según la versión más popular del cuento, durante el Festival de los Gigantes (un desfile de títeres gigantes de papel maché) los pobladores armaron una trifulca para llamar la atención. Encontraron un carro de verduras en la vecindad y comenzaron a arrojarse tomates maduros. Los espectadores inocentes que pasaban quedaron envueltos en el tumulto hasta que la escena se transformó en un entrevero de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que reembolsarles el gasto a los verduleros, pero ese hecho no impidió la repetición de las guerras de tomates, y el nacimiento de una nueva tradición. Con temor al desborde de las revueltas, las autoridades promulgaron, suavizaron, y luego reinstalaron una serie de prohibiciones en la década de los 50. En 1951 los pobladores que infringieron las leyes fueron encarcelados hasta que el clamor popular exigió su liberación. El enfrentamiento más famoso a las prohibiciones de las guerras de tomates ocurrió en 1957 cuando los manifestantes realizaron un entierro simbólico de tomates con ataúd y procesión incluidos. Luego de 1957, el gobierno local decidió seguir la corriente, estableció algunas reglas, y se unió a la extravagante tradición. Aunque los tomates son los actores principales, hay una semana de festividades que preceden al combate final. Es la conmemoración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales en el jubiloso estilo español. Para tomar fuerzas para la inminente reyerta, se sirve una gloriosa paella en la víspera de la batalla, poniendo en escena el ícono culinario de Valencia, un plato con arroz, azafrán, frutos del mar y aceite de oliva. Hoy, este festival desaforado tiene un cierto orden. Los organizadores han llegado hasta el punto de cultivar una variedad especial de tomate no comestible solamente para este evento anual. Los festejos arrancan a las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten por apoderarse de un jamón atado al extremo de un palo enjabonado. Los espectadores empapan a los participantes con mangueras mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanadas de la iglesia señalan el mediodía, los camiones cargados de tomates entran al pueblo, mientras los cánticos de “tomate, tomate” van subiendo de volumen. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en una guerra generalizada entre todos los participantes. Sean tiros de larga distancia, asesinatos a quemarropa, o ganchos de media distancia, no importa la técnica, cuando llega el final, uno se ve (y se siente) bastante diferente. Alrededor de una hora después, los tiradores empapados en tomate se quedan jugando en un mar de lodo de salsa de tomate donde es difícil encontrar algo que se parezca a un tomate. Un segundo disparo del cañón señala el fin de la batalla. | Entry #21217 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer fatídico tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? Nadie sabe en realidad. Acaso fue una rebelión contra Franco, o un carnaval que se escapó de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los lugareños andaban buscando provocar una reyerta para llamar la atención. La dieron contra una carreta de verdura que estaba cerca, y comenzaron a lanzar tomates maduros. Algunos inocentes espectadores se involucraron, hasta que la escena degeneró en un multitudinario combate donde volaba la fruta. Los instigadores tuvieron que resarcir a los vendedores de tomate, pero eso no impidió que se dieran más peleas de tomate—y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una escalada de desobediencia, las autoridades promulgaron, relajaron, y reistauraron luego una serie de prohibiciones en los años 1950’s. En 1951 los lugareños que desafiaron la ley fueron puestos en prisión, hasta que el clamor popular pidió su liberación. La más famosa insolencia ante la prohibición de los tomates ocurrió en 1957 cuando los proponentes celebraron un funeral bufo de tomates con todo y ataúd, y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió apañárselas, fijó algunas reglas y terminó por abrazar aquella excéntrica tradición. Aunque los tomates ostentan el protagonismo, es toda una semana de festividades la que conduce hasta la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música, y fuegos artificiales a la manera alegre española. Para reunir fuerzas para la inminente pelea, una popular paella es servida en la víspera de la batalla, el emblemático plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Al día de hoy, este festival sin regulaciones tiene ya alguna medida de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates no comestibles para ese evento anual. Las festividades arrancan alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes salen en carrera para agarrar un jamón fijado encima de un Palo Encebado. Los espectadores chorrean con mangueras a los competidores mientras se canta y se baila en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca el mediodía, unos camiones llenos de tomates entran a la ciudad, mientras los cantos de ¡To-ma-te, to-ma-te! van subiendo de volumen. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Es la luz verde para el destripamiento y lanzamiento de tomates en ataques entre todos los compañeros participantes. Bombarderos de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiros de gancho a mediana distancia. Sea cual fuere tu técnica, cuando todo acabe, te mirarás (y te sentirás) muy diferente. Casi una hora después, aquellos bombarderos empapados en tomate son dejados a que jueguen en una blanda salsa callejera, que poco recuerda a algo que parezca un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el fin de la batalla. | Entry #18686 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién fue el que lanzó ese primer tomate fatídico que dio por inicio la revolución de La Tomatina? La realidad es que no se sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se escapó de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de de Los Gigantes en 1945 (un desfile con muñecos gigantes de papel maché), los habitantes del lugar estaban buscando una pelea para llamar la atención. Pasaron al lado de un carrito de verdura que estaba cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron, hasta que la escena degeneró en un combate cuerpo a cuerpo en donde la fruta volaba por los aires. Los instigadores tuvieron que pagar a los proveedores de tomate, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas con tomate — y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de que ocurriera una intensificación de la revuelta, las autoridades promulgaron un período de calma y luego en la década de 1950 restablecieron una serie de prohibiciones. En 1951, los habitantes del lugar que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor público exigió que dichas personas fueran puestas en libertad. El más famoso descaro a la prohibición del tomate ocurrió en 1957 cuando los proponentes celebraron una completa simulación de un funeral del tomate, con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió darle algo de rienda suelta, estableciendo algunas reglas y aceptando la excéntrica tradición. Aunque los tomates son el centro de atención, una semana de festividades conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración del Santo Patrono de Buñol, la Virgen María y San Louis Bertrand, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales en alegre estilo Español. Para acumular fuerzas para la inminente reyerta, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, exhibiendo un emblemático plato Valenciano de arroz, pescados y mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival sin restricciones tiene cierta medida de orden. Los organizadores han llegado hasta a cultivar una variedad especial de tomates incomibles para el evento anual. Las festividades se inician alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes compiten en tomar un jamón fijado en la parte superior de un palo encebado. Los espectadores les lanzan agua con una manguera para desestabilizarlos mientras cantan y bailan en las calles. Cuando al mediodía suena la campana de la iglesia, camiones llenos con tomates empiezan a rodar por la ciudad, mientras los cánticos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan su crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para la trituración y el ataque con lanzamiento de tomates contra los otros participantes. Lanzadores de tomate a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiradores de medio alcance. Independientemente de la técnica, cuando todo termine, mirarás (y te sentirás) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados en tomate se quedan para jugar en la calle en un mar de salsa con poco parecido al tomate que originalmente fue. Un segundo disparo de cañón señala el fin de la batalla. | Entry #19528 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién habrá lanzado aquél primer tomate profético que prendió la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás fuera una rebelión antifranquista, o tal vez un festival que se hubiese desbordado. Según la versión de los acontecimientos más famosa, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de guiñoles gigantescos elaborados con papel maché) de 1945, los habitantes de la localidad pretendían montar una refriega, tratando de llamarse la atención. Por casualidad se encontraron con un carrito que estaba cerca y se pusieron a arrojar tomates maduros. Los espectadores presentes empezaron a involucrarse, y todo el asunto se intensificó hasta convertirse en una batalla enorme de frutas en vuelo. Los que incitaron se vieron obligados a compensar a los vendedores de tomates, pero eso no evitó la recurrencia de más peleas de tomate—y el nacimiento de una nueva tradición. Temiendo una intensificación incontrolable, las autoridades proclamaban, suavizaban, y luego restauraban una serie de prohibiciones en los años 1950. En 1951, las personas que desacataban la ley fueron encarceladas, hasta que el pueblo clamó por su libertad. La afrenta más famosa a las prohibiciones sucedió en 1957, cuando los proponentes simularon un funeral para el tomate, incluso con un ataúd y un cortejo. A partir de 1957, el municipio decidió conformarse, establecer algunas normas, y acogió esta tradición absurda. Aunque los tomates ocupan el primer plano, el enfrentamiento final es el colmo de una semana de festividades. Es una fiesta para los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luís Beltrán, con desfiles en la calle, música y fuegos artificiales, todo al alegre estilo español. A fin de fortalecerse para la reyerta inminente, se sirve una tremenda paella la noche antes de la batalla, poniendo en el candelero un plato valenciano icónico que consiste en arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, existe una cierta medida de orden en este festival desenfrenado. Los organizadores incluso han llegado a cultivar una variedad especial de tomate no comestible, cuyo uso está destinado únicamente a este evento anual. Se lanzan las fiestas alrededor de las 10.00 de la mañana, con una carrera en la que los partícipes trepan por un poste engrasado en pos de un jamón clavado encima. Los espectadores riegan agua sobre los trepadores, cantando y bailando por las calles a la vez. Cuando la campana de la catedral marca mediodía, camiones atiborrados de tomates entran en el pueblo, mientras crecen los gritos de «¡To-ma-te, to-ma-te!». Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Da la luz verde para aplastar y lanzar tomates en ataques de órdago contra los otros partícipes. Si bien te gusta tirar los tomates en arco desde larga distancia, asesinar a quemarropa, o dispararlos a media distancia; cualquier que sea tu estrategia, a cabo de todo te verás (y te sentirás) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados de tomate se quedan jugando en un océano de salsa callejera blandita, y dejando poco que parezca tomate a la vista. Un segundo disparo del cañón señala el fin de la batalla. | Entry #15788 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó aquel primer tomate preñado de destino que desencadenó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión antifranquista, o un carnaval fuera de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (desfile con un gigantesco muñeco de papel maché), los del pueblo buscaban simular una trifulca para ganar un poco de atención. Le cayeron a una carreta de verduras cercana y empezaron a lanzar tomates maduros. Pasantes inocentes se fueron involucrando hasta que la escena degeneró en una aglomeración de frutos volantes. Los instigadores tuvieron que indemnizar a los vendedores de tomate, pero ello no impidió la ocurrencia de más combates a tomatazos -y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un aumento imprevisto de la agresividad, las autoridades pusieron en acto, suavizaron, y luego reinstauraron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, se encarceló los pobladores que desafiaron la ley hasta que el clamor popular exigió su liberación. La afrenta más famosa a los vetos tomateros ocurrió en 1957 cuando sus proponentes celebraron el funeral burlesco de un tomate con todo y ataúd y procesión. Después de 1957, las autoridades locales decidieron seguir la corriente, establecieron algunas reglas de paz, y abrazaron la extravagante tradición. Aunque los tomates eran la atracción principal, una semana de fiestas conducía a un enfrentamiento final. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Louis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en jolgorioso estilo ibérico. A fin de prepararte para la inminente trifulca, se sirve una paella gloriosa en vísperas de la batalla, exhibiéndose un icónico plato valenciano de arroz, pescado y mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival desatado presenta algunas medidas que garantizan el orden público. Los organizadores han llegado a cultivar una especie de tomate incomible sólo para el evento anual. Las festividades inician a las 10 am, cuando los participantes compiten por hacerse de un jamón fijado a lo alto de un palo encebado. El público le echa agua a los trepadores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia anuncian el mediodía, llegan al pueblo camiones repletos de tomates mientras los cánticos de "To-ma-te" van aumentando de volumen. Entonces, a un tiro de cañón de agua, comienza el evento central. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates, atacándose por todas partes a los demás participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, pistoleros a quemarropa, y tiros de gancho de medio rango. Cualquiera que sea tu técnica, para cuando todo haya terminado te verás (y sentirás) bastante diferente. Más o menos una hora después, se deja a los bombarderos empapados de tomate jugando en un mar de jugosa salsa callejera con pocas posibilidades de encontrar algo que parezca un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #17195 — Discuss 0 — Variant: Venezuelan
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¿Quién lanzaría ese funesto primer tomate que daría inicio a la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás fuese una rebelión antifranquista, o un carnaval que hubiese acabado fuera de control. Según la versión más popular de la historia, los lugareños tenían la intención de organizar una trifulca durante el festival de Los Gigantes de 1945 (una cabalgata de gigantescos títeres de papel maché) con el fin de obtener un poco de atención. Se toparon con un puesto de verduras en las cercanías y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se vieron involucrados, hasta que la escena se transformó en una enorme melé de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no evitó la recurrencia de más peleas de tomates –y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una intensificación rebelde, las autoridades promulgaron, suavizaron y finalmente restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que protestas públicas reclamaron su liberación. El más descarado de los actos, como crítica a las prohibiciones de tomates, sucedió en 1957, cuando partidarios llevaron a cabo un funeral del tomate como burla: ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió ir con la corriente, establecer unas cuantas reglas y acoger la extravagante tradición. Aunque los tomates sean los protagonistas, una semana de celebraciones preceden al enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con cabalgatas por las calles, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. Para acumular fuerzas para la inminente trifulca, se sirve una épica paella la víspera de la batalla; presentando un plato valenciano icónico de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin restricciones tiene cierto orden. Los organizadores han ido tan lejos como para incluso cultivar una variedad especial de tomates incomibles solo para el evento anual. Las celebraciones comienzan a las 10 de la mañana, cuando los participantes corren a coger un jamón atado arriba del todo de un grasiento palo. Los espectadores disparan agua con mangueras a los que trepan mientras cantan y bailan en la calle. Cuando la campana de la iglesia toca las doce del mediodía, camiones repletos de tomates llegan al centro, mientras el cántico “¡To-ma-te, to-ma-te!” llega a su clímax. Luego, con un cañonazo de agua, el evento principal comienza. Esa es la luz verde para machacar y lanzar tomates en unos ataques donde todo vale entre los participantes. Lanzadores de tomate a gran distancia, asesinos a quemarropa y ganchos desde medio campo. Cualquiera que sea tu técnica, una vez haya acabado todo, te verás (y sentirás) bastante diferente. Casi una hora después, a esos artificieros empapados en tomate no les queda otra que jugar en un mar de salsa callejera blandengue, quedando poco entre los restos algo que asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #16996 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién tiró ese primer tomate fatal que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión contra Franco, o un carnaval que salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el Festival de Los Gigantes (Un desfile de gigantescas marionetas de papel maché), en 1945, habitantes locales estaban buscando armar una pelea, para llamar la atención. Se lanzaron sobre una careta de verduras cercana, y empezaron a arrojar tomates maduros. Espectadores inocentes se involucraron, hasta que la escena degenere en un masivo mamarracho de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que indemnizar a los vendedores de tomates, pero, esto no puso un pare a la recurrencia de más batallas de tomates, y al nacimiento de una nueva tradición. Temiendo una escalada alterada, las autoridades actuaron, se relajaron, y luego, rehabilitaron una serie de interdicciones, en los años 50. En 1951, moradores locales quienes desafiaron la ley fueron aprisionados, hasta que la protesta pública exigió su liberación. El más famoso descaro hacia las prohibiciones de tomates, sucedió en 1957, cuando partidarios simularon un completo funeral de tomates, con un ataúd y una procesión. Luego de 1957, el gobierno local decidió ceder, estableció unas cuantas reglas, y adoptó la loca tradición. Aunque los tomates ocupen el centro del escenario, una semana de festividades llevan al espectáculo final. Se trata de una celebración de los Santos Patrones de Buñol, de la Virgen María y San Louis Bertrand, con pasacalles, música y fuegos artificiales, en la alegre usanza española. Afín de construir tus fuerzas para la inminente pelea, una épica paella está servida en la víspera de la batalla, presentando un emblemático plato de arroz a la valenciana, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival irrestricto tiene alguna medida de orden. Los organizadores han ido hasta el punto de cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor, sólo para el evento anual. Las festividades comienzan a eso de las 10:00 de la mañana, cuando participantes corren para agarrar un jamón amarrado a la cima de un poste engrasado. Los espectadores empapan a los corredores con agua, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia suena el medio día, camiones cargados a tope con tomates ingresan en la localidad, mientras cantos de “¡To-ma-te, to-ma-te!” alcanzan un crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal empieza. Ésta es la luz verde para aplastar y arrojar tomates, en libres ataques entre participantes. Tiros lobados de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros ganchos de medio alcance. Cualquiera sea tu técnica, cuando todo haya acabado, te verás (y sentirás) bastante diferente. Casi una hora después, bombarderos empapados de tomate quedan jugando en un mar de viscosa salsa callejera, quedando poca cosa que se parezca a un tomate para hallar. Un segundo tiro de cañón indica el fin de la batalla. | Entry #15758 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó aquel primer fatídico tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se salió de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de títeres gigantes elaborados con papel maché) realizado en 1945, algunos pobladores locales trataron de comenzar una pelea para llamar la atención. En eso se toparon con una carreta de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Unos inocentes espectadores se vieron implicados hasta que la escena se convirtió en un tumulto y empezó a volar la fruta. Los instigadores tuvieron que pagar los daños a los vendedores de tomate, pero ello no evitó que hubiera más peleas de tomates y, de paso, el nacimiento de una tradición. Las autoridades, temerosas de que la situación se desbordara, aprobaron, flexibilizaron y reinstauraron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública exigió su liberación. El mayor desacato a las prohibiciones contra el lanzamiento de tomates sucedió en 1957, cuando los partidarios de la práctica simularon un funeral de tomates con todo y ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con el problema, así que estableció algunas reglas y acogió la extraña tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, hay una semana de festividades previas al enfrentamiento final. Se trata de la celebración en honor de los santos patronos del municipio de Buñol: la Virgen María y San Luis Bertrán; celebración que es acompañada de desfiles en las calles, música y fuegos artificiales en la alegre tradición española. Con miras a llevar un sustento para la lucha inminente, el día anterior a ésta se sirve una paella de proporciones épicas: el icónico plato de arroz valenciano con mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad este festival desordenado da muestras de algún orden. Los organizadores han llegado al punto de cultivar para la fiesta anual una variedad especial de tomates que tiene un sabor desagradable. Las festividades inician alrededor de las diez de la mañana cuando los participantes corren a toda prisa para apoderarse de un trozo de jamón que cuelga de lo alto de un poste engrasado. Los espectadores tiran a los revoltosos manguerazos de agua mientras éstos cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca las doce del mediodía, unos camiones llenos de tomates entran al pueblo al son de cánticos de “¡to-ma-te, to-ma-te!” in crescendo. Acto seguido, la actividad principal inicia con el disparo de un cañón de agua. Esa es la señal para que los participantes aplasten tomates y los lancen entre sí en un ataque sin cuartel. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa o tiradores de ganchos a media distancia. Cualquiera que sea su técnica, cuando termine el tiempo lucirá y se sentirá totalmente transformado. Casi una hora más tarde, los combatientes empapados en tomate se quedan jugando en un mar fangoso de salsa desparramada en la calle con muy poco ya que guarde semejanza a un tomate. Un segundo disparo del cañón indica el final de la batalla. | Entry #21820 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? Nadie lo sabe en realidad. Quizá fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se salió de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de títeres gigantes de papel maché) los lugareños trataron de representar una pelea para llamar la atención; dieron con un carro de verduras que estaba cerca y comenzaron a aventar tomates maduros. Luego, circunstantes que nada tenían que ver se metieron y la escena creció hasta volverse una enorme riña de fruta voladora. Los que la empezaron tuvieron que pagarle a los marchantes de tomate, pero eso no evitó que se repitieran las peleas a tomatazos… Y que naciera así una nueva tradición. Temerosas de que la insubordinación creciera, las autoridades promulgaron una serie de edictos de prohibición en los años cincuenta; edictos que luego aflojaron, para después volver a hacerlos cumplir. En 1951 los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor del público pidió su liberación. La insolencia más célebre contra las prohibiciones tomateras ocurrió en 1957, cuando los partidarios representaron un funeral del tomate completo con ataúd y cortejo fúnebre. Después de 1957 el gobierno local decidió seguirles la corriente, poner algunas reglas y abrazar la loca tradición. Aunque los tomates tienen el papel protagónico, hay una semana de fiestas que conducen al enfrentamiento final. Es la celebración de las fiestas patronales de Buñol -la Virgen María y San Luís Bertrán-, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al alegre estilo español. Para reunir fuerzas para la pelea que se viene, en la víspera de la batalla se sirve una paella de talla colosal: un escaparate del simbólico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día este desenfrenado festival tiene algo de medida y orden. Los organizadores han llegado al grado de cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor, sólo para el evento anual. Las fiestas inician alrededor de las diez de la mañana, cuando los participantes corren para agarrar un jamón ensartado en la punta de un poste encebado. Los espectadores, que bailan y cantan en la calle, se dedican además a empapar con mangueras a los trepadores en plena rebatiña. Cuando la campana de la iglesia tañe el medio día empiezan a entrar a la ciudad carros repletos de tomates, al tiempo que el canto de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanza un crescendo. El evento principal inicia en ese momento con el disparo de un cañón de agua. Es la luz verde para que los participantes aplasten y lancen tomates unos a otros en enjundiosos ataques. Hay quienes bombean los tomates a gran distancia, asesinos a bocajarro y tiradores de gancho de media distancia. No importa la técnica que use: cuando todo termina usted se verá (y se sentirá) muy diferente. Casi una hora después los bombarderos empapados de tomate se quedan solos a chapotear en un mar de salsa callejera donde poco queda que todavía parezca un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #18338 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó aquel insigne tomate que dio origen a la revolución de la tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión en contra de los franceses o un carnaval que se salió de control. De acuerdo a la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas de papel maché), los lugareños querían montar una trifulca para llamar la atención. Se encontraron con una carreta de tomates y empezaron a arrojar tomates maduros. Los espectadores inocentes se vieron involucarados y el escándalo se intensifico al punto de convertirse en un melé de fruta voladora. Los incitadores tuvieron que pagarle a los vendedores de tomate pero eso no evitó que se repitieran más peleas de tomates, ni el nacimiento de una tradición. Las autoridades, temerosas de que se intensificara el desorden, promulgaron, flexibilizaron y posteriormente volvieron a instituir una serie de prohibiciones en la década de los 1950. En 1951, se encarceló a los lugareños que desacataron la ley hasta que el clamor público exigió su liberación. La desfachatez más famosa en contra de las prohibiciones al tomate sucedió en 1957 cuando los defensores simularon un funeral con todo y cofre y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió no seguir dandose de topes, establecer unas cuantas reglas y acoger la extravagante tradición. Aunque los tomates son la atracción principal, hay una semana de festejos que preceden el enfrentamiento final. Es la celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán con desfiles, música y fuegos artificiales al alegre modo español. Para fortalecerse para la inminente trifulca se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, que presenta el emblemático platillo valenciano de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este liberador festival tiene algo de orden. Los organizadores hasta han llegado a cultivar una variedad especial de tomates incomibles tan sólo para el evento anual. Los festejos comienzan alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes compiten en la carrera para agarrar un jamón sujeto a lo alto de un poste engrasado. Los espectadores bañan a la bulla con mangueras mientras balian y cantan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca a mediodía camiones llenos de tomates entran al pueblo mientras los coros de "¡to-ma-te, to-ma-te! aumentan. Entonces, al disparo del cañon de agua comienza el evento. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en un ataque sin cuartel en contra de los otros participantes. Bombarderos de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa y ganchos de media distancia. Cualquiera que sea tu técnica para cuando todo acaba te verás (y sentirás) bastante diferente. Cerca de una hora después, se les deja a los cañoneros empapados en tomate jugar en un inconsistente mar de salsa con nada que se parezca a un tomate por ninguna parte. Un segundo disparo del cañon indica el fin de la batalla. | Entry #16127 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó aquél fatídico tomate que dio lugar a la revolución de La Tomatina? Realmente no se sabe. Pudo ser un levantamiento anti franquista, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el desfile de Gigantes y Cabezudos (una procesión de gigantes de papel maché) en 1945, unos vecinos buscaban la forma de armar jaleo para llamar la atención. Se encontraron con un puesto de verduras cercano y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron envueltos hasta que la escena acabó en un alboroto masivo de fruta voladora. Los causantes tuvieron que pagar por los daños a los vendedores de tomates, pero eso no impidió la repetición de más tomatadas: y el nacimiento de una nueva tradición. Temiendo un agolpamiento incontrolado, las fuerzas de orden público convocaron, relajaron y después restituyeron una serie de prohibiciones durante la década de los cincuenta. En 1951, los vecinos que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública solicitó su liberación. El atrevimiento más sonado a las prohibiciones del tomate sucedió en 1957 cuando los defensores caricaturizaron un funeral al tomate hasta con ataúd y procesión. No fue hasta 1957 cuando las fuerzas del orden público decidieron encajar los golpes, reestablecer algunas normas y claudicaron ante la disparatada tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de fiesta prepara el combate final. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con procesiones, música y fuegos artificiales al más alegre estilo español. Para acumular fuerza para el inminente combate, se sirve una monumental paella la víspera de la batalla, presentando una emblemática paella valenciana, de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, esta fiesta sin límites cuenta con ciertas restricciones. Los organizadores han llegado tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomate no comestible tan sólo para el acontecimiento anual. Los festejos dan el pistoletazo de salida a las diez de la mañana cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón atado en lo alto de un poste grasiento. Los espectadores riegan con mangueras de agua a los participantes mientras cantan y bailan por las calles. Cuando las campanas de la iglesia tocan la media noche, camiones repletos de tomates llegan al pueblo, mientras la entonación de “¡To-ma-te, to-ma-te!” alcanza su punto culminante. Después, con el cañonazo de agua, comienza la fiesta principal. Esa es la luz verde para machacar y lanzar tomates en combates por doquier a los participantes de al lado. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiros de gancho a media distancia. Sea cual sea tu técnica, cuando se acabe el tiempo, parecerás (y te sentirás) totalmente diferente. Casi una hora después, bombarderos entomatados salen a jugar a un mar de pegajosa salsa urbana con escasas posibilidades de encontrar un solo tomate. Un segundo cañonazo anuncia la culminación de la batalla. | Entry #21199 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó ese fatídico primer tomate que empezaría la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión en contra de Franco, o un carnaval del cual se perdió el control. De acuerdo con la versión más popular sobre la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile gigante de marionetas de papel maché), los lugareños buscaban organizar una refriega para llamar la atención. Al toparse en las cercanías con la presencia de una carreta de vegetales, empezaron a revolear tomates maduros. Espectadores inocentes empezaron a involucrarse hasta que la situación pasó a convertirse en un tumulto de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que pagarles a los vendedores de tomates, pero ello no impidió el acontecimiento de más peleas de tomates - y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un aumento en la rebeldía, las autoridades sancionaron, suavizaron, y luego restablecieron una serie de prohibiciones en los años 1950. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que protestas públicas llamaron a su liberación. Los descaros más famosos sobre las prohibiciones al tomatazo sucedieron en 1957 cuando un grupo de defensores llevaron a cabo, con ataúd y procesión incluida, una parodia sobre el funeral del tomate. Después de aquel año, el gobierno local optó por adaptarse al cambio, establecer algunas reglas, y aceptar la disparatez de la nueva tradición. A pesar de que los tomates toman el protagonismo, una semana de festividades anticipan el enfrentamiento final. Con desfiles callejeros, música, y fuegos artificiales al mejor estilo español, La Tomatina celebra al Santo patrón de Buñol, la Virgen María y a San Luis Beltrán. Para desarrollar tu fuerza para la inminente contienda, una estupenda paella es servida en vísperas de la batalla, exhibiendo el icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Actualmente, el festival libre de restricciones tiene algunas medidas de orden. Los organizadores han llegado hasta cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor exclusivamente para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes corren para agarrar un jamón ubicado en la parte superior de un poste engrasado. Los espectadores manguarean a la revoltosa multitud mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia marcan el mediodía, camiones abarrotados de tomates ingresan al pueblo al tanto que cánticos de “¡To-ma-te, to-ma-te!” llagan a un crescendo. Luego, con el estallido de un cañón de agua, se da comienzo al evento principal. Esa es la luz verde para el triturado y lanzamiento de tomates en ataques impiadosos contra otros participantes. Lanzadores de larga distancia, asesinos a quemarropa, y lanzamientos en forma de gancho a media distancia. Cualquiera sea tu técnica, para cuando se haya terminado, lucirás (y te sentirás) muy distinto. Casi una hora más tarde, los bombarderos empapados en tomate son librados a jugar en un mar de salsa triturada con pocos rastros de lo que parecen tomates. Un segundo disparo del cañón indica el final de la batalla. | Entry #15590 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó el primer tomate fatídico que dio inicio a la revolución La Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Quizás fue una rebelión anti-Franco, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión histórica más popular, durante el festival de Los Gigantes en 1945 (un desfile de marionetas gigantes hechas de papel maché), los residentes locales buscaron efectuar una reyerta para conseguir cierta atención. Se encontraron con un carro de verduras cercano y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron implicados hasta que la escena se convirtió en un tumulto masivo de fruta por los aires. Los instigadores tuvieron que compensar a los vendedores de tomate, pero eso no impidió que continuaran las luchas con tomates y así el nacimiento de una nueva tradición. Ante el temor de una escalada incontrolable, las autoridades promulgaron, flexibilizaron, y luego restablecieron una serie de prohibiciones en la década de los años 50. En 1951, encarcelaron a los residentes locales que desafiaron la ley, hasta que una protesta pública pidiera su liberación. El descaro más famoso frente a las prohibiciones contra el tomate sucedió en 1957, cuando los autores realizaron un funeral falso de un tomate, con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió adecuarse a la situación, fijar algunas reglas en el lugar, y adoptar la rara tradición. Aunque los tomates se apoderan del protagonismo, una semana de festividades lleva al arreglo final de cuentas. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, de la Virgen María y de San Louis Bertrand, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales de la manera feliz española. Para aumentar la fuerza de la reyerta inminente, una paella épica se sirve la víspera de la batalla, mostrando un plato valenciano icónico de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este festival sin límites tiene cierto grado de orden. Los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomates de mal sabor para este acontecimiento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten para agarrar un jamón fijado encima de un palo grasiento. Los espectadores lanzan agua a los manifestantes, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia suena a mediodía, los camiones cargados con tomates ingresan a la ciudad, y el coro “To-ma-te, to-ma-te!” llega a su máxima expresión. Un segundo cañonazo indica el término de la batalla. | Entry #17069 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién fue el primero en lanzar aquel tomate fatídico que dio pie a la revolución de La Tomatina? Nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista, o un Carnaval que se les fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes en 1945 (un desfile de muñecos gigantes de papel maché), unos lugareños intentaban protagonizar una reyerta para llamar la atención. Resultó que se encontraban sobre un carro de hortalizas y empezaron a tirar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron en la disputa hasta que la escena se convirtió en un enjambre de frutos voladores. Los instigadores tuvieron que pagar por los tomates a sus respectivos vendedores, pero ello no impidió la recurrencia de otras batallas de tomates y, con ella, el nacimiento de una nueva tradición. Ante el temor de una escalada fuera de control, las autoridades aprobaron, relajaron y, más tarde, reintrodujeron una serie de prohibiciones en la década de los 50. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que las protestas públicas exigieron su puesta en libertad. La desfachatez más famosa en contra de las prohibiciones del tomate tuvo lugar en 1957, cuando un grupo de proponentes celebraron un falso entierro del tomate, con ataúd y procesión incluidos. A partir de 1957, el gobierno local decidió sumarse al carro, fijó ciertas normas y se acogió a la alocada tradición. Si bien los tomates son el centro de atención, tras una semana de festejos llega el momento del espectáculo final: la celebración de los patrones de Buñol, la Virgen María y San Luís Bertrand, que se festeja con pasacalles, música y fuegos artificiales al más puro estilo español. Para coger fuerzas antes de la inminente batalla, la víspera se sirve una paella épica y se muestra el tradicional plato valenciano a base de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, este desenfrenado festival goza de cierto orden. Los organizadores incluso han llegado a cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable solo para este evento anual. La fiesta arranca alrededor de las 10 de la mañana, cuando los participantes salen corriendo para atrapar un jamón colgando de una estaca grasienta. Los espectadores riegan a los revoltosos con agua mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia toca a mediodía, camiones cargados de tomates llegan a la ciudad mientras los cánticos de «¡To-ma-te! ¡To-ma-te!» alcanzan un crescendo. Entonces, un cañonazo anuncia el comienzo del gran evento. Es la señal de salida para aplastar y lanzar tomates en un ataque general contra el resto de participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a bocajarro y disparos ejecutados a media distancia; sea cuál sea vuestra técnica, cuando se acabe el tiempo tendréis un aspecto (y una sensación) bastante distintos. Casi una hora más tarde, los bombarderos, pringados de tomate hasta las orejas, podrán jugar en un mar de salsa blanda callejera donde difícilmente se encuentra algo que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo indica el final de la batalla. | Entry #17294 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó ese fatídico tomate que comenzó la revolución de la Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión en contra de Franco, o un carnaval que se salió de control. De acuerdo a la versión más popular, durante el festival de 1945 de Los Gigantes, (un desfile de figuras gigantes de papel maché), los locales comenzaron un pelea para llamar la atención. Estaban cerca de un carro de verduras y comenzaron a arrojar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron hasta que la escena escaló a una aglomeración masiva de frutas que volaban por todas partes. Los instigadores tuvieron que pagarles a los vendedores, pero eso no evitó que se volvieran a repetir las peleas de tomates – y de ahí partió la tradición. Temerosos de que las revueltas se intensificaran, En los años 50, las autoridades promulgaron una serie de prohibiciones, las hicieron menos estrictas y luego las reincorporaron. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron puestos en prisión hasta que hubo protestas públicas que pidieron que fueran liberados. El enfrentamiento más famoso de la prohibición de la pelea de tomates sucedió en 1957 cuando los defensores de las peleas hicieron una parodia de un funeral de tomates con todo ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió enfrentar la situación, imponer algunas reglas, y acoger la absurda tradición. Aunque los tomates son el centro de atención, una semana de actividades anticipa el enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles, música, y fuegos artificiales con la típica alegría española. Para tomar fuerzas para la pelea inminente, se sirve una paella épica la noche anterior a la batalla, resaltando el emblemático platillo valenciano de arroz, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin límites tiene algo de orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomates incomibles que sólo sirven para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las diez de la mañana cuando los participantes corren a agarrar un jamón en un palo encebado. Los espectadores les avientan agua con una manguera mientras cantan y bailan en la calles. Cuando la campana de la iglesia suena al mediodía, camiones llenos de tomates entran al pueblo, mientras el canto de “ To-ma-te, to-ma-te” llega a su punto culminante. Luego, con el cañonazo de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en todo tipo de ataque entre los participantes. Lanzados desde la altura, tiros directos y tiros de media distancia. Cualquiera que sea su técnica, al terminar, usted parecerá (y se sentirá) algo diferente. Después de casi una hora, se les deja jugar a los atacantes empapados de tomate en un mar de salsa roja en las calles, sin rastro alguno de lo que fueron los tomates originalmente. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #19337 — Discuss 0 — Variant: Mexican
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¿Quién habrá sido el que arrojó aquel primer tomate destinado a iniciar esa revolución conocida como La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez estaba en las filas de los rebeldes antifranquistas o era parte de una feria que se desmadró. Según la versión más popular del relato, durante la edición de 1945 del festival de Los Gigantes (el desfile de enormes muñecos hechos con papel mâché), los lugareños buscaron hacer una puesta en escena de una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un carro que llevaba hortalizas y empezaron a lanzar tomates bien maduros. Los inocentes espectadores y curiosos comenzaron a meterse hasta que la escena de vegetales voladores se transformó en un tumulto de proporciones. Los instigadores tuvieron que pagarles a los vendedores de los tomates, cosa que no redundó en el cese de las hostilidades tomateras, sino en el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a que el episodio se les fuera de las manos, las autoridades le dieron el visto bueno y se relajaron, aunque reinstalaron una serie de prohibiciones a mediados de la década de 1950. En 1951, los habitantes de la zona que se atrevieron a desafiar esas prohibiciones sufrieron la pena de prisión, hasta que las protestas públicas exigieron su liberación. El desafío más descarado a las prohibiciones antitomatina tuvo lugar en 1957, cuando los partidarios de la fiesta organizaron un simulacro de funeral en honor al tomate, con ataúd, procesión y todo. Después de eso, el gobierno local decidió tirar la toalla, establecer algunas reglas y darles luz verde a los locos del tomate para seguir con la tradición. Si bien la guerra de tomates es el evento principal, hay una semana de festividades que precede a la batalla final. Es la celebración de la Virgen de los Desamparados y San Luis Beltrán, los santos patronos del pueblo de Buñol, que incluye desfiles, música y fuegos artificiales enmarcados en lo más gozoso de la tradición española. Además, a fin de que los participantes junten fuerzas para la inminente escaramuza, se sirve una paella (el plato cuyos ingredientes infaltables son arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva, icono de la cocina valenciana) de proporciones épicas en la víspera del combate. Hoy en día, este festival tiene piedra libre pero se han impuesto algunas medidas para preservar el orden. Los organizadores, incluso, han llegado a cultivar una variedad especial de tomates no aptos para el consumo por cuestiones de sabor, con la única finalidad de que sean usados en el festival anual. Los festejos arrancan alrededor de las diez de la mañana, hora en la que los participantes se lanzan a la carrera para atrapar un jamón en lo alto de un poste engrasado, mientras que desde la multitud, que canta y baila en las calles, les echan agua con mangueras. Cuando las campanas de la iglesia dan las 12 del mediodía, hacen su entrada en el pueblo unos camiones repletos de tomates, al grito ensordecedor de "¡To-ma-te, to-ma-te!". Luego, un cañón de agua marca el inicio del evento principal, y hay carta franca para atacar a los demás participantes con lanzamientos de tomate a voluntad. Sea cual fuere la técnica, de volea, a quemarropa o de gancho a media distancia, para el momento en que todo termina, uno queda (y se siente) diferente. Los bombarderos embadurnados de pies a cabeza con pulpa y semillas tienen una hora para chapotear en un mar de salsa de tomates totalmente triturados que embarra las calles, hasta que un segundo cañonazo pone fin a la batalla. | Entry #20069 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién fue el primero en lanzar aquel tomate fatídico que dio inicio a la revolución de La Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Quizás se trató de alguna rebelión anti-Franco; talvez fue un desfile que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de muñecos de papel maché gigantes), la gente de la región buscaba llamar la atención armando una pelea. Entonces, cerca de allí se encontraron con una carretilla con verduras y empezaron a arrojarse tomates maduros. Transeúntes desprevenidos se sumaron a la lucha y la escena se convirtió en una gran confusión de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que pagar los tomates a los comerciantes, pero ello no fue obstáculo para que se presentaran nuevas guerras de tomates y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron una serie de prohibiciones en los años cincuenta que luego fueron flexibilizadas y después vueltas a establecer. En 1951, algunos lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que se dio un clamor público pidiendo su libertad. La más famosa irreverencia contra estas prohibiciones ocurrió en 1957 cuando los defensores de la causa simularon un funeral completo para el tomate incluidos ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió seguirles la cuerda, estableció algunas reglas y acogió la extravagante tradición. A pesar de que los tomates juegan el rol principal, una semana entera de festividades precede a la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales a la alegre manera de los españoles. Con el fin de recabar fuerzas para la inminente lucha, se sirve una paella épica la víspera de la batalla; es la exhibición de un plato valenciano icónico compuesto por arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival incontrolable tiene algo de orden. Los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomate de mal sabor para uso exclusivo en el evento anual. Las actividades arrancan alrededor de las diez de la mañana cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón colocado en la punta de un palo ensebado. Los espectadores mojan a los escaladores con agua al tiempo que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia señala el mediodía, camiones repletos de tomates entran al pueblo, mientras el coro de "¡To-ma-te, to-ma-te!" va in crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Se da así luz verde para aplastar y lanzar tomates en un ataque sin cuartel contra los demás participantes. Hay quienes son lanzadores de larga distancia; otros, asesinos a quemarropa; los de más allá, encestadores de media distancia. Sin importar la técnica, cuando todo termina, todo el mundo se ve (y se siente) diferente. Casi una hora después, a los bombarderos empapados se les permite jugar en las calles convertidas en un espeso río de salsa de tomate sin mucho que se pueda distinguir como la fruta original. Un segundo disparo de cañón señala el fin de la batalla. | Entry #20831 — Discuss 0 — Variant: Colombian
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¿Quién lanzó aquel primer fatídico tomate que inició la revolución La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se escapó de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile gigante de marionetas de papel maché) algunos lugareños estaban buscando escenificar un alboroto para llamar la atención. Se encontraron con un carretón de vegetales en la vía y comenzarón a arrojar tomates maduros. Algunos expectadores inocentes se fueron uniendo hasta que la escena escaló hasta una colosal reyerta de frutas que volaban por el aire. Los instigadores tuvieron que pagarle a los mercaderes de tomate, aunque eso no detuvo la reaparición de otras refriegas con tomates y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada revoltosa, las autoridades promulgaron, relajaron y luego restablecieron una serie de prohibiciones en los ´50. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública demandó su liberación. La insolencia más famosa a las prohibiciones del tomate ocurrieron en 1957 cuando los partidarios celebraron un simulacro de funeral del tomate completo con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió dejarse llevar por la corriente, establecer algunas reglas y abrazó la loca tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festividades se sucede hasta la confrontación final. Es una celebración de los patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al son del alegre estilo español. Para ganar fuerzas para la refriega inminente, una paella épica es servida en la víspera de la batalla, exponiendo un icónico plato valenciano de arroz, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival liberado ha cobrado cierto grado de orden. Los organizadores han llegado hasta cultivar una variedad especial de tomates insípidos solamente para este evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10:00 de la mañana cuando los participantes corren para agarrar un jamón que está sujeto a la parte superior de un poste grasiento. Los expectadores bañan con manguera de agua a los de la rebatiña mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia tocan las doce, entran al pueblo camiones repletos de tomates mientras el canto de «¡To-ma-te, to-ma-te!» va in-crescendo. Luego, comienza el evento principal con el disparo de un cañón de agua. Es la luz verde para triturar y lanzar tomates contra los compañeros participantes en un ataque a más no poder. Lanzadores de tomates a grandes distancias, asesinos a quema ropa y tiros de gancho a media distancia. Cualquiera que sea su técnica, para cuando haya terminado, usted se verá (y se sentirá) bastante diferente. Casi una hora más tarde, quedan los bombarderos empapados en tomate para retozar en un mar de salsa blanda callejera dejando poco que se parezca a un tomate. Una segunda señal de cañón finaliza la batalla. | Entry #19097 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó aquel primer tomate catastrófico que comenzó la revolución La Tomatina? La realidad es incierta. Tal vez fue una rebelión anti-Francesa, o un carnaval que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), lugareños querían armar una trifulca para atraer algo de atención. De casualidad pasaron por un carrito de verduras cercano y empezaron a tirar tomates maduros. Se involucraron espectadores inocentes hasta que la escena se convirtió en una camorra enorme de fruta volando. Los instigadores tuvieron que reembolsar a los vendedores de tomates, pero eso no detuvo la repetición de más peleas de tomates - y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una intensificación revoltosa, las autoridades promulgaron, flexibilizaron, y luego reincorporaron una serie de prohibiciones en los 50s. En 1951, lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública pidió su liberación. La imprudencia más famosa a las prohibiciones de tomate ocurrió en 1957, cuando defensores armaron un simulacro completo de un funeral de tomate con un ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió darse a la par, estableció algunas reglas, y adoptó la tradición chiflada. A pesar que los tomates son la parte principal, una semana de festividades conducen al cierre final. Es una celebración del Santo Patrol de Buñol, la Virgen María, y San Luis Bertrán, con desfiles callejeros, música, fuegos artificiales y moda española jubilosa. Para fortalecerte para la inminente trifulca, se sirve una épica paella la noche de la batalla, exhibiendo un plato Valenciano emblemático de arroz, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. En la actualidad, este festival sin restricciones tiene algunas medidas de orden. Los organizadores fueron tan lejos como para cultivar una variedad de tomates incomibles solamente para este evento anual. Se da inicio a las festividades a eso de las 10 a.m. que es cuando los participantes compiten para agarrar un jamón fijado a la cima de un poste engrasado. Los espectadores riegan con agua a los revoltosos mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca a medio día, camiones repletos con tomates entran a la ciudad, mientras gritos de "To-ma-te, to-ma-te" alcanzan el clímax. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en ataques sin tregua contra otros participantes. Lanzadores de tomates de altura y de larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiros en gancho a media distancia. Cualquiera que sea tu técnica, cuando todo culmina, te verás (y sentirás) bastante diferente. Cerca de una hora después, restan bombarderos empapados en tomates en un mar de salsa blanda callejera con casi nada parecido a un tomate sobrando. Un segundo tiro de cañón da la señal del fin de la batalla. | Entry #17107 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó ese primer tomate fatídico que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión anti-franquista o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante la fiesta de los Gigantes en 1945 (un desfile de títeres de papel maché gigantes), los locales buscaban desencadenar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con un carro de vegetales que había cerca y comenzaron a tirar tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados, hasta que la escena se intensificó , transformándose en un masivo tumulto de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que recompensar a los vendedores de tomates, pero esto no impidió la recurrencia de más luchas de tomates - y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una revuelta intensa, las autoridades promulgaron, y luego restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los locales que desafiaban la ley eran arrestados hasta que la gente demandara su liberación. El enfrentamiento más famoso a las prohibiciones del tomate sucedió en 1957 cuando los proponentes llevaron a cabo un funeral completo de un tomate, con ataúd y procesión, como burla. Después de 1057, el gobierno local decidió tomar al toro por los cuernos, estableció algunas reglas, y aceptó la descocada tradición. A pesar de que los tomates son la atracción principal, hay una semana de festividades previas que conducen al momento decisivo: la confrontación. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en la calle, música y fuegos artificiales al jubiloso estilo español. Para hacer acopio de fuerzas para la trifulca inminente, en vísperas de la batalla se sirve una paella épica, exhibiendo un típico plato valenciano que lleva arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta descontrolada tiene algunas medidas de control. Los organizadores han llegado al punto de cultivar una variedad especial de tomates incomibles exclusivamente para el evento anual. Las festividades arrancan alrededor de las 10 am con una carrera donde los participantes compiten por agarrar un jamón fijamente colocado en la cima de un palo enjabonado. Los espectadores mojan a los scramblers con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana anuncia el mediodía, llegan al pueblo camiones cargados de tomates, mientras los cantos "¡To-ma-te, to-ma-te! alcanzan su crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la señal que da luz verde para atacar a los participantes vecinos, estrellando y arrojando tomates en todas las direcciones. Lanzadores de tomates desde la altura y a larga distancia, asesinos a quemarropa y ganchos de medio alcance. Cualquiera que sea su técnica, para cuando termine, terminará viéndose (y sintiéndose) bastante diferente. Aproximadamente una hora después, se deja a los bombarderos bañados en tomate para que jueguen en un mar de salsa de tomate callejera fangosa donde difícilmente se encuentre algo semejante a un tomate. | Entry #17248 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el primer fatídico tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el desfile de Los Gigantes de 1945 (un desfile de figuras gigantes de papel maché), unos lugareños trataban de hacerse un hueco buscando un poco de atención desencadenando así una pelea. Cerca había un puesto de verduras y la multitud comenzó a lanzar tomates. Los espectadores, inocentes, se vieron involucrados hasta tal punto que la escena se ha convertido en una gran batalla vegetal. Aquellos chicos que comenzaron la batalla tuvieron que reponer los tomates a los dueños del puesto, pero eso no les detuvo a la hora de repetir la batalla en años sucesivos naciendo así una nueva tradición. Por temor a una intensificación incontrolable, las autoridades prohibieron estas batallas de tomates a principios de la década de los 50. Pero en 1951, habitantes de la zona desafiaron la ley y fueron incluso detenidos hasta que el clamor público pidió su liberación. El mayor descaro a favor de lo que comenzó a llamarse La Tomatina tuvo lugar en 1957 cuando defensores de ésta representaron el entierro del tomate en una procesión con un ataúd. Después de 1957, el gobierno local decidió amoldarse a la situación, estableciendo unas cuantas reglas pero recibiendo con los brazos abiertos la tradición más extravagante. Aunque los tomates son los protagonistas, la batalla ha dado lugar a una semana de festividades. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con pasacalles, música y fuegos artificiales en una alegre fiesta española. Para coger fuerzas para la inminente batalla, se sirve una épica paella en vísperas de la fiesta, exhibiendo el emblemático plato de arroz valenciano, con su marisco, su azafrán y su aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin límites tiene algunas normas de comportamiento. Los organizadores han ido tan lejos que hasta se cultiva sólo para el evento anual una variedad especial de tomates incomibles. Las fiestas se inauguran alrededor de las 10 a.m., cuando los participantes compiten por conseguir un jamón atado en lo alto de un palo grasiento. Con una manguera se echa agua al tumulto de gente mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia tocan las 12 del mediodía, camiones cargados de tomates pasan por toda la ciudad, mientras se canta "¡to-ma-te, to-ma-te!" cada vez más alto. Entonces, con el disparo de un cañón de agua comienza el principal evento. Esa es la luz verde para comenzar a estrujar y lanzar los tomates. Lanzamientos de tomate de larga distancia, a quemarropa o con en arco. No importa la técnica que uses. Cuando la Tomatina haya acabado, no sólo parecerás otro, sino que te sentirás diferente. Casi una hora más tarde, los bombarderos empapados de tomate hasta las cejas se divierten en las calles llenas de salsa; una salsa que lo último que parece es tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #18772 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe; quizás se trató de una rebelión contra Franco o bien de una celebración que se salió de control. La versión más popular de la historia cuenta que durante el festival de Los Gigantes (un desfile con marionetas gigante de papel maché) de 1945, los lugareños buscaban comenzar una pelea para captar algo de atención cuando en su camino se encontraron con un carrito de vegetales, comenzando a lanzar los que estaban podridos. Los inocentes espectadores del suceso comenzaron a participar hasta que la escena llegó a convertirse en una enorme pelea cuerpo a cuerpo con frutas volando por todas partes. Más tarde, los instigadores tuvieron que pagar al vendedor por sus tomates, pero se quedaron con la idea de realizar más peleas de tomates, naciendo así una nueva tradición. Con temor de que el evento escalara hasta niveles incontrolables, las autoridades establecieron restricciones, bajaron la intensidad de las luchas con tomates y luego restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los lugareños que desafiaran la ley se encarcelaban hasta que el clamor popular solicitara su liberación. Sin dudas la demostración más famosa contra estas prohibiciones ocurrió en 1957, cuando los simpatizantes de la celebración llevaron a cabo un falso funeral del tomate, con procesión, ataúd y todo lo demás incluido. Después de 1957, el gobierno local decidió seguir la corriente, estableció algunas reglas y aceptó la ejecución de esta alocada tradición. Si bien los tomates son el centro de la atención, se realiza toda una semana de festividades que concluye con el ya conocido duelo final. Esta celebración se hace en honor de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, e incluye desfiles por las calles, música y fuegos artificiales de la tradicional y ferviente manera de celebrar que tienen los españoles. En pos de reunir fuerzas para el inminente enfrentamiento se sirve una paella de proporciones titánicas, un plato icónico de Valencia, que se compone de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad, este festival libre de restricciones tiene cierto nivel de orden y los organizadores han ido tan lejos que hasta cultivan una variedad especial de tomates incomibles, sólo para usarlos durante el evento anual. Las festividades comienzan cerca de las 10 AM cuando los participantes corren por alcanzar un jamón que se ata en la cima de un poste engrasado mientras que los espectadores rocían a los participantes usando mangueras con agua al son de cantos y bailes en las calles. Cuando la campana de la iglesia suena marcando el mediodía, ingresan camiones cargados con tomates a la ciudad mientras que los cánticos de "¡to-ma-te, to-ma-te!" aumentan más y más. Luego, el disparo de un cañón de agua marca el comienzo del evento principal; se trata de la señal que indica que ya se pueden romper y lanzar ataques de tomates hacia todos los demás participantes. Están los que lanzan desde las alturas, los asesinos a quemarropa y los que tiran ganchos media distancia. Cualquiera sea la técnica que se utilice, cuando se acaba el tiempo, los participantes se ven y sienten de una manera muy diferente que al principio. Tras cerca de una hora, los bombarderos participantes, ya empapados en tomate, pueden jugar en un mar de salsa callejera, en una imagen donde poco de lo visible se asemeja a un tomate. En este punto, un segundo disparo del cañón sirve para marcar el término del combate. | Entry #19201 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó aquel decisivo tomate que inició la revolución de la Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Tal vez fuera una rebelión anti Franco o un carnaval que se desbordó. De acuerdo con la versión más conocida de la historia, durante 1945 en la fiesta de Los Gigantes (un desfile de figuras gigantes de papel maché) los del pueblo buscaban provocar un alboroto para llamar la atención. Se encontraron con un carromato de verduras cercano y empezaron a tirarse tomates maduros. Unos mirones que estaban allí también se apuntaron hasta que la escena llegó a un combate abierto de frutas volando. Los instigadores tuvieron que pagar al vendedor de tomates, aunque esto no impidió que las luchas de tomates volvieran a tener lugar ni el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una escalada de la revuelta, las autoridades promulgaron, relajaron y volvieron imponer una serie de prohibiciones durante los años cincuenta. En 1951, aquellos lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que las protestas públicas reclamaron su liberación. La acción más descarada contra la prohibición de la tomatada sucedió en 1957 cuando sus defensores hicieron un funeral de burla, con su ataúd y cortejo fúnebre. En 1957 las autoridades decidieron que era mejor aceptar la situación, decretaron algunas leyes a cambio y adoptaron esta disparatada tradición. Aunque los tomates son el plato fuerte, una semana de celebraciones desembocan en el enfrentamiento final. Es la celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luís Bertrán, con sus pasacalles, música, fuegos artificiales a la alegre manera española. Para acumular fuerzas para la inminente reyerta, en la víspera de se sirve una paella de dimensiones épicas mostrando el emblemático plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival ya sin trabas cuenta con algunas regulaciones. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad de tomates sin sabor solamente para este evento anual. Los festejos empiezan a las diez de la mañana cuando los participantes luchan por alcanzar un jamón agarrado en lo alto de una cucaña. Aquellos que miran riegan a los que trepan con chorros de agua mientras bailan y cantan por la calle. Cuando la campana de la iglesia da el mediodía camiones cargados con tomates entran en el pueblo mientras los cantos “¡To-ma-te, to-ma-te!” alcanzan el apogeo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para aplastar y tirar tomates en guerra sin cuartel todos contra todos. Lanzarlos a lo lejos, asesinato a quemarropa o un lanzamiento gancho cercano, cualquiera que sea tu técnica, cuando todo se acabe, parecerás –y te sentirás- bastante diferente. Durante casi una hora se deja juguetear a los bombarderos empapados de tomates en un blando mar de salsa callejera que no tiene ningún parecido a los tomates. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #20455 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer tomate histórico que comenzó la revolución de La Tomatina? Nadie lo sabe en realidad. Quizá fue una rebelión anti-Franquista o un carnaval fuera de control. De acuerdo a la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festival de Los Gigantes (una parada de muñecos hechos con papel maché), los lugareños buscaban un tipo de contienda que llamara la atención. Decidieron entonces colocar una carretilla de vegetales en los alrededores y comenzaron a lanzar tomates maduros. Inocentes espectadores tomaron parte hasta que la escena se convirtió en una verdadera guerra de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que rembolsar a los vendedores de tomate, pero esto no impidió que se repitieran las contiendas con tomates y el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una insubordinación, las autoridades tomaron acción, transigieron, y restablecieron una serie de prohibiciones en los 1950’s. En 1951, los lugareños que desobedecieron las leyes fueron encarcelados hasta que la protesta pública exigió su libertad. La desfachatez más notoria a la prohibición del tomate ocurrió en 1947, cuando los partidarios llevaron a cabo un falso funeral de un tomate con un ataúd y la procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió seguirles la corriente, creó unas cuantas reglas, y aceptó la extravagante tradición. Aunque los tomates son el tema principal, una semana de festividades los llevó al final enfrentamiento. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen Maria y San Luis Bertrán. Tienen desfiles en las calles, música, y fuegos artificiales junto a la jubilosa élite española. Para tener más fuerza en la inminente refriega, una épica paella es servida en la víspera de la batalla, mostrando un emblemático plato de arroz valenciano, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin límites ya tiene algún orden. Los organizadores han ido tan lejos que han cultivado una variedad especial de tomates no comestibles tan solo para este evento del año. Las festividades comienzan cerca de las 10:00 a.m. cuando los participantes compiten por alcanzar un jamón que ha sido colocado en lo alto de un poste engrasado. Los espectadores usando mangueras empapan de agua a los revoltosos mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia suena al mediodía, camiones llenos de tomates llegan al pueblo, mientras cantos de “To-ma-te, to-ma-te” van en aumento. Lo principal empieza con el disparo de un cañón de agua. Esa es la luz verde para comenzar el arrollador lanzamiento de tomates en todas direcciones contra los participantes. Aunque lancen tomates a larga distancia, a quemarropa, y a mediano alcance; cualquiera que sea tu técnica, cuando todo termine, lucirás (y te sentirás) muy diferente. Casi una hora más tarde, los tiradores, empapados en tomate, aún están en la calle convertida en un mar de suave salsa roja sin poder encontrar algo que semeje un tomate. Un segundo disparo del cañón indica el final de la batalla. | Entry #16969 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién tiró ese primer tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Tal vez fue una rebelión anti-franquista o un carnaval que se fue de las manos. Dice la versión más popular de la historia que durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas de papel maché gigante), los lugareños se paseaban en busca de pelea que les consiguiera un poco de atención. Se toparon con un carro de verduras que estaba cerca y empezaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores ingenuos que por allí estaban, se involucraron hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de fruta volando. Los instigadores tuvieron que pagar a los proveedores de tomate, pero eso no impidió la concurrencia de más peleas de tomate y el nacimiento de una nueva tradición. En la década de los 50 y temerosos de una escalada rebelde, las autoridades decretaron, distendieron y luego reintegraron una serie de prohibiciones. En 1951, los lugareños que desafiaban la ley eran encarcelados hasta que la protesta pública pidiese su liberación. La más famosa desfachatez de las prohibiciones de tomate pasó en 1957, cuando los simpatizantes celebraron un parodia del funeral del tomate, completo con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió rodar con los golpes, estableció algunas reglas en su lugar y acogió la absurda tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, se trata de una semana de festividades que conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales a lo más puro y alegre sentido español. Para coger fuerzas para la pelea inminente, en la víspera de la batalla se sirve una paella grandiosa, mostrando así un plato emblemático Valenciano, como es arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han ido a tal punto que han cultivado una variedad especial de tomates que tienen un sabor desagradable y son sólo para este evento anual. Las fiestas empiezan a las 10 de la mañana, cuando los participantes compiten en una carrera para coger un jamón que esta fijo encima de una cucaña. Los espectadores dan manguerazos de agua al resto de la multitud, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca al mediodía, camiones repletos de tomates comienzan a entrar en la ciudad, mientras los cánticos de "To-ma-te, to-ma-te! " van creciendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la señal para el machaque y el lanzamiento de tomates contra el resto de participantes. Están los que lanzan el tomate a larga distancia, los asesinos a quemarropa y los de tiro de gancho a rango medio. Sea cual sea tu técnica, en el momento en que se acabe, te verás ( y sentirás ) bastante diferente. Casi una hora después, los hostigadores ya empapados de tomate, se quedan a jugar en un mar de salsa blandita, en la que ya no se puede encontrar nada semejante a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #16315 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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Quien lanzó aquel funesto tomate que inició la revolución Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Tal vez fue una rebelión en contra de Franco o un carnaval que se fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), la gente del pueblo estaba buscando montar una trifulca para llamar la atención. Se toparon con una carreta de vegetales que estaba cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los curiosos inocentes se fueron involucrando hasta que la escena escaló al nivel de una aglomeración masiva de frutas volando. Los instigadores tuvieron que pagarle a los vendedores de tomate, pero esto no evitó la recurrencia de más peleas de tomates, y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron, flexibilizaron y de nuevo reinstauraron, una serie de prohibiciones en 1950. En 1951 las personas del pueblo que desafiaron la ley fueron encarceladas, hasta que el clamor popular pidió por su libertad. La mayor desfachatez contra las leyes del tomate sucedió en 1957 cuando los partidarios celebraron una parodia de funeral del tomate, con urna, procesión y todo. Después de 1957, el gobierno local decidió seguir la corriente, estableció algunas reglas y acogió la extravagante tradición. A pesar de que son los tomates los protagonistas, una semana de festividades llevan a la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Louis Bertrand, con desfiles en las calles, música y fuegos artificiales al más alegre estilo español. De manera de que usted pueda reforzar su fuerza para la trifulca inminente, se sirve una grandiosa paella en la víspera de la batalla, exhibiendo un plato de arroz típico valenciano con frutos de mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día este festival liberal tiene cierta medida de orden. Los organizadores han llegado tan lejos como cultivar una variedad especial de tomates incomibles solo para el evento anual. Las festividades arrancan alrededor de las 10am cuando los participantes corren para agarrar un jamón fijado en la parte superior de un palo encerado. Los curiosos le echan agua a los revoltosos mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia tocan el mediodía, los camiones llenos con tomates entran a la ciudad mientras los cantos “to-ma-te, to-ma-te” llegan a su punto culminante. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para el demoledor lanzamiento de tomates en ataques a todos lados de los participantes entre sí. Lanzador de altura a larga distancia de tomates, asesinos a quemarropa y tiros de anzuelo a corta distancia, cualquiera que sea su técnica, para cuando termine usted se verá (y sentirá) bastante diferente. Cerca de una hora después, los bombarderos empapados en tomate se quedan jugando en un mar de salsa blanda callejera sin que le quede ningún parecido a tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #16477 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién tiró el primer tomate que inició la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez hubiera sido alguna revuelta contra Franco o un carnaval fuera de control. Según la versión más conocida de la historia, durante la edición de 1945 del festival de Los Gigantes -un desfile de muñecos gigantes hechos con papel maché-, algunos lugareños quisieron fingir una pelea para llamar la atención. Ellos subieron en un carro de venta de vegetales y comenzaron a tirar tomates maduros. Los espectadores inocentes terminaron involucrados, y la escena se convirtió en una enorme pelea de frutos voladores. Los provocadores tuvieron que pagar la pérdida de los comerciantes de tomate, pero eso no impidió que se repitieran las peleas de tomate -y así nacía una nueva tradición. Por el temor a una escalada incontrolable, las autoridades decretaron, derogaron y después restablecieron una serie de prohibiciones durante la década de 1950. En 1951, residentes que habían desafiado la ley fueron detenidos y así permanecieron hasta que la protesta pública pedió su liberación. La más famosa afrenta a las prohibiciones del tomate ocurrió en 1957, cuando los defensores de la tradición simularon un funeral completo del tomate, con ataúd y procesión fúnebre. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar mejor con la situación. Las prohibiciones fueron reemplazadas por algunas reglas, y se pasó a aceptar la excéntrica tradición. Aunque los tomates estén en el centro de la atención, una semana de festividades conduce a la confrontación final. Se tratan de las celebraciones de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltrán, que incluyen desfiles por las calles, músicas y fuegos artificiales, al alegre estilo español. Con el objetivo de reunir fuerzas para la lucha inminente, es servida en la víspera de la batalla una épica paella, plato característico de Valencia, preparado con arroz, frutos de mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, con algunas medidas de organización, el festival transcurre en total libertad. Los organizadores llegaran al punto de cultivar una variedad especial e incomible de tomate especialmente para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las diez de la mañana, cuando los participantes realizan una carrera para alcanzar un jamón pegado encima de un palo ensebado. Espectadores mojan a los competidores con manguera mientras cantan y bailan por las calles. Y, después que la campana de la iglesia avisa la llegada de las doce de la tarde, camiones cargados de tomates entran por la ciudad en medio de los gritos crecientes de "¡To-ma-te! ¡To-ma-te!" Luego, con el disparo de un cañón de agua, empieza el evento principal. Es la luz verde para que los participantes aplasten y tiren tomates unos a otros en un ataque generalizado. Tiradores de larga distancia, asesinos a quemarropa y lanzadores de gancho de media distancia. Sea cual fuera tu técnica, cuando todo termine, parecerás (y te sentirás) un poco diferente. Cerca de una hora más tarde, los guerreros empapados de tomate juegan por la calle tomada invadida por un mar de salsa, donde poca cosa que se parezca con un tomate entero se puede encontrar. Un segundo disparo de cañón avisa el final de la batalla. | Entry #17131 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién lanzó ese primer tomate fatídico que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Tal vez fue una rebelión anti-Franco, o un carnaval que fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes del año 1945 (un desfile de marionetas de papel maché gigantes), las personas del pueblo estaban tratando de organizar una pelea para conseguir un poco de atención. Pasaron cerca de un carro de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Entonces unos espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de frutas volando. Los instigadores tuvieron que darles el dinero correspondiente a los vendedores de tomates para que puedan renovar la mercadería, pero eso no impidió la repetición de más peleas con tomates-y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un aumento de rebeldía, las autoridades promulgaron, relajaron, y luego reincorporaron una serie de prohibiciones en la década del cincuenta. En 1951, las personas del pueblo que rompieron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública pidió su liberación. El más famoso descaro de las prohibiciones de tomate fue en 1957, cuando los partidarios celebraron un funeral falso del tomate completo, con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió adaptarse a las circunstancias, establecer algunas reglas y adoptar la disparatada tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festividades conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales a la alegre moda española. Para aumentar la fuerza para la inminente pelea, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, mostrando un plato emblemático valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para el evento anual. Estas festividades arrancan a las 10 a.m. cuando los participantes hacen una carrera para agarrar un jamón fijado encima de una cucaña. Los espectadores rocían las plantas con agua mientras cantando y bailando en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, camiones repletos de tomates se acercan la ciudad, mientras crecen los cantos de "To-ma-te,-To-ma te!" Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para triturar y lanzar tomates en un ataque total contra el resto de participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiros de gancho de rango medio. Sea cual sea la técnica, al finalizar uno se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después, los participantes empapados dejan de bombardearse con tomates para jugar en un mar de salsa blanda desparramada por todas las calles donde se pueden encontrar muy pocos restos de algo que se parezca a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #18437 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quien arrojó aquel fatídico tomate que inició la revolución La Tomatina? Lo cierto es que nadie lo sabe. Pudo haber sido una protesta antifranquista o un desfile desmadrado. Según la versión más aceptada de la historia, durante el festival Los Gigantes de 1945 (un desfile de muñecos gigantes de papel maché) algunos vecinos que querían armar bulla para llamar la atención se toparon con un carro de verduras y se dieron a arrojar tomates maduros. Algunos curiosos que andaban por ahí entraron en la contienda y la escena escaló en una confusión de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que pagar los tomates pero eso no detuvo las desde entonces recurrentes guerras de tomates ni el nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una escalada sin reglas, durante los años 50 las autoridades decretaron, relajaron, y reestablecieron una serie de prohibiciones. En 1951 los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que el clamor público pidió su liberación. La afronta más conocida a la prohibición sucedió en 1957 cuando defensores de la tomatina realizaron un funeral completo con tomate en ataúd y procesión. Después de 1957 el gobierno local decidió adaptarse, estableció unas pocas de reglas y aceptó la estrambótica tradición. Los tomates son el centro de la escena, el cierre de una semana de festejos: las celebraciones del santo patrono de Buñol, La Virgen María y San Luis Beltrán, con desfiles callejeros, música, y fuegos artificiales en alegre estilo español. Para juntar fuerzas para el inmimente estallido, en víspera de la batalla se sirve una épica paella, con el icónico plato valenciano hecho de arroz, frutos de mar, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este desatado festival ganó cierto orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomate, de sabor desagradable, solo para este evento. Las festividades comienzan alrededor de las 10 cuando los participantes compiten para apoderarse de un jamón colocado en la punta de un palo ensebado. Los espectadores los mojan con una manguera mientras cantan y bailan en las calles. Cuando suenan las campanadas de la iglesia, camiones repletos de tomates entran en el pueblo mientas el canto "To-ma-te, to-ma-te!" se va intensificando. Entonces, suena una carcasa y se inicia el evento principal. Es la luz verde para aplastar y lanzar tomates en todas direcciones contra los demás participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa y disparadores de medio alcance: cualquiera sea tu técnica, al terminar lucirás (y te sentirás) algo diferente. Aproximadamente una hora después, terroristas enchastrados de tomate se quedan a jugar en un mar de salsa blanda con poco parecido a un tomate. Un segundo cañón señala el fin de la batalla. | Entry #20492 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó ese primer fatídico tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? La verdad, es que nadie sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista o un carnaval que se salió de las manos. Según la versión más popular de esta historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de títeres gigantes hechos con papel mâché), los lugareños buscaban montar una revuelta para llamar algo de atención. Se subieron a un carro de vegetales que estaba cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena escaló hacia una masiva riña de tomates voladores. Si bien los instigadores tuvieron que pagar a los proveedores de tomates, esto no puso fin a las recurrentes peleas de tomates y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada no reglamentada, en los años 50, las autoridades aprobaron, se relajaron y, luego, reincorporaron una serie de prohibiciones. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron arrestados hasta que una protesta pública pidió su liberación. La más famosa desfachatez contra la prohibición de los tomates ocurrió en 1957 cuando los oponentes simularon un funeral completo de tomate, con ataúd y procesión incluida. A partir de 1957, el gobierno local decidió lidiar con los golpes, y estableció una serie de reglas y abrazó la alocada tradición. A pesar de que los tomates son los protagonistas, una semana de festividades conduce a una confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales en alegre moda española. Para aumentar tu fortaleza ante la inminente reyerta, una épica paella es servida en las vísperas de la batalla, luciendo un emblemático plato valenciano de arroz, pescado, azafrán y aceite de oliva. Actualmente, este festival libre de toda restricción, tiene algunas medidas de orden. Los organizadores llegaron tan lejos que hasta cultivan una variedad especial de tomates intragables sólo para este evento anual. Las festividades parten alrededor de las 10:00 am cuando los participantes corren para agarrar un jamón sujeto en la parte de arriba de un palo engrasado. Los espectadores manguerean con agua a los trepadores mientras cantan y danzan en las calles. Cuando la campana de la iglesia señala el mediodía, camiones cargados de tomates ingresan a la ciudad, mientras cantos de "To-ma-te, to-ma-te!" van increscendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. esa es la luz verde para triturar y lanzar tomates atacando para todos lados contra los participantes. Algunos jugadores de vas trayectoria, apuntan a matar y descargan tiros de mediano rango. Cualquiera sea tu técnica, cuando se acaba el tiempo, te verás (y sentirás) muy diferente. Casi una hora más tarde, se deja que los bombarderos empapados en tomate jueguen en un mar callejero de salsa blandita con poca posibilidad de encontrar algo parecido a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #22094 — Discuss 0 — Variant: Argentine
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¿Quién ha tirado aquel primer tomate que inició la revolución La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Tal vez ha sido una rebelión anti-Franco o un carnaval que salió del control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de los Gigantes (una parada de títeres gigantes de papel maché) en 1945, los lugareños buscaban montar una reyerta para atraer alguna atención. Ellos se reunieran en un carrito de vegetales cercano y empezaran a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se envolvieron hasta que la escena se amplió a una gran melé de frutas voladoras. Los instigadores tuvieron que pagar los tomates a los vendedores, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas de tomato — y el nascimiento de una nueva tradición. Temerosos de un crecimiento revoltoso, las autoridades promulgaran, flexibilizaron y, después, restablecieran una serie de prohibiciones en los años 1950s. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública clamó por su liberación. La más famosa desfachatez para las prohibiciones del tomato ocurrieron en 1957, cuando defensores realizaron un funeral completo de tomate simulado con un cajón y un cortejo. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con el asunto, estableció algunas reglas y abrazó la excéntrica tradición. A pesar de los tomates tener un escenario central, una semana de festividades ocurren hasta la confrontación final. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrán, con desfiles en las calles, música y pirotecnia en la alegre moda española. Para prepararse para la reyerta de obstaculización, una paella épica fue servida en la víspera de la batalla, presentando un plato valenciano icónico de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival sin restricciones tiene alguna medida de orden. Los organizadores han ido tan lejos para cultivar una variedad especial de tomates intragables sólo para el evento anual. Las festividades empiezan a las 10:00 a.m., cuando los participantes corren para coger un jamón fijado sobre un palo grasoso. Espectadores mojan los pasantes con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de iglesia da mediodía, camiones llenos de tomates rodan en la ciudad, mientras cantos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" llegan hasta un crescendo. Entonces, con el tiro de un cañón de agua, el evento principal comienza. Es la luz verde para triturar y lanzar tomates en grandes ataques contra compañeros participantes. Lanzadores de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de medio alcance. Independiente de cual sea tú técnica, cuando el tiempo termina, parecerás (y te sentirás) muy diferente. Casi una hora más tarde, los bombarderos mojados de tomate son permitidos a jugar en un mar de una blanda salsa en la calle con poca semejanza con tomate a ser encontrada. Un segundo cañón tira señales del fin de la batalla. | Entry #15613 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó ese primer tomate fatídico que inició la movida de la Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Puede que en sus inicios fuera una rebelión contra Franco, o una celebración popular que ha adquirido proporciones descontroladas. La versión más popular de esta fiesta, que data del año 1945, considera que durante la fiesta de los gigantes y cabezudos-marionetas gigantes y cabezudas de papel maché- la gente de la localidad escenificaba una pelea, con el fin de conseguir un poco de atención. Dicha pelea tenía lugar alrededor de un carro de verduras y se lanzaban tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron involucrados, lo que provocó que la escena se convirtiera en una masiva melé de frutas volando, y aunque los autores de la pelea tenían que pagar a los vendedores de tomates, se siguió repitiendo las batallas de tomates, surgiendo así una nueva tradición. Las autoridades, temerosas de una escalada de actos rebeldes, sancionaron a los participantes, y, posteriormente, prohibieron su celebración durante la década de 1950. En 1951, los participantes que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que una protesta pública exigió su liberación. En 1957 tuvo lugar la afrenta más descarada a la prohibición de la Tomatina, cuando los partidarios de la fiesta celebraron un funeral del tomate en toda regla, con su ataúd y su procesión. Posteriormente, el gobierno local decidió tomar el toro por los cuernos, aceptando la extravagante tradición, aunque estableciendo algunas normas. Desde entonces se celebra una semana de actividades que culmina con un enfrentamiento final. La Tomatina es la celebración de los santos patronos de Buñol: la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales, al estilo dicharachero español. En la víspera de la batalla, se sirve una monumental paella que ayuda a acumular fuerzas para la pelea inminente. Se da así a conocer un emblemático plato valenciano, elaborado con arroz, pescados, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy día, esta tradición sin restricciones tiene ciertas normas. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable para el evento anual. Las celebraciones arrancan a las diez de la mañana, cuando los participantes corren para alcanzar un jamón a lo alto de una cucaña. Los vecinos arrojan agua con mangueras a los aguerridos participantes, que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia dan las doce del mediodía, camiones repletos de tomates circulan por la ciudad, mientras que los gritos: "¡To-ma-te!, ¡to-ma-te!" van in crecendo. Es entonces, con el disparo de un cañón de agua, que comienza el acontecimiento principal. Esa es la luz verde para que los participantes comiencen una guerra sin cuartel y aplasten y se lancen tomates unos a otros a diestro y siniestro. Lanzadores de tomate a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho a media distancia. Sea cual sea tu técnica, al final cuando todo se acaba, te sientes diferente y tienes otro aspecto. Después de casi una hora, los tiradores, calados de tomate hasta los huesos, batallan en medio de un mar de salsa y apenas encuentran algo parecido a un tomate. Un segundo cañonazo señala el fin de la batalla. | Entry #16330 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzaría ese primer tomate fatídico que iniciaría la revolución de la Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Tal vez fuera una rebelión anti-franquista o un carnaval que se fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas de papel maché gigantes), los locales querían organizar una pelea para llamar un poco la atención. Encontraron un carro de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes se vieron involucrados hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de verdura voladora. Los instigadores tuvieron que pagar los tomates a los proveedores, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas de tomate y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron una serie de prohibiciones en la década de los 50. En 1951, aquellos locales que desafiaron a la ley fueron encarcelados hasta que la protesta publica solicitó su liberación. La desfachatez más famosa hacia las prohibiciones de tomates ocurrió en 1957 cuando los partidarios celebraron un funeral de tomate, simulacro completo con ataúd y procesión incluidas. Después de 1957, el gobierno local decidió rodar con los golpes, estableciéndose algunas reglas y adoptaron con ello la loca tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festejos conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración de los Santos Patronos de Buñol, La Virgen María y Luis Bertrán, con procesiones, música y fuegos artificiales con la alegría típica que se respira en España. Para aumentar su fuerza de cara a la inminente pelea, se sirve una épica paella en la víspera de la batalla, mostrando un plato emblemático de Valencia compuesto por arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han incluso cultivado una variedad de tomates de sabor desagradable que se usa únicamente en este evento anual. Las fiestas arrancan a las 10 de la mañana, cuando los participantes corren a coger un jamón fijado a una cucaña. Los espectadores, manguera en mano, rocían a los participantes con agua mientras que bailan y cantan en las calles. Cuando suena la campana de la iglesia al mediodía, camiones repletos de tomates empiezan a rodar por la ciudad, a la vez que suenan los cánticos de “To-ma-te, to-ma-te”. Luego, el disparo de un cañón de agua, da el pistoletazo de inicio del evento principal. Esa es la luz verde para la trituración y lanzamiento de tomates, en forma de ataques sin piedad hacia el resto de participantes. Lanzadores de tomates de altura, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de rango medio. Sea cual sea su técnica, el final de la batalla, se ven (y se sienten) completamente diferentes. Casi una hora después, los tiradores de tomates juegan en un mar de salsa de tomate blandita donde no hay nada que se asemeje a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #17221 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojo el primer fatídico tomate que inicio la revolución de La Tomatina? La realidad es que no se sabe. Tal vez fue una rebelión anti-franquista, o un carnaval que se escapó de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de una marioneta gigante de papel maché), los lugareños estaban buscando organizar una pelea para llamar la atención. Se montaron sobre un carrito de verduras que estaba cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se degeneró en un combate masivo de cuerpo a cuerpo con fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas de tomates — y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una rebeldía escalada las autoridades promulgaron, retiraron y luego reinstalaron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que se reunieron en protesta pública para su liberación. El más famoso descaro a las prohibiciones del tomate ocurrió en 1957 cuando los manifestadores celebraron un simulacro de funeral de tomate completo con un ataúd y una procesión. Como las cosas no marchaban a favor del gobierno local después de 1957, éste fijo unas reglas y acogió la tradición excéntrica. Aunque los tomates toman protagonismo, una semana de festividades conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración del santo patrón de Buñol, la Virgen María y el Santo Louis Bertrand, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales de la alegre moda española. Para acumular fuerzas para la pelea inminente, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, mostrando un emblemático plato Valenciano de arroz, pescados y mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival sin restricciones tiene cierta medida de orden. Los organizadores han ido tan lejos en cuanto a cultivar una variedad especial de tomates indigeribles para el evento anual. Las festividades se inician alrededor de las 10 de la mañana y cuando los participantes se encarreran para agarrar un jamón fijado encima de un palo encebado, los espectadores los mojan con manguerazos de agua mientras cantan y bailan en las calles. En cuanto la campana de la iglesia suena al mediodía, camiones llenos con tomates ruedan a la ciudad, mientras cánticos de "¡to-ma-te, to-ma-te!" Llegan a un punto culminante. Luego, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Esa es la luz verde para la trituración y el lanzamiento de tomates en total ataque contra otros participantes. Los lanzadores de tomate de larga distancia son asesinos a quemarropa y los de mediano rango lanzan tiros de gancho. Cualquiera que sea tu técnica, cuando todo acabe, te verás (y sentirás) muy diferente. Casi una hora después, a los bombarderos empapados en tomate se les deja jugar en un mar de salsa aplastada en la calle con muy pocas probabilidades de encontrar un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el fin de la batalla. | Entry #19489 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó aquel primer tomate destinado a iniciar la revolución de La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Pudo ser una revuelta anti franquista o quizás un carnaval que se salió de madre. Según la versión más conocida, fue durante el festival de Los Gigantes del año 1945 ( un desfile de marionetas gigantes de papel maché), que los lugareños trataron de iniciar una trifulca para llamar la atención. Se encontraron al paso un carromato con verduras y empezaron a lanzar tomates maduros. Los paisanos, que inocentes miraban el desfile, se fueron involucrando en la lucha hasta convertirla en un ataque masivo de frutas voladoras. El pago de las frutas al tomatero por parte de los instigadores no impidió el nacimiento de una nueva tradición con la repetición de las batallas de tomate. Durante la década de 1950 a 1960, las autoridades, temiendo que la batalla las sobrepasara, instituyeron, retiraron parcialmente y finalmente restituyeron diferentes reglamentos. Aquellos lugareños que en 1951 los infringieran eran encarcelados hasta que el público solicitara su liberación a gritos. De todos los enfrentamientos contra el reglamento, el más célebre sucedió en 1957 cuando los partidarios organizaron un sepelio falso del tomates, con ataúd, procesión y todo lo requerido. El gobierno local decidió unirse a los lanzamientos, definió algunas reglas después de 1957 y abrazó la tradición extravagante. Mientras los tomates se hacen al papel protagónico, una semana de fiestas avanza hacia el espectáculo final. Son las celebraciones de la Virgen María y de San Luis Bertrand, los Santos Patronos de Buñol. Hay desfiles callejeros, música y pólvora a la usanza del jolgorio español. Para fortalecerse antes de la barahúnda, la víspera de la batalla por la noche se sirve una paella épica; un emblemático plato de arroz valenciano con comida de mar, azafrán y aceite de olivas. Hoy el festival no reglamentado cuenta con alguna medida de orden. Los organizadores han llegado hasta el punto de cultivar una variedad de tomates insípidos sólo para el evento anual. Las fiestas inician cerca de las 10 de la mañana cuando los participantes arrancan en carrera para alcanzar un jamón puesto en la punta de la cucaña. Los asistentes riegan agua sobre los escaladores al mismo tiempo que cantan y bailan en la calle. Cuando las campanas de la iglesia anuncian el mediodía, entran al pueblo camiones cargados con tomates y las voces de “to-ma-te, to-ma-te” ascienden hasta alcanzar su máximo volumen. Entonces, el disparo de un cañón de agua da inicio al evento principal. Es la señal para empezar a espichar y lanzar tomates en un ataque masivo contra los demás participantes. Disparan los lanzadores de larga distancia, los que tiran a quemarropa y aquellos que lo hacen como una catapulta de alcance intermedio. Cualquiera que sea su técnica , al final Usted se verá (y sentirá) diferente. Cerca de una hora más tarde, los bombarderos empapados de tomates rinden las armas para jugar en un mar de salsa callejera blanda en la que ningún residuo asemeja ni de lejos un tomate. Una segunda señal del cañón marca el final de la batalla. | Entry #21085 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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Quién lanzó aquel primer aciago tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La realidad es, nadie sabe. Quizá fue una rebelión anti-franquista, o una fiesta que se salió de control. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los locales estaban buscando propiciar una riña para obtener algo de atención. Ellos se tropezaron con un carro de vegetales cercano y comenzaron a arrojar tomates maduros. Espectadores inocentes se vieron envueltos hasta que la escena se extendió hasta una pelea enorme de fruta volante. Los instigadores tuvieron que compensar a los vendedores de tomate, pero aquello no detuvo la recurrencia de más peleas de tomates - y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada indomable, las autoridades promulgaron, suspendieron y luego reinstauraron una serie de prohibiciones en los años 50s. En 1951, los locales que desafiaron la ley, fueron encarcelados hasta que el clamor público pidió su liberación. La más famosa desvergüenza a las prohibiciones tomateras, ocurrieron en 1957 cuando los proponentes celebraron una parodia de un funeral de tomate afinado con un ataúd y cortejo fúnebre. Luego de 1957, el gobierno local, decidió amoldarse a la situación, establecer algunas reglas y adoptar la chiflada tradición. Aunque los tomates son el centro de atracción, una semana de festividades conduce a la demostración final. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y San Luis Beltran, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales al estilo jubiloso español. Para aumentar la fuerza para el inminente alboroto, una paella épica es servida en la víspera de la batalla, luciendo un icónico plato valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival desinhibido tiene algunas medidas para mantener el orden. Los organizadores han llevado esto al punto de cultivar una variedad especial de tomates desagradables sólo para el evento anual. Las festividades comienzan alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes compiten para apropiarse de un jamón fijo en lo alto de un palo ensebado. Los espectadores mojan a los revoltosos con agua, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, camiones repletos de tomates ingresan a la ciudad, mientras cánticos de "To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal empieza. Ésa es la luz verde para triturar y lanzar tomates en desenfrenados ataques en contra de los demás participantes. Lanzadores de tomates de larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de mediano alcance. Cualquiera que sea tu técnica, cuando el tiempo se acaba, te verás (y te sentirás) muy diferente. Cerca de una hora después, los bombarderos empapados de tomate, se quedan a jugar en un blandito mar de salsa callejera, con muy poco que se asemeje a un tomate por encontrar. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #15917 — Discuss 0 — Variant: Colombian
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¿Quién lanzó el primer fatídico tomate que inició la revolución denominada La Tomatina? En realidad nadie lo sabe. Tal vez haya sido una rebelión anti-Franquista o una fiesta callejera que se descontroló. La versión más popular de la historia cuenta que en 1945, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de enormes muñecos de papel mache), los lugareños organizaron una revuelta para llamar la atención. Al pasar por un carro de verduras, que estaba en las cercanías, comenzaron a lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se involucraron hasta que el hecho se transformó en una refriega de frutas voladoras. Aunque los instigadores tuvieron que pagar el costo a los vendedores de tomates, esto no evito la repetición de nuevas “tomatinas” y el comienzo de una nueva tradición. En 1950 las autoridades, temerosas de que la situación se tornara ingobernable, promulgaron, suavizaron y restablecieron una serie de prohibiciones. En 1951, los lugareños que violaron las leyes fueron encarcelados hasta que una protesta pública solicitó su liberación. La afrenta más famosa que se llevó a cabo en contra de estas prohibiciones ocurrió en 1957, cuando sus partidarios, realizaron un simulacro de funeral para los tomates incluyendo un ataúd y una procesión. Luego de 1957, el gobierno decidió adaptarse, estableció algunas reglas, y permitió esta excéntrica tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de diferentes festividades desemboca en el enfrentamiento final. La celebración del santo patrono de Buñol, de la Virgen María y de San Luis Beltrán incluye: desfiles callejeros, música y fuegos artificiales, todo ello con la característica algarabía Española. En vísperas del combate final, y para aumentar tu fortaleza, te servirán el icono de los platos Valencianos, una paella épica conformada por arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad el festival no tiene traba alguna aunque conlleva algunas medidas para asegurar el orden. Para este evento anual, los organizadores, hasta se han ocupado de cultivar una variedad de tomates de sabor desagradable. La festividad comienza cerca de las 10:00 de la mañana, cuando los participantes corren para atrapar un jamón sujeto en la punta de un palo enjabonado. Los espectadores les arrojan agua con mangueras, mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia replican anunciando el mediodía, camiones repletos de tomates entran al pueblo y el cántico de " To-ma-te, to-ma-te va in crescendo. El disparo de un cañón de agua indica que el evento dará comienzo. Esa es la luz verde para que los participantes combatan entre si aplastando y arrojándose tomates. Lanzamientos de tomates a larga distancia, asesinos directos y tiros de gancho de mediano alcance. Cualquiera sea su técnica, al final del evento, te verás (y se sentirás) muy diferente. Casi una hora más tarde, los bombarderos, empapados en tomate, juegan en la calle convertida en un mar de salsa blanda, donde es casi imposible distinguir algo que se parezca a un tomate. Un segundo disparo de cañon anuncia que la batalla a terminado. | Entry #16340 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzo el primer tomate que dio inicio a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Probablemente fue un rebelde antifrancés, o un caníbal descontrolado. De acuerdo a la versión más popular de la historia, en 1945 durante el festival de Los Gigantes ( un desfile de marionetas gigantes hechas de papel maché) los pobladores buscaban escenificar una pelea para llamar la atención. Ellos se enfrentaron armados con carretas de vegetales que encontraron cerca e iniciaron a lanzarse tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron envueltos hasta que la escena se intensificó y se convirtió en una refriega masiva de fruta que volaba por todos lados. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomate, sin embargo, esto no paró la recurrencia de las peleas de tomate, y el nacimiento de una nueva tradición. En 1950, las autoridades, temerosas de una revuelta más intensa, promulgaron, una serie de prohibiciones, que más tarde quitaron y luego reinstalaron. En 1951, los pobladores que desacataron la ley fueron puestos en prisión hasta que el clamor público apeló por su liberación. La insolencia mas resonada en contra de las prohibiciones del tomate sucedió en 1957 cuando los partidarios llevaron acabo un funeral bufo del tomate, con féretro y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió acabar con los golpes, estableció algunas normas y adoptó la absurda tradición. Aunque los tomates son el centro de atención, también se realiza una semana de festividades que culminan con el enfrentamiento final. Es una celebración del santo patrón de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand que se festeja con desfiles, música, y cohetillos al alegre estilo español. A fin de fortalecerse para la inminente pelea, en la víspera de la batalla se sirve una paella épica, que muestra un típico plato valenciano preparado con arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este desenfrenado festival tiene algunas medidas de orden. Los organizadores hasta han llegado a cultivar una variedad de tomates insípidos para usarlos en el evento anual. Las festividades inician alrededor de las 10:00 a.m. cuando los participantes corren para agarrar un jamón que se encuentra colocado en la parte superior de un palo engrasado. Los espectadores mojan a los alborotadores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia las doce, los camiones cargados con tomates dejan caer los tomates en el pueblo, mientras se escucha el cantico de “¡To-ma-te, to-ma-te! que alcanza un crescendo. El evento principal da inicio después de dispararse un chorro de agua. Esa es la señal para empezar a aplastar y tirar tomates a los otros participantes. Los tiradores de tomate de larga distancia, apuntan a blancos asesinos y a tiros de media distancia. Cualquiera que sea su técnica, cuando el evento termine, usted lucirá (y se sentirá) un poco diferente. Aproximadamente una hora más tarde, se permite que los bombarderos empapados de tomate jueguen en la calle que asemeja un mar de salsa en el cual no se puede encontrar nada que se parezca a un tomate. Un segundo disparo es la señal del fin de la batalla. | Entry #20900 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién tiró el primer tomate fatídico que comenzó la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizás era una rebelión contra Franco, o un carnaval que hubiera escapado al control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes (un desfile de títeres gigantes de papel maché) en 1945, los habitantes locales quierían amañadar una pelea para conseguir cierta atención. Llegaron a un carrito de verduras y comenzaron lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se haya convertida en un gran tumulto de frutas volando. Los instigadores tenían que reembolsar los vendedores de tomates, pero eso no detuvo la repetición de más peleas de tomate-y el nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una escalada revoltosa, las autoridades promulgaron, relajaron, y entonces restablecieron una serie de prohibiciones en los años 1950. En 1951, habitantes locales quienes desafiaron la ley fueron encarcelados hasta la indignación pública pidió su liberación. El más famoso descaro de la prohibición contra tomates ocurrió en 1957, cuando los defensores hicieron un simulacro de un funeral de tomate completo con ataúd y procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con las pruebas, establecer unas cuantas reglas, y aceptar la tradición extraña. Aunque los tomates estén al centro de la escena, una semana de festividades anticipa la confrontación final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles callejeros, música y fuegos artificiales en gozosa moda española. Para adquirir más fuerza para la inminente pelea, una paella épica se sirve en vísperas de la batalla, mostrando un icónico plato Valenciano de arroz, mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Hoy, este festival sin restricción tiene alguna medida de orden. Los organizadores han llegado a cultivar una variedad especial de tomate desagradable especialmente para el evento anual. Los festejos arancan approximadamente a las 10 a.m., cuando los participantes corren para agarrar un jamón fijado encima de un palo grasiento. Los espectadores dirigen agua a los peleadores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia dobla a mediodía, camiones repletos de tomates llegan al pueblo, mientras que cantos de "To-ma-te, to-ma-te!" llegan a un crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Eso es la luz verde para triturar y lanzar los tomates en un ataque total contra otros participantes. Lanzadores de tomate de larga distancia, asesinados acribillados, y ganchos de media distancia. Cualquiera que sea su técnica, cuando se termina, tendrá que ver (y sentir) muy diferente. Casi una hora más tarde, los atacantes empapados en tomate están dejados a jugar en un mar de aplastada salsa callejera quedando poco que pareciera un tomate para encontrar. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #20548 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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quien arrojó aquel primer tomate fatídico que inició la revolución La Tomatina? la realidad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión anti-Frnaco, o un carnaval que salió de control. Según la versión más popular de la historia, durante el festival del año 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché), los lugareños estaban intentando organizar una pelea para llamar la atención. Ocurrieron en un carro de verduras que se encontraba en la cercanía y empezaron lanzando tomates maduros. Espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de frutas que volalban. Los instigadores tuvieron que pagar a los proveedores de tomate, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas con tomates y el inicio de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron una serie de prohibiciones, aflojaron por un tiempo, pero luego han vuelto a reintegrarlas en la década de 1950. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que una protesta pública pidió su liberación. El más famoso descaro de las prohibiciones de tomate pasó en 1957, cuando los victimizados celebraron un funeral completo de tomates burlezco, con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con los golpes, establecer algunas reglas, y aceptar la tradición absurda. Pese a que los tomates sean los protagonistas, una semana de festividades conducen hacia el enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en la alegre moda española. Para aumentar su fuerza para la pelea inminente, una paella épica es servida en la víspera de la batalla, mostrando un plato emblemático Valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta libre de restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para el evento anual.las festividades empiezan a las diez de la mañana cuando los participantes inician una carrera para agarrar un jamón fijo encima de una cucaña. Los espectadores riegan los 'scrambles' con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia golpea mediodía, camiones repletos de tomates rodar en la ciudad, mientras el sonido de "To-ma-te,-To ma te!" alcanzan un crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para la trituración y el lanzamiento de tomates en ataques total contra el resto de participantes. Un voleo de tomate de larga distancia, asesinos a quemarropa, y los tiros de gancho de rango medio. Sea cual sea su técnica, cuando todo termina, usted se verá (y sentirá) muy distinto. Casi una hora después, los bombarderos de pasta de tomate pueden jugar en un mar de salsa blandita que se parece muy pco con un tomate que se quiere encontrar. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla | Entry #19636 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó ese tomate decisivo que dio inicio a la revolución tomatina? La realidad es que nadie sabe. Fue quizás un alzamiento antifranquista, o un carnaval que se les salió fuera de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, en 1945 durante el Festival de los Gigantes (un desfile de títeres gigantes de papel maché), unos residentes tenían intenciones de instigar a una riña para atraer atención. Allí cerca dieron con un carro de verduras y se pusieron a arrojar tomates maduros con fuerza. Los que iban pasando se metieron y el escándalo escaló hasta convertirse en lluvias de tomatazos. Los provocadores tuvieron que recompensar a los tomateros, pero eso no disuadió de que las peleas de tomate se repitieran—tampoco impidió al nacimiento de una nueva tradición. Temerosas de una escalada fea, las autoridades promulgaron, levantaron y volvieron a promulgar una seria de prohibiciones en los años cincuenta. En 1951, se encarcelaba a los residentes que desafiaron la ley hasta que la protesta pública demandó su liberación. La desfachatez más famosa de la prohibición tomatilla sucedió en 1957 cuando los defensores celebraron un funeral fingido del tomate que incluyó un ataúd y una ceremonia. Después de 1957, el gobierno local decidió someterse, estableció unas pocas reglas y dio la bienvenida a la absurda tradición. Aunque los tomates pasan al primer plano, precede al combate final una semana de celebraciones. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales de manera alegre típicamente española. Para que uno se fortalezca para el inminente altercado, una paella épica se sirve en la víspera de la batalla, mostrando un plato valenciano emblemático de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día este festival sin trabas tiene algunas medidas de orden. Los organizadores han llegado incluso a cultivar una especie particular de tomates de sabor desagradable sólo para el acontecimiento anual. Los festejos comienzan a eso de las diez cuando los competidores van trepando un palo ensebado para tomar un jamón pegado en su cima. El público moja con manguera a los trepadores al tiempo que canta y baila en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca las doce, camiones cargados de tomates llegan al pueblo mientras los gritos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" van en aumento. Entonces, con el disparo de un chorro de un cañón de agua, comienza el evento principal. Es la luz verde para aplastar y lanzar los tomates apostándolo todo en ataques contra compañeros oponentes. Un voleo a larga distancia, un tomatazo mortal a quemarropa, y un gancho a mediano alcance. Cualquiera sea tu técnica, para cuando se acaba todo, parecerás a la vista (y al tacto) totalmente diferente. Casi una hora después, se deja que los bombarderos empapados de tomate jueguen en barrizales de salsa callejera con muy poco alrededor que se asemeja a un tomate. Un segundo chorro del mismo cañón anuncia el final de la batalla. | Entry #15725 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién echó ese primer tomate fatídica que inició la revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Tal vez fue una rebelión anti-Franco, o un carnaval que fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas de papel maché gigante), los locales estaban buscando para organizar una pelea de conseguir un poco de atención. Ocurrieron en un carro de verduras cerca y comenzaron lanzando tomates maduros. Espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de fruta volando. Los instigadores tenían que pagar a los proveedores de tomate, pero eso no impidió que la recurrencia de más peleas-y tomate el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades promulgaron, relajado, y luego reintegrados una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública pidió su liberación. El más famoso descaro de las prohibiciones de tomate que pasó en 1957, cuando los partidarios celebraron un funeral tomate simulacro completo con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió rodar con los golpes, establece algunas reglas en su lugar, y abrazó la tradición loco. Aunque los tomates son los protagonistas, de una semana de festividades conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en alegre moda española. Para aumentar su fuerza para la pelea inminente, una paella épica se sirve en la víspera de la batalla, mostrando un plato emblemático Valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para el evento anual. Fiestas arrancan a las 10 am cuando los participantes la carrera para tomar un jamón fija encima de una cucaña. Los espectadores manguera los codificadores con agua mientras cantando y bailando en las calles. Cuando la campana de la iglesia golpea mediodía, camiones repletos de tomates rodar en la ciudad, mientras que los cánticos de "A-ma-te,-a-ma te!" llegar a un crescendo. Luego, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para la trituración y el lanzamiento de tomates en ataques total contra el resto de participantes. Lobbers tomate de larga distancia, asesinos a quemarropa, y los tiros de gancho de rango medio. Sea cual sea su técnica, para el momento en que se acabó, que se verá (y sentir) muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos de tomate empapado se dejan de jugar en un mar de salsa calle blandita con poca izquierda se asemeja a un tomate que se encuentran. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #17747 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién arrojó el primer tomate que dio pié a la “revolución” la Tomatina? En realidad, nadie lo sabe. Pudo haber sido de un alzamiento anti-Franco o de una celebración de carnaval donde la situación se fue de las manos. Según la versión del relato más popular, en el año 1945 mientras se desarrollaba un desfile del festival de Los Gigantes (títeres enormes en papel maché), algunos residentes tenían intenciones de escenificar una bronca para llamar la atención. Por casualidad, estaba una carretilla de vegetales cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros a los alrededores. Espectadores desprevenidos se fueron sumando a la refriega hasta que la situación se desbordó, generándose un masivo intercambio de tomates. Los impulsores del escándalo tuvieron que rembolsar a los vendedores, el costo de los tomates usados. Esto no impidió que en el siguiente año se repitiera el evento, naciendo así una nueva tradición. Temiendo una escalada incontrolable, las autoridades acordaron aplicar algunas leyes, las suavizaron y finalmente, en los años 50, se decidieron por una serie de interdicciones. En 1951, algunos lugareños habían desacatado la ley y terminaron en prisión, lo que generó un clamor público exigiendo su liberación. El más famoso desafío a la prohibición sucedió en 1957, cuando algunos promotores simularon una procesión fúnebre, con un enorme tomate de imitación en un ataúd. Después de 1957, las autoridades locales decidieron tomar el toro por los cachos, plantearon algunos controles, pero lo más importante, le dieron acogida a esa estrafalaria tradición. Aún siendo la batalla del tomate la actividad principal del evento, esta va precedida por una semana de fiestas que concluyen con el enfrentamiento final. Las festividades se realizan en Bruñol y son dedicadas a los santos patrones, la Virgen María y St. Louis Bertrand, con su desfile de carrozas, música y fuegos artificiales ejecutados a la alegre manera española. En la víspera de la batalla, para fortalecerse a la inminente confrontación, los participantes se sirven de una enorme paella, exhibiéndose un icónico plato valenciano de arroz, frutos del mar, azafrán y aceite de oliva. . Hoy día, un festival sin restricciones legales requiere de algún tipo de organización. Los planificadores del evento han llegado incluso a cultivar un tipo de tomate que es desagradable al gusto, pero es justo para el encuentro anual. Las actividades comienzan alrededor de las 10 a.m. Primeramente, se hacen competencias para trepar una cucaña (palo enjabonado/ensebado), con la intención de agarrar un jamón (pierna) colocado en el tope del poste. Algunos espectadores utilizan mangueras para rociar con agua a los trepadores, creándoles más dificultad, al mismo tiempo que cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia suenan las 12 a.m., camiones repletos de tomates llegan a la localidad bajo el unísono canto To-ma-te, To-ma-te, que va en crescendo hasta llegar al punto culminante . Seguidamente, la actividad final se inicia con el disparo de un cañón de agua. Esto da luz verde para comenzar a aplastar tomates y al inicio a la batalla vegetal, lanzando tomates en una gran escala. Hay quienes apuntan sus misiles a combatientes lejanos. Otros los dirigen hacia los más cercanos, a quemarropa, mientras hay quienes toman como objetivo a aquellos ubicados a media distancia. Cualquiera que sea el método empleado, al momento de concluir, los participantes lucirán (se sentirán) muy cambiados. Casi una hora después, los lanzadores empapados de tomate se quedan jugando en un mar de salsa roja vertida en las calles, quedando muy poco de lo que se pueda parecer a un tomate. Un segundo disparo de agua marca el fin de la contienda y por ende el del festival. | Entry #17885 — Discuss 0 — Variant: Venezuelan
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¿Quién lanzó ese fatal primer tomate que dio comienzo a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión anti-Franco, o una verbena que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de gigantes y cabezudos), gente del lugar estaba pensando como provocar un alboroto para llamar la atención. Dieron con un carrito de vegetales y comenzaron a lanzar tomates maduros. Espectadores inocentes fueron involucrados hasta que la escena se convirtió en un barullo masivo de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomates, pero eso no impidió la recurrencia de más combates de tomate - y el nacimiento de una nueva tradicción. Temerosos de una escalada revoltosa, en los años 50 las autoridades decretaron, se relajaron, y después reinstauraron una serie de prohibiciones. En 1951, lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que las protestas públicas reclamaran su liberación. El descaro más famoso a las prohibiciones del tomate sucedió en 1957 cuando los partidarios simularon un funeral del tomate incluido ataúd y procesión. Después de 1957, la administración municipal decidió poner orden a la situación, introdujo algunas normas y se hizo dueña de la chiflada tradición. Aunque los tomates son el centro de atracción, se llega a la contienda final después de una semana de festividades. Es una celebración de los patronos de Buñol, la Virgen María y el Santo Louis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales siguiendo la costumbre alegre española. Con el fin de coger fuerza para la inminente pendencia, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, presentando un plato valenciano emblemático de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. En la actualidad este festival desinhibido muestra cierto orden. Los organizadores han llegado hasta el extremo de cultivar una variedad especial de tomates incomibles exclusivamente para el acontecimiento anual. Las festividades empiezan alrededor de las diez de la mañana cuando participantes compiten para asir un jamón colocado encima de un poste grasiento. Los espectadores riegan a los contrincantes con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia tocan las doce, camiones cargados de tomates entran al pueblo mientras los canticos de "To-ma-te, to-ma-te" van en crescendo. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, empieza el acontecimiento. Esto es la luz verde para machacar y lanzar tomates en ataques por doquier contra los participantes prójimos. Lanzadores de tomate de larga distancia, asesinos a bocajarro, y tiros de gancho de media distancia. Cualquiera sea su técnica, cuando termina, tendrá un aspecto (y se sentirá) un tanto diferente. Casi una hora más tarde, atacantes empapados de tomate juegan en un mar de salsa blanda callejera en donde apenas se encuentra nada parecido a un tomate. Un segundo disparo de cañón indica el final del combate. | Entry #19775 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzó ese fatídico primer tomate que comenzó la revolución de La Tomatina? La verdad es que no se sabe. Quizás fuera una rebelión anti franquista o un carnaval que se fue de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes (una procesión de muñecos de papel mâché gigantes) en 1945 los lugareños estaban intentando organizar una pelea simulada para atraer un poco de atención. Se encontraron un carro de verduras cerca, y empezaron a tirarse tomates maduros. Espectadores inocentes se sumaron a la pelea hasta que ésta se convirtió en una enorme melee de fruta voladora. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de los tomates, pero eso no paró la recurrencia de más peleas de tomate- y el nacimiento de una nueva tradición. Temiendo una intensificación de la alteración, las autoridades promulgaron, relajaron y posteriormente restablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los lugareños que desafiaron a la ley fueron encarcelados hasta que las protestas públicas exigieron su puesta en libertad. La burla de las prohibiciones del tomate más famosa ocurrió en 1957 cuando algunos de sus defensores simularon un funeral del tomate, incluyendo un ataúd y una procesión. A partir de 1957 el gobierno municipal decidió coger al toro por los cuernos y así estableció algunas reglas y aceptó esta extravagante tradición. A pesar de que los tomates tienen el papel protagonista, una semana de fiestas preceden al momento decisivo. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, de la Virgen María y de San Luis Bertrán, con cabalgatas, música y fuegos artificiales, con la típica alegría española. Para que la gente tenga fuerzas para la inminente pelea, se sirve una épica paella en la víspera de la batalla, exhibiendo un plato icónico valenciano de arroz, marisco, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día este festival sin restricciones cuenta algo de orden. Los organizadores incluso han llegado al extremo de cultivar un tipo de tomate especial, incomible, solamente para el evento anual. Las celebraciones empiezan alrededor de las 10 de la mañana cuando los participantes hacen una carrera para alcanzar un jamón puesto encima de un palo engrasado. Los espectadores lanzan agua a los trepadores con mangeras mientras cantan y bailan en las calles. Cuando el campanario de la iglesia da las doce del mediodía, camiones llenos de tomates entran en la ciudad a la vez que cánticos de “¡To-ma-te, to-ma-te!” llegan a punto culminante. Entonces, con el disparo de un cañón de agua, empieza el evento principal. Esa es la luz verde para machacar y tirar tomates a los otros participantes en ataques a por todas. Lanzadores de tomate de altura a larga distancia, asesinos a quemarropa y tiros de gancho de gama media. Cualquiera que sea tu técnica, para cuando se termine tendrás un aspecto (y te sentirás) bastante diferente. Casi una hora después, los terroristas empapados de tomate se quedan jugando en un mar de blanda salsa en la calle donde queda muy poca cosa que se parezca a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el final de la batalla. | Entry #20911 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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Quién lanzó ese primer fatídico tomate que inició la guerra de La Tomatina ? La verdad es que nadie lo sabe. Quizás fue una rebelión anti-Franco, o un carnaval que se fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes ( un desfile de marionetas de papel maché gigantes ), los lugareños estaban buscando organizar una pelea para llamar un poco la atención. Se subieron a un carro de verduras que por casualidad estaba cerca y comenzaron a lanzar tomates maduros. Inocentes espectadores quedaron involucrados hasta que la escena creció hasta convertirse en una refriega masiva de fruta volando. Los instigadores tuvieron que devolver dinero a los vendedores de tomates, pero eso no impidió la repetición de mas peleas de tomates - y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada ingobernable, las autoridades promulgaron, flexibilizaron y luego reinstalaron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los lugareños que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública reclamó su liberación. El enfrentamiento más famoso al veto de los tomates ocurrió en 1957 cuando los partidarios celebraron un funeral completo del tomate en son de burla con ataúd y procesión incluidos. Después de 1957, el gobierno local decidió terminar con los puñetazos, estableció algunas reglas al respecto, y abrazó la absurda tradición. Aunque los tomates asumen un papel protagónico, una semana de festividades conduce al enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales según el alegre estilo español. Para incrementar las fuerzas para la pelea inminente, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, mostrando un emblemático plato Valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han llegado hasta el punto de cultivar una variedad especial de tomate de sabor desagradable solamente para el evento anual. Las festividades empiezan a las 10 a.m. cuando los participantes corren para agarrar un jamón fijo en la punta de un palo engrasado. Los espectadores usando mangueras mojan con agua a los trepadores mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia marca el mediodía, camiones cargados de tomates entran a la ciudad, mientras que los cánticos de " To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Después, con el disparo de un cañón de agua, comienza el evento principal. Esa es la luz verde para triturar y lanzar tomates en un ataque de todos contra todos entre los compañeros participantes. Lanzadores de larga distancia de tomates, asesinos a quemarropa, y tiros de gancho de media distancia. Cualquiera sea su técnica, cuando todo haya terminado, usted se va a ver ( y sentir ) bien diferente. Aproximadamente una hora después, los bombarderos embebidos de tomate se quedan para jugar en un mar blandito de salsa callejera quedando poco que se parezca a un tomate que se pudiera encontrar. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #19423 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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Quién tiro el primer tomate, el destinado a empezar la revolución La Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Tal vez fue la rebelión anti-franco, o un carnival que se fue de las manos. Según la version más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes del 1945 (una parada gigante de títeres hechos de paper mache), el pueblo estaban buscando montar una pelea para atraer atención. Se toparon con una carretilla llena de vegetales y empezaron a lanzar tomates maduros. Testigos inocentes se involucraron hasta que la escena se intensifico y se convirtió en un melé de frutas volantes. Los instigadores tuvieron que pagarles a los vendedores de tomates, pero eso no paro las peleas de tomates--o el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada revoltosa, las autoridades representaron sus escenas, se relajaron, y después restablecieron una serie de prohibiciones en los 1950's. En el 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta del publico llamo por su libertad. El descaro más famoso contra la prohibición de tomates paso en el 1957 cuando proponentes tuvieron una parodia de un funeral para el tomate, completo con un ataúd y una procesión. Después del 1957, el gobierno local decidió seguir la corriente, puso reglas en sitio y acepto la tradición rara. Aunque los tomates cogen toda la atención, una semana de fiestas anticipa la confrontación final. Es la celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen Maria y el Santo louis Bertrand, con paradas en la calle, música y juegos artificiales en la manera feliz de los Españoles. Para coger fuerza para la inminente pelea, una paella épica se sirve el día antes de la batalla, mostrando al plato Valenciano icónico de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, este festival sin trabas tiene cierto orden. Organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates desagradables solo para el evento anual. La celebración empieza alrededor de las 10 a.m. cuando los participantes echan carrera para agarrar un jamón arriba de un palo grasoso. Testigos manguerean a los desbandados con agua mientras cantan y bailan por las calles. Cuando la campana de la iglesia suena a las doce, camiones empaquetados con tomates llegan al pueblo, mientras cantos de "To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo. Y después, con el disparo del cañón de agua, el evento principal empieza. Es la luz verde cual demora y lanza los tomates, atacando sin cuartel a los otros participantes. Lanzadores de tomates a larga distancia, asesinos de punto en blanco y tiros de gancho de alcance mediano. Cualquiera su técnica, para cuando todo se haya terminado todo, se verá (y se sentirá) muy diferente. Casi una hora después, bombarderos empapados de tomate se quedan jugando en un océano de salsa de la calle con poco quedado que se parezca a un tomate. Un segundo tiro del cañón señala el fin de la batalla. | Entry #18329 — Discuss 0 — Variant: US
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Quién arrojó aquél fatídico primer tomate que inició la Revolución de La Tomatina? La realidad es que nadie lo sabe. Quizá fue una rebelión anti-Franco, o una Festividad que se fue de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 ( desfile de títeres gigantes de papel mâché ), los lugareños estaban esperando comenzar una reyerta para llamar la atención. Fijaron su mirada en un carro con vegetales que estaba en las inmediaciones y comenzaron a tomar y lanzar tomates maduros. Los inocentes espectadores se vieron envueltos en la escena hasta que ésta se convirtió en una terrible guerra de frutos volando. Los instigadores tuvieron que reembolsar el daño al vendedor de tomates, pero esto no frenó la recurrencia de más guerras de tomates y al nacimiento de una nueva tradición. Por temor a una escalada incontrolable, las autoridades promulgaron, relajadas medidas y luego restablecieron una serie de prohibiciones en la década del 1950. En 1951, los pueblerinos que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que a causa del clamor público se decidió su liberación. La máxima insolencia frente a las prohibiciones sobre el tomate ocurrió en 1957, cuando los defensores llevaron a cabo un simulacro completo de funeral con un tomate en un ataúd seguido por una procesión de duelo. Después de 1957, el gobierno local decidió terminar con los ataques, establecer algunas reglas en su lugar y aceptar la extravagante tradición. Aunque los tomates ocupaban el centro del escenario, una semana de festividades tomaron partido en la confrontación final. Es la celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en una divertida fiesta española. Para recobrar fuerzas para la próxima contienda, una tradicional paella se sirve en vísperas de la batalla, mostrando un icónico plato de arroz a la Valenciana, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy este festival sin trabas tiene algunas reglas. Los organizadores han ido tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates sin sabor, especiales para el anual evento. La festividad tiene el puntapié inicial a las 10 a.m. cuando los participantes corren para agarrar un jamón fijado en la punta de un poste engrasado. Los observadores mientras tanto, armados con manguera tiran agua a los contrincantes mientras cantan y danzan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca el medio día, camiones cargados de tomates entran en la ciudad, mientras crecen los gritos de to-ma-tes, to-ma-tes, cada vez más fuerte. Luego, con el disparo de un cañón de agua, el principal evento comienza. Esa es la luz verde para reventar y lanzar los tomates contra los jóvenes participantes. Todo tipo de lanzamientos: Larga distancia, blanco en asesinos, tiros de media distancia con gancho. Cualquiera sea su técnica, cuando el tiempo se acabe, Ud. se verá ( y se sentirá ) diferente. Casi una hora más tarde, los entomatados contrincantes podrán seguir jugando en un mar de salsa de tomates reventados en las calles ensalsadas con algún resto que recuerde al tomate original. Una segunda señal de cañonazo pone fin a la batalla. | Entry #17377 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quien arrojo ese primer fatídico tomate que inicio la revolución de La Tomatina? La realidad es que no se sabe. Tal vez fue una rebelión antifranquista, o un carnaval que se escapó de las manos. Según la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas gigantes de papel maché ), los lugareños estaban buscando una pelea para llamar la atención. Se tropezaron con un carrito de verdura cerca y comenzó a lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena degeneró en un combate cuerpo a cuerpo masivo de fruta volante. Los instigadores tuvieron que pagar a los proveedores de tomate, pero eso no impidió que la recurrencia de mas peleas de tomate — y el nacimiento de una nueva tradición. Temeroso de una escalada rebelde, autoridades promulgaron, relajaron y luego reinstituyeron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública clamaron por su liberación. La más famosa insolencia a las prohibiciones de tomate ocurrió en 1957 cuando los proponentes celebraron un simulacro de funeral de tomate completo con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió acomodarse a la situacion, fijo unas pocas reglas y adopto la tradición excéntrica. Aunque los tomates toman protagonismo, una semana de festividades conducen hasta el enfrentamiento final. Es una celebración de santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Louis Bertrand, con desfiles por las calles, música y fuegos artificiales en el modo español alegre. Para desarrollar fuerzas para la pelea inminente, se sirve una paella épica en la víspera de la batalla, mostrando un emblemático plato Valenciano de arroz, pescados y mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin restricciones tiene cierta medida de orden. Los organizadores han ido tan lejos como hasta cultivar una variedad especial de tomates indigeribles para el evento anual. Las festividades empiezan alrededor de la 10 a.m. cuando los participantes compiten por agarrar un jamón fijada en lo alto de un Palo Encebado. Los espectadores rocian los revoltosos con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia toca al mediodía, camiones llenos con tomates ruedan hasta la ciudad, mientras los cánticos de "To-ma-te, to-ma-te!" llegan a un crescendo. , Entonces, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Es el permiso para la trituración y el lanzamiento de tomates en una batalla campal s contra otros participantes. Tiro de tomate desde larga distancia, ejecusion a quemarropa y tiros de gancho a mediano rango. Cualquiera que sea tu técnica, cuando todo acabe, te veras (y sentiras) bastante diferente. Casi una hora después, bombarderos empapados en tomate se quedan para jugar en un mar de salsa blanda callejera con poco parecido a un tomate. Un segundo disparo de cañón señala el fin de la batalla. | Entry #17041 — Discuss 0 — Variant: Puerto Rican
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¿Quién lanzó ese primer tomate fatal que dió pie a la revolución de La Tomatina? La verdad es que nadie lo sabe. Tal vez se trató de una rebelión anti-franquista, o de un carnaval que se salió de la mano. De acuerdo con la versión más popular de esta historia, durante el festival de Los Gigantes, en 1,945 (un desfile de títeres gigantes de papel maché), los residentes locales estaban buscando un pretexto para montar una trifulca y llamar la atención. En esas, se encontraron con una carretilla de vegetales y comenzaron a lanzarse tomates maduros. Los inocentes transeúntes terminaron involucrados en el asunto, que terminó convertido en un cuerpo a cuerpo de tomates voladores. Los instigadores tuvieron que reembolsar a los vendedores de tomate, lo que no detuvo la reincidencia de guerras de tomates y con ello, el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una reyerta descontrolada, las autoridades instauraron, y luego relajaron una serie de prohibiciones en la década de los años '50. En 1,951 los locales que habían desafiado la ley, fueron encarcelados hasta que el público enardecido reclamó su liberación. El más famoso desafío a las prohibiciones contra las tomatinas, tuvo lugar en 1,957 cuando los participantes desfilaron en una satírico funeral al tomate con todo y ataúd. Después de 1,957; el gobierno local decidió ignorar las demostraciones y estableció unas pocas normas regulando la tan chiflada tradición. Aunque los tomates ocupan el lugar de distinción, toda una semana de celebración precede la evento final. Se trata de toda una celebración de los patrones de Buñol, la Virgen María y San Louis Bertrand; con desfiles, música y fuegos artificiales, en la más alegre tradición española. En la víspera de la inminente pelea y a modo de preparación adecuada, se acostumbra servir la épica paella que consta del famoso arroz a la Valenciana, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, este festival irrestricto exhibe cierto nivel de estructuración. Los organizadores, han llegado al extremo de cultivar una variedad inapetente de tomate, exclusivamente para este evento. Las festividades arrancan a eso de las 10 a.m. cuando los participantes apuestan corriendo para alcanzar un jamón colgado de un poste engrasado. Entretanto, los espectadores bañan a los concursantes a manguerazo limpio a la vez que cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia anuncia el mediodía, los camiones llenos de tomate hacen su entrada en el pueblo, hasta que los gritos de "¡To-ma-te, to-ma-te!" alcanzan un crescendo triunfal. Luego, el disparo de un cañonazo de agua, da comienzo el evento principal: La Tomatina. Esta es la luz verde para aplastar y lanzar tomates contra los demás participantes en una guerra sin cuartel. Francotiradores, asesinos a quemarropa y expertos de tiro al blanco a mediano y largo alcance. Cualesquiera que sea su técnica preferida, para cuando la reyerta haya terminado, usted lucirá y se sentirá, definitivamente diferente. Aproximadamente, una hora más tarde, franco-tiradores bañados en tomate, son vistos jugando en una calle plena de salsa de tomate sin riesgo de encontrar algo que se pueda semejar a un tomate de verdad. Un segundo disparo de cañón indica que la guerra ha terminado. | Entry #21806 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el primer fatídico jitomate que dio inicio a la revolución Tomatina? La realidad es que nadie sabe, tal vez, fue una rebelión antifranquista, o quizá solo un carnaval que se salió de las manos. De acuerdo a la versión más popular de la historia, en 1945, durante el festiva de Los Gigantes —un desfile de títeres enormes hechos de papel maché—, los locales escenificaron una riña para llamar la atención, que sucedió cerca de un puesto de verduras, y empezaron a lanzarse jitomates maduros. Espectadores inocentes que pasaban por ahí, comenzaron a involucrarse, hasta convertirlo en una batalla campal de fruta voladora. Los incitadores fueron obligados a pagar a los marchantes, aunque no fue suficiente para evitar estas guerras, y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un incremente vertiginoso, las autoridades reaccionaron con tranquilidad, después, restablecieron y promulgaron una serie de prohibiciones en los años cincuentas. En 1951, los locales que desafiaron la ley fueron encarcelados, hasta que manifestaciones públicas exigieron su libertad. Las burlas más descaradas a estas prohibiciones sucedieron en 1957, cuando los partidarios llevaron acabo un funeral con ataúd, procesión y todo…; después de esto, el gobierno local optó por seguir la corriente, estableció algunas reglas, y acogió esta loca tradición. Aunque la guerra de jitomates es la atracción principal, es precedida por una semana de festividades. Es la celebración de los santos patronos de Buñol —la virgen María y San Luis Betrand—, se realizan desfiles, hay música y fuegos pirotécnicos, todo festejado de una forma muy alegre y clásica española. Con el objetivo de cargar energía para la revuelta inminente, se sirve una paella épica en víspera de la batalla, platillo representativo e icónico valenciano, preparado a base de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, existen algunas medidas de orden en este festival descarriado. Los organizadores han llegado tan lejos hasta cultivar una especie de jitomate, no comestible, únicamente para este evento anual. Las festividades dan inicio alrededor de las 10 a.m., cuando los participantes compiten por ganar un jamón encajado en el extremo de un asta cubierta en grasa. Los espectadores empapan a los revoltosos con mangueras mientras cantan y bailan por la calle. Al anunciar el medio día las campanas de la iglesia, camiones repletos de jitomate llegan a la cuidad, mientras que el cántico — ¡to-ma-te, to-ma-te!—, se escucha cada vez más fuerte. Después, tras el disparo de un cañón de agua, da comienzo el magno evento; es la luz verde para dar inicio al lanzamiento y aplastamiento de jitomates a los otros contendientes. Jitomates disparados a larga distancia —asesinos letales—, y clavadas de jitomates a media distancia; cualquiera que se tu técnica, para cuando termine, te verás —y sentirás—, muy diferente. Casi una hora después, los bombarderos empapados son abandonados a jugar en la calles sobre un mar de salsa, sin parecido alguno a los jitomates que fueron en un inicio. Un segundo cañonazo, es la señal del final de la batalla. | Entry #18655 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quién lanzó el primero tomate fatídico que empezó la revolución de la Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Tal vez fue una rebelión contra Franco, o un carnaval que escapó de las manos. Según el cuento más popular, durante el festival de los gigantes (un desfile de marionetas de papel maché) de 1945, vecinos querían empezar una pelea para atraer atención. Encontraron con una carretilla de vegetales cerca y empezaron a lanzar tomates frescas. Espectadores inocentes se metieron hasta que el escenario aumentó a una pelea masiva de fruta volante. Los instigadores tenían que pagar los vendedores de tomates, pero eso no impidió peleas de tomates nuevas – y así el comienzo de una tradición nueva. Las autoridades, que temieron que la situación se intensificó, hicieron en los años cincuenta una seria de prohibiciones, que levantaron, y después restituyeron. En 1951, vecinos que contravinieron el ley fueron encarcelados hasta el público exigieron su libertad. La contravención de los prohibiciones más famoso ocurrió en 1957 cuando proponentes hicieron un funeral de mentira con ataúd y procesión. Después de 1957 el gobierno local decidieron a conformarse con el público, pusieron unas reglas, y abrazaron la tradición loca. Aunque los tomates forman el centro del festival, hay una semana de celebraciones en anticipación del enfrentamiento final. Es una celebración de los santos patrones de Buñol, la Virgen María y Santo Louis Bertrand, con desfiles en las calles, música, y fuegos artificiales con la pasión y alegría típica de España. Para esforzarse para la pelea inminente, sirvan una paella gigante en la víspera de la batalla, mostrando un plato de arroz icónico de Valencia, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy, el festival desencadenado tiene algo de orden. Los organizadores hasta cultivaron una variedad especial de tomates desagradables para el evento. Las festividades empiezan acerca de las 10 de la mañana cuando los participantes corren para alcanzar un jamón atado encima de un palo grasoso. Espectadores ruegan con manguera los participantes mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da la hora del mediodía llegan camiones llenos de tomates, mientras los gritos ‘To-ma-te, to-ma-te, to-ma-te’ aumentan a un crescendo. Luego, comienza el evento principal con un disparo de un cañón de agua, que señala a los participantes que empiezan el aplastamiento y lanzamiento de tomates a sus prójimos. Lanzamiento de globo de distancia larga, asesinos a bocajarro, gancho de distancia media; sea lo que sea tu estrategia, cuando termina vas a aparecer (y sentir) bien distinto. Después de casi una hora, los bombarderos quedan manchando de tomate, jugando en un río de salsa de calle con poco que parezca tomate quedando. Un disparo del cañón señala el fin de la batalla. | Entry #16595 — Discuss 0 — Variant: Latin American
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¿Quién lanzó el primer tomate maligno que vio nacer la famosa revolución “La Tomatina?” La verdad es que nadie lo sabe. A lo mejor era una supuesta rebelión anti-Franquista, o bien un carnaval fuera de control. Según la versión más conocida de la historia, durante el festival de Los Gigantes de 1945 (un desfile de muñecos gigantes de papel mascarado), los lugareños buscaban manera de estallar una pelea para llamar la atención. Se toparon contra un carro de verduras cercano y empezaron a lanzar los tomates maduros. Los espectadores inocentes, se vieron implicados en la pelea hasta el punto que el escenario se degeneró en una lucha masiva de tomates que volaban. Los promotores tuvieron que sufragar a los proveedores de tomates, pero eso no frenó la pelea de más tomates, y el renacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelión sin control, las autoridades promulgaron, relajaron, y más tarde reestablecieron una serie de prohibiciones en los años 50. En 1951, los lugareños que no cumplían con la ley fueron encarcelados y no se les dejaba libre hasta que el público demandara por su libertad. La más famosa confrontación relacionada con la prohibición del tomate, ocurrió en 1957, cuando los promotores del mismo llevaron a cabo un simulacro de un funeral de tomate con un ataúd y procesión. Después de 1957, la administración local decidió dejarse llevar por la corriente, puso algunas leyes en marcha y se abrazó con la polémica tradición. Aunque los tomates eran el principal foco de atención, una sola semana de festividad puso fin al enfrentamiento definitivo. Era la celebración del Santo Patrón de Buñol, la Virgen María y el San Luis Bertrand; con pasacalles, música, además de petardos en un ambiente de diversión a la española. Para fortalecer la energía en preparación de la ‘huelga’ pendiente, se servía una paella rica en la víspera de la batalla, demostrando una fuente icónica de arroz Valenciana, pescados y mariscos, azafrán, y aceite de oliva. Hoy en día, este festival sin trabas, conlleva algún orden. Los organizadores han ido tan lejos como cultivar una variedad especial de tomates sin sabor para el evento anual. Las fiestas comienzan alrededor de las 10 de la mañana, cuando los concurrentes corren para coger un jamón puesto encima de un poste cubierto de grasa. Los espectadores echan agua de la manguera a los combatientes mientras los cuales cantan y bailan por las calles. A mediodía cuando suena la campana de la iglesia, los camiones cargados de tomates entran en la ciudad, entre tanto que cánticos de “¡To-ma-te,to-ma-te!” llega el crescendo. Una vez disparado el canon de agua, comienza el principal evento. Esa es la luz verde para destrozar y lanzar tomates en una lucha libre contra compañeros concurrentes. Tiradores de tomates a larga distancia, asesinos a boca de jarro, tiradores de ganchos de rango medio. Cualquiera que sea la técnica, al final cuando termina, aparecerás (y sentirás) muy diferente. Acerca de una hora más tarde, se les deja jugar los bombarderos empapados de tomates en un mar de calle salsa blanda sin ningún rastro que asemejaba a un tomate. Un segundo disparo del cañón, señalaba el final de la batalla. | Entry #16303 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién lanzo ese primer fatídico tomate que inició la revolución de La Tomatina ? La realidad es que nadie sabe. Tal vez fue una rebelión anti- Franco, o un carnaval que se salio de las manos. De acuerdo con la versión más popular de la historia, durante el festival de 1945 de Los Gigantes (un desfile de marionetas de papel maché gigante), los habitantes locales estaban buscando organizar una pelea para conseguir un poco de atención. Se encontraron con una carretilla llena de verduras y comenzaron a lanzar tomates maduros. Los espectadores inocentes se involucraron hasta que la escena se convirtió en una refriega masiva de frutas volando. Los instigadores tuvieron que pagar a los vendedores de tomate, pero eso no impidió la recurrencia de más peleas de tomate - y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de una escalada rebelde, las autoridades se promulgaron, relajaron, y luego reintegraron una serie de prohibiciones en la década de 1950. En 1951, los habitantes locales que desafiaron la ley fueron encarcelados hasta que la protesta pública pidió su liberación. El más famoso descaro a las prohibiciones de tomate ocurrió en 1957, cuando los partidarios celebraron el simulacro de un funeral de tomates completo con un ataúd y una procesión. Después de 1957, el gobierno local decidió lidiar con los enfrentamientos, establecieron algunas reglas, y aceptaron la absurda tradición. Aunque los tomates son los protagonistas, una semana de festividades conducen hacia el espectáculo final. Es una celebración de los santos patronos de Buñol, la Virgen María y San Luis Bertrand, con desfiles, música y fuegos artificiales en una alegre moda española. Para aumentar su fuerza para la pelea inminente, una paella épica es servida en la víspera de la batalla, mostrando un plato emblemático Valenciano de arroz, mariscos, azafrán y aceite de oliva. Hoy en día, esta fiesta sin restricciones tiene un cierto grado de orden. Los organizadores han llegado tan lejos como para cultivar una variedad especial de tomates de sabor desagradable sólo para el evento anual. Las fiestas arrancan a las 10 am cuando los participantes corren a tomar un jamón fijado encima de un poste engrasado. Los espectadores bañan a los participantes con una manguera mientras cantan y bailan en las calles. Cuando la campana de la iglesia da el mediodía, camiones repletos de tomates rodan por la ciudad, mientras que los cánticos de ¡"To -ma- te, - To ma- te! " alcanzan un crescendo . Luego, con el disparo de un cañón de agua, el evento principal comienza. Esa es la luz verde para que empiece la trituración y lanzamiento de tomates en un ataque total contra el resto de participantes. Lobbers de tomate a larga distancia, asesinos a quemarropa, y tiros de gancho de rango medio. Sea cual sea su técnica, para el momento en que se acabe, usted se verá (y sentirá) muy diferente. Casi una hora después, a los bombarderos empapados en tomate, se les es permitido jugar en un mar de salsa de tomate callejera blanda con pocos restos de lo que se asemeja a un tomate. Un segundo cañonazo señala el final de la batalla. | Entry #16150 — Discuss 0 — Variant: Standard-Spain
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¿Quién escogió ese especial tomate que empezó de La revolución tomatina? En realidad nadie lo sabe. De pronto fue una revolución anti-franco, o un carnaval que se salió de manos. De acuerdo a la versión mas popular de la historia, durante el festival 1945 de los Gigantes (una gran ceremonia de títeres de papel), vecinos estaban buscando el momento de la revuelta para atraer un poco de atención. Paso entonces cerca una carreta de vegetales comenzando a arrojar tomates maduros. Inocentes observadores participaron hasta que la escena alcanzo una mezcla masiva de fruta volando. Los responsables tuvieron que reembolsar a los vendedores de tomate, pero esto no detuvo que hubieran mas peleas de tomates-y el nacimiento de una nueva tradición. Temerosos de un incremento fuera de control, las autoridades no actuaron, relajados, entonces replantearon una serie de leyes en los 50´s. En 1951, ciudadanos quienes rechazaron la ley fueron prisioneros hasta que el publico alego por su libertad. El mas famoso descaro a las leyes de los tomates ocurrió en 1957 cuando lideres mantuvieron el funeral completo de un tomate artificial con ataúd y procesión. Después en 1957, el gobierno local decidió tomar posición con las revueltas, concertando así algunas reglas en su lugar, e incluyo la tonta tradición. Aunque los tomates toman en centro en la actividad, una semana de festividades lleva al final decisivo. Esta es una celebración de Buñol el santo patrono, la virgen María y el santo Louis Bertrand, con fiestas en la calle, música, y juegos pirotécnicos en alegres desfiles españoles. Para recargar energía para la avecinada revuelta, una enorme paella se sirve en el preámbulo de la batalla, exhibiendo un representativo plato de arroz a la valenciana, comida de mar, azafrán, y aceite de oliva. Hoy día, este festival tiene ciertas medidas de orden. Los organizadores han ido así de lejos como para cultivar una variedad especial de tomates desagradable para el paladar solo para el evento anual. Las festividades empiezan alrededor de las 10 am. cuando los participantes corren a recoger una porción atada a una superficie grasosa. Observadores mojan los tumultos con agua mientras cantan y bailan en las calles. Cuando las campanas de la iglesia suenan el medio día, camiones cargados con tomates se adentran en el barrio, mientras se emprende un creciente gritar de "To-ma-te,to-ma-te!. Entonces, con la llamarada de un cañón de agua, el evento principal empieza. Esa es la luz verde para estrellar y lanzar tomates en todas las formas de ataque contra los apreciados participantes. Tiradores de tomates de larga distancia, asesinos de tiro al blanco, y tiros codeados de medio rango. Sea cual sea tu técnica, cuando el juego ha finalizado, tu lucirás ( y te sentirás) algo diferente. Casi una hora después, bomberos mojados de tomate se quedan allí para jugar a encontrar un tomate en un mar de esponjosa calle de salsa con un poco allí dejado similar a un tomate. Un segundo cañón dispara la señal de final de la batalla. | Entry #17362 — Discuss 0 — Variant: Not specified
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¿Quien tiro el primer tomate catastrófico que empezo la revolución La Tomatina? La realidad es que nadie sabe. Quizas fue una rebelión anti-Franco or un carnaval incontrolable. De acuerdo a la versíon más popular de la historia, durante el festival del 1954 de Los Gigantes (desfile de marionetas de papel maché), la gente del barrio planeaban un asalto para llamar la atención. Se encontrarón cerca de un carrito de vegetales y empezarón a tirar los tomates maduros. Los inocentes espectadores se envolucarón hasta que la escena incremento a un temeroso melé de frutas volantes. Los instigadores tuvieron que reembolsar a los vendedores de tomates, pero eso no paro la recurrencia de la pelea de tomates–y es cuando nacio esta nueva tradición. Temoroso de una intesificación revelde, las autoridades promulgo, relajo, y al fin reestablecio una serie de prohibiciones en los años 1950. En 1951, la gente del barrio cuales resistieron la ley fueron arrestados hasta que el protesto del público los liberarón. El mas famoso descaro de la prohibición ocurrio en 1957 cuando los defensores comenzaron una simulación de una funeraria de tomates completa con confre y desfile. Despues de 1957, el gobierno local decidio ser flezible, poner algunas reglas en su lugar, y abrazar esta loca tradición. Aunque los tomates toman el centro del escenario, una semana de fiestas es el anticipio del enfrentamiento. Es una celebración en Buñol del patrón santo, la Virgen Maria y St. Louis de Bertrand, con desfiles en las calles, música, y pirotécnica llena de alegria al estilo de España. Para ponerse fuerte para enfrentar esta pelea inminente, una épica paella es servida en la víspera de la batalla, mostrando un icónico plato de Valencia de arroz, marisco, azafrán, y aceite de oliva. Hoy, este festival liberado tiene su medida de orden. Organizadores hasta ahora han cultivado una variedad especial de tomates incomibles solo para este evento anual. Las fiestas empiezan a las 10 a.m. cuando los participantes corren para agarrar un jamón que esta arriba de un polo lleno de aceite. Los espectadores le tiran agua usando una mangera a los que estan corriendo mientras ellos cantan y bailan por las calles. Cuando suena la campana de la iglesia a las doce, camiones llenos de tomates entran al barrio, mientran canta la gente, “¡To-ma-te, to-ma-te”! hasta llegar a un crescendo. Entonces, con el tiro de un canon de agua, el evento principal empieza. Esa es la luz verde para empezar a aplastar y tirar tomates atacando contra los compañeros participantes. Lanzadores de altura de larga distancia, asesinos a quemarropa, lanzamientos en arco de distancia mediana. Cual sea tu método, ya cuando se termina, te vaz a ver (y sentir) bien diferente. Casi una hora despues, los bombarderos empapados en tomates se quedan a jugar en la calle que parece un mar de salsa de tomate, con poco de lo que queda, ya no pareze un tomate. El segundo tiro del canon señala el fin de la batalla. | Entry #19714 — Discuss 0 — Variant: US
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